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¿ A cuál de los dos te pareces?
Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado;y el que se humilla será enaltecido. LUCAS 18: 14


Cómo describirías a un buen adventista del séptimo día? O quizá sería mejor preguntar «¿Qué características debe tener una persona para entrar en el reino de los cielos?» En la parábola del publicano y el fariseo, relatada por Jesús, dos caballeros subieron al templo a orar. Uno de ellos, el fariseo, se consideraba un buen miembro de la iglesia. Se describió a sí mismo de la siguiente manera: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros [...]. Ayuno dos veces a la semana, doy diezmo de todo lo que gano» (Lúe. 18:11,12).¿No te parece una persona perfecta? ¿No es la clase de conducta que Dios acepta? Pero, por increíble que parezca, Jesús dijo que el hombre intachable no era justo. ¿Por qué Dios no acepta esa clase de obediencia? Pablo lo explica en la Epístola a los Romanos: «Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ellas no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo» (Rom. 9: 31,32).Las obras de la ley representan la justicia propia del hombre, producida a través de sus propios esfuerzos. En la Biblia la expresión «obras de la ley» se refiere a la conducta de aquellos que utilizan la ley como un método de salvación. Quieren agradar a Dios con sus propios esfuerzos. Pero eso es imposible. Las obras de la ley no agradan a Dios, porque atribuyen la gloria a la persona y no a Dios. Como dice el mismo apóstol Pablo en Efesios 2: 8,9: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe [...]. No por obras, para que nadie se gloríe».En cambio, el publicano, considerándose completamente indigno, decía: «Dios, sé propicio a mí, pecador» (vers. 13). El publicano nos representa a todos. Únicamente por la misericordia de Dios podemos salvarnos. Ninguno de nosotros tiene méritos para ir al reino de los cielos. Pero cuando confesamos nuestros pecados, a pesar de toda nuestra indignidad, la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado y somos admitidos como hijos e hijas de Dios.Las obras que no son el resultado de una íntima conexión con Jesús, por buenas que parezcan, son malas, porque el corazón que las produce es malo. ¿A cuál de los dos te pareces, al fariseo o al publicano? Piénsalo bien, porque la diferencia es la vida o la muerte.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/

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