REFLEXIONES PARA VIVIR

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Jugaba al amor libre. “Mientras espero al hombre correcto, me divierto con los errados”, decía. Y su carcajada, como cascada de aguas salvajes, se perdía entre las piedras de montañas sin fin. Jugaba su propio partido; como si la vida no tuviese reglas. Corría como una gacela, por los atractivos prados de una sociedad liberal. Nadaba en las aguas turbulentas de la nueva moralidad; descendía a las profundidades de aquel mar embravecido, atraída por los corales y los peces multiformes.

Un día quiso salir. Le faltaba oxígeno… Intentó regresar a la superficie, y se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Murió de Sida, a los 28 años.  ¡Gabriela, Gabriela! Tu piel canela estaba demasiado blanca el día de tu entierro; tus ojos, anteriormente tan vivaces, no tenían ya luz. ¿Qué hiciste con tu vida? ¿Por qué no respetaste el tiempo? ¿Por qué jugaste con tu tiempo… y te fuiste antes de tiempo?

Hay dos pensamientos contenidos en el versículo de hoy. El primero es que existe un determinado tiempo para todo. La vida no es la sucesión accidental de hechos; no debe serlo. Me alimento cuando puedo; trabajo cuando se me antoja; duermo si sobra tiempo. ¡No! Es necesario establecer un programa de actividades, y seguirlo conscientemente.

El segundo pensamiento es que lo que hay que hacer hay que hacerlo a su debido tiempo: ni antes ni después. Invertir el orden puede ser fatal. Al ser humano, sin embargo, no le gustan las reglas; quiere hacerlo todo de acuerdo con las circunstancias y conforme a su voluntad.

¿Imaginaste un partido de fútbol en que cada jugador siguiese sus propias reglas? ¿Cómo terminaría? Creo que ni empezaría. Existe un juez que determina lo que se puede o no se puede hacer, y especifica el momento de hacerlo. El tiro libre no puede ser disparado sin la orden del juez; el gol no puede ocurrir después de que el juez hace sonar el silbato, indicando el final del partido.

Si en cosas tan simples, como el fútbol, existen reglas, ¿por qué no debería existirlas en la vida?

Hoy es un nuevo día. Corre las cortinas de tu vida. Deja entrar el sol. Es tiempo de vivir, de evaluar; de corregir, si fuese necesario. Por eso, busca a Jesús, y permite que él guíe tus pasos a lo largo de este día, recordando que “todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1)

Tomado de: « PLENITUD EN CRISTO» de Alejandro Bullón.

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¿QUÉ PUEDES HACER CUANDO UNA PERSONA que vive bajo tu techo ha perdido el deseo de vivir?

Esa situación la que enfrentar Sudha cuando María, una amiga a quien no había visto desde hacía 16 años, se presentó en su casa una noche y le pidió que cuidara de Tina, su hermana, quien había tratado de suicidarse. El problema se complicó para Sudha porque María nunca regresó por su hermana.

¿Qué hizo Sudha, entonces? No tenía ninguna experiencia sobre cómo manejar un caso tan delicado, y en su pueblo no había personal especializado para brindar ayuda a personas con tendencias suicidas. Así que Sudha se limitó a orar por Tina, y a leerle porciones de la Escritura. Poco a poco logró que comiera, y finalmente logró que hablara.

—Nunca debí haber nacido —fue lo primero que dijo Tina.

Su padre no la quería porque él siempre había deseado un hijo varón. Además de rechazarla, también la agredía física y emocionalmente. Para escapar de ese infierno, Tina se involucró en el mundo de las drogas.

Le tocaba a Sudha inspirar en esta joven, de unos veinte años, el deseo de vivir. Un día logró convencerla de recibir ayuda psiquiátrica en otra ciudad. Para ello viajaban unos setenta kilómetros, tres veces por semana, pero cuando todo parecía marchar bien, Tina no quiso volver. La situación tocó fondo un día en que la encontró en la cocina de la casa bañada en gasolina con una caja de fósforos en su mano. Cuando Sudha logró persuadir para que no se prendiera fuego, Tina gritó:

—¿Por qué no me dejas morir, tonta? ¡Esta es mi vida!

La luz al final del túnel un día brilló mientras Sudha leía en voz alta el Salmo 91.

Para su sorpresa, Tina le pidió que lo leyera de nuevo. En poco tiempo, el Salmo 91 se convirtió en el caballo de batalla de Tina, al cual acudía cada vez que se sentía desfallecer en la lucha contra sus adicciones.

«Después de un año de intensa lucha —escribió Sudha—, Tina logró la victoria sobre las drogas. En los dos años siguientes, ya hablaba de lo mucho que Jesús significaba en su vida». Un año más tarde, ya había conseguido un trabajo estable.

¿Exagero si digo que nuestro Dios se especializa en casos imposibles; y que su Palabra es poderosa para traer esperanza a los corazones que están a punto de desfallecer?

Hoy te alabo, Señor, porque eres un Dios poderoso: porque te interesas personalmente en el bienestar del más pequeñito de tus hijos, y especialmente porque también cuidas de mí.

*Sudha Khristmukti. *The God Impossible Causes, en Adventist Review, 12 de enero de 2012, pp. 26-27

Tomado de:  «NUESTRO MARAVILLOSO DIOS»
Por: FERNANDO ZABALA


Cada vez que desprendemos una uva, esta se desgarra. No hay forma de no “lastimarla”. Pero el momento en que rompemos su equilibrio no necesariamente es malo; es el momento en que más dulzura destila. Aunque parece que muere, en realidad da vida.

Hay una frase que siempre me gustó: “El perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó”.

Busqué por todos lados para saber quién la dijo, pero no hay consenso; sí muchas versiones. Creo que a lo largo de la historia algunos han llegado a la misma conclusión y han descubierto –en diferentes contextos e idiomas–, una verdad que resulta universal: vale la pena perdonar.

A este mundo le falta esa dulzura y esa fragancia que solo vienen del fruto que está unido a la Vid verdadera. El perdón no es sinónimo de sumisión, de resignación ni de repetición, pero sí puede representar una grandeza que alivie cargas tan pesadas como invisibles y que cambie algunos paradigmas, no solo en tu vida sino en la de quien lo reciba.

Al perdonar, nos parecemos un poco más a Jesús, y nada malo puede salir de eso.

Sin embargo, es importantísimo recordar que, aunque Dios nos manda a perdonar, la restauración de la relación no siempre es posible o necesaria. Hay relaciones que se ven afectadas y que son dañinas para una o ambas partes, y lo más saludable es no continuarlas. Pero siempre hace bien perdonar, aunque el otro no reconozca su error o no pida perdón.

El perdón es un don divino que podemos recibir y brindar, una de las cosas más difíciles de hacer en la tierra y, a la vez, una de las cosas que más paz trae. Es algo para lo que tenemos que estar unidos a Dios.

Si intentamos producirlo nosotros, no será igual. Nuestra forma de perdonar muchas veces acarrea rencor y castigos posteriores a la otra persona, o permite maltratos continuados que atentan contra nuestro valor y dignidad, regalos valiosos y no negociables como hijos de Dios. Solo él puede ayudarnos a encontrar un equilibrio y a perdonar y amar tanto como él perdona y ama. Por eso debemos permanecer en él.

Oremos para que Dios nos ayude a destilar esa dulzura que viene con el perdón.

“Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí” (Juan 15:4, NTV).


Tomado de: «ETIQUETAS PARA REFLEXIONAR»

Por: « CAROLINA RAMOS

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Richard Hoefler narra la historia de un niño que estaba de visita en la casa de sus abuelos y había recibido su primera honda. Muy entusiasmado, salió al bosque a practicar, pero no pudo pegarle a nada. Después de un rato, se dio por vencido y emprendió el camino de regreso a la casa. Cuando llegó al patio, vio al pato que su abuela tenía de mascota y, sin pensarlo demasiado, le lanzó una piedra. Después de sus frustrados intentos con la honda en el bosque, lo último que se imaginó fue que este golpe sí daría en el blanco. El pato cayó muerto.

El niño entró en pánico. Rápidamente, lleno de desesperación, escondió el pato muerto entre un montón de leña pero, apenas levantó  la mirada, vio que su hermana lo estaba observando. Sally había visto todo. Sin embargo, se quedó callada.

Ese mismo día, al terminar el almuerzo, la abuela le pidió a Sally que lavara los platos. Pero Sally contestó: «Johnny me dijo que él quería ayudar en la cocina hoy» y, de forma comprometedora, mientras miraba a Johnny, continuó: «¿No, Johnny?» Se le acercó y en un susurro le dijo: «acuérdate del pato». Así que Johnny se levantó y lavó los platos.

Más tarde, el abuelo les preguntó si querían acompañarlo a pescar, a lo que la abuela respondió: «Lo lamento, pero necesito que Sally me ayude a preparar la cena».

Sally, con una sonrisa triunfante y confiada, dijo: «No hay problema, Johnny me dijo que él quiere ayudarte». Nuevamente se acercó a Johnny y le susurró: «Acuérdate del pato». Así que Johnny se quedó en la casa mientras Sally iba a pescar con el abuelo.

Pasaron varios días en los que Johnny tuvo que cumplir con sus tareas y también con las de su hermana, hasta que no aguantó más y le confesó a su abuela la verdad acerca de cómo había matado al pato.

«Ya lo sabía, Johnny», le dijo mientras lo abrazaba. «Ese día estaba parada al lado de la ventana y vi todo. Como te amo, te perdoné. Pero me preguntaba hasta cuándo dejarías que Sally te tuviera esclavizado…»

Hoy, no nos dejemos esclavizar por el enemigo. Vayamos a Dios. Él sabe todo y está listo para ofrecernos su perdón.

Tomado de: «ETIQUETAS PARA REFLEXIONAR»
Por: << CAROLINA RAMOS >>

                «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia» (Heb. 4:16).

Leonor compartía casa con Sonia y su convivencia llegó a ser imposible por la conducta de Sonia. Sus patrones de compra ocasionaron serios problemas. Había amontonado tal cantidad de ropa, objetos y enseres, que ya no eran suficientes los múltiples cajones y armarios de la casa para alojarlos. El suelo se había convertido en almacén y resultaba difícil transitar por la vivienda. Sonia no era un caso de esos que acumulan todo y no tiran nada. Su problema era la adicción a las compras. Por ejemplo, si iba a abrir una lata de conservas y no encontraba el abrelatas tenía la excusa perfecta para ir a comprar uno, aunque seguramente había varios abrelatas perdidos por la casa. Una vez en el supermercado, Sonia adquiría otros artículos que consideraba «muy útiles y necesarios». Esta compulsión le acarreó problemas en su trabajo, en su economía, en su vida de relaciones y en el ámbito psicológico.

Aunque no en el extremo del caso descrito, existen personas que se enganchan a las compras. Se trata de un fuerte impulso hacia la adquisición de artículos que se perciben como necesarios (aunque sean superfluos). Esta actividad llega a ser el tema central de su vida, dedicando mucho tiempo y esfuerzo a planificar, buscar rebajas en tiendas y en Internet, comparar precios y calidades para comprar y sentir alivio con tal acto. La persona afectada no se percata de su situación hasta que alguien allegado o de la familia da la voz de alarma por haber detectado grandes deudas o la acumulación de productos que jamás se han llegado a usar.

El texto de hoy recoge la recomendación de Jesús para corregir nuestra escala de valores: la vida es lo realmente importante. Si bien es cierto que al cuerpo hay que alimentarlo y vestirlo, la comida y la ropa son simples medios para preservar la vida. El evangelio utiliza la palabra pujé para referirse a esa vida, el aliento divino, el alma, la esencia de nuestra existencia. Antes de proceder en el camino del consumismo, reflexionemos en la importancia de la vida frente a todo lo demás que la sostiene. Adoptemos la actitud que recomienda el apóstol Pablo: «Teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos» (1 Timoteo 6:8).

Recordemos el consejo del Maestro de Maestros, que dijo: Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mateo 6:25.

Tomado de: «Buena Medicina es el Corazón Alegre» de Julián Melgosa – Laura Fidanza.

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-Roberto, tengo un trabajito para ti -le dijo María Goddard a su nieto adolescente un hermoso día de octubre-. El viejo cerezo necesita ser podado.
-Muy bien, abue -suspiró Roberto y cerró el libro que había estado leyendo, titulado La guerra de los mundos, de H. G. Wells.
Era su libro favorito, y ya lo había leído varias veces. El libro trataba de marcianos imaginarios que viajaban por todo el sistema solar en enormes naves de hierro. Se emocionaba cada vez que lo leía. ¿Qué, si fuera cierto?
La idea de viajar por el espacio acompañaba a Roberto mientras iba por el serrucho. Seguía pensando en su aventura mientras trepaba a las ramas más bajas del cerezo. Poco después se recostó en el tronco para descansar un minuto. Los cálidos rayos del sol otoñal lo relajaron rápidamente. Cerró los ojos unos segundos. Entonces sucedió algo sumamente extraño.
-Era como un sueño -dice  Roberto (H. Goddard), al recordar la experiencia-. Imaginé un aparato muy raro que tenía la forma de una barra larga. Comenzó a girar más y más hasta elevarse desde el suelo. Siguió ascendiendo cada vez más en dirección a la luna.
Emocionado, Roberto bajó rápidamente del árbol, corrió a su recámara y dibujó la máquina que había imaginado en el cerezo.
Muchos años después, y tras inventar cientos de cohetes, Roberto estaba de pie en un campo de Massachusetts observando cómo su primer cohete de combustible líquido se elevaba en el aire, seguido de tremendas llamaradas amarillas y anaranjadas. Luego de ascender unos 60 metros, se niveló y aterrizó. Antes de morir en 1945, lanzó un cohete que se elevó más de tres kilómetros. Hoy, los cohetes de exploración, las estaciones y los viajes espaciales nos parecen temas comunes y hasta cotidianos.
Todo empezó aquel día en el cerezo. La imaginación de Roberto Goddard, animada por los libros que había leído, dio origen a la espectacular era espacial. Realizó lo que siempre había soñado. Esa pareciera ser una de las leyes de la vida: llegamos a ser lo que constantemente pensamos.
¿Qué clase de persona eres, o llegarás a ser? ¿En qué piensas constantemente? ¿Qué es lo que te mantiene preocupado? ¿Qué tipo de libros lees? ¿Qué películas ves? ¿Qué clase de música escuchas?

Porque cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él... Proverbios 23:7 (RVR1995).

Tomado de: PERSIGUE TUS SUEÑOS Más allá de los obstáculos, de Dorothy E. Watts.


Cuánto quisiera tener un buen libro para leer -suspiró el orfebre Juan Gutenberg mientras se inclinaba sobre su mesa de trabajo en Estrasburgo, Alemania. Levantó el metal que pulía para verlo mejor a la luz del sol, y soñaba con aquel día cuando pudiera darse el extravagante lujo de tener un libro.
“Si tan solo no tomara tanto tiempo copiar un libro a mano -pensaba Juan- entonces no serían tan costosos. Tiene que haber una manera más fácil y rápida de reproducir los libros para que todos los que quieran tengan oportunidad de leer y aprender. ¿Acaso solo los sacerdotes y los nobles tienen este privilegio?”
Mientras Juan contemplaba la sortija con su sello que tenía en la mano, surgió en su mente una idea. ¿Por qué no usar el mismo procedimiento de esta sortija para imprimir palabras en un papel? Con esto en mente, se levantó de su silla, buscó un trozo de cera para sellos y la derritió. Al aplicar la sortija con sello a la cera derretida, dejó una impresión en bajorrelieve.
-No -dijo con desaliento-, eso no funcionaría muy bien. Las letras deberían ser alzadas, y no hundidas.
Luego tomó un trozo de madera blanda y comenzó a trabajar con el cincel. Aplicando un poco de pintura a las partes elevadas de la madera, pudo imprimir en un papel el dibujo que había hecho en ella.
-¡Resultará! -dijo al fin-, ¡Con este método puedo imprimir libros completos!
Después de experimentar con su nuevo método, se dio cuenta de que la madera se gastaba demasiado rápido. Pronto comenzó a elaborar letras separadas hechas de metal. Sujetaba las letras sueltas con abrazaderas para formar palabras, oraciones y aun párrafos enteros.
En 1454, Gutenberg comenzó a trabajar en la tipografía de la primera edición impresa de la Biblia. La Biblia de Gutenberg contenía 1.282 páginas, que fueron impresas 300 veces cada una. En un par de años, Gutenberg logró lo que hubiera tardado cientos de años a mano.
Hoy, quedan solo 47 ejemplares de la Biblia de Gutenberg. A cada una de ellas se las considera objetos invaluables. Dudo mucho que algún día puedas obtener uno de esos libros extraordinarios, pero te garantizo que las bendiciones que puedes encontrar en tu propia Biblia tienen el mismo valor. ¿Has encontrado algunas de ellas?
Tomado de : PERSIGUE TUS SUEÑOS, Más allá de los obstáculos, de Dorothy E. Watts.

Dios bendice al que lee a la iglesia las palabras de esta profecía y bendice a todos los que escuchan el mensaje y obedecen lo que dice, porque el tiempo está cerca. (Apocalipsis 1:3)

Aquella tarde me encontraba sentado en la tribuna de uno de los estadios más populares de Buenos Aires (Argentina). Debo confesar que, hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo que el fútbol representa para esta cultura. Pero, poco a poco, las gradas se fueron poblando de aficionados ataviados con los colores del equipo local. Lo curioso es que, sin saberlo, yo estaba sentado justo en la zona del grupo más radical. Pronto el estadio comenzó a vestirse de "trapos”, como la gente llama a las banderas que cuelgan sobre las cercas que están junto al campo, y empezaron a escucharse los cantos. 

Cuando llegó el grupo al son de tambores, cantos y silbatos, la marea humana se fue abriendo espacio para hacerle sitio. A partir de ese momento, los aficionados no dejaron de apoyar a su equipo (y eso que el juego dejó bastante que desear) hasta que finalizó el partido. He de confesar que pocas veces he visto semejante compromiso en favor de un icono: la vestimenta, la actitud, los cantos, el fervor, la pasión, la lealtad. Todos ellos son elementos religiosos. Incluso, por momentos, la gente se puso a saltar sobre las gradas en medio de una excitación bastante peculiar, a la que yo me tuve que unir bajo la intimidatoria mirada de quienes me rodeaban.

Un compromiso de este tipo es una especie de obligación irracional para favorecer algún elemento, aunque no se le entienda ni lo merezca. Simplemente, se hace para canalizar una parte fundamental de la naturaleza humana: la necesidad de adquirir un compromiso. Lo interesante es que hoy se insiste en que la gente no quiere asumir compromisos. Pero lo cierto es que tiene grandes deseos de comprometerse con algo. No obstante, no se quiere comprometer con las instituciones tradicionales, como la iglesia o el matrimonio, sino con elementos tan fugaces como la camiseta de un equipo de fútbol, un popular grupo musical o una figura del mundo de la farándula. Es más práctico pensar que estos elementos tienen atributos sobrenaturales o merecen la devoción personal. Pero eso no es más que el reflejo de una sociedad hambrienta de compromiso.

Dios nos creó con la necesidad de establecer compromisos y rendir nuestra lealtad a algo que merezca la pena. Así no hemos de temer a comprometernos con él, ya que su promesa es: "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
Pide hoy al Señor que te dé el valor de establecer compromisos que edifiquen tu carácter.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal.

"El Señor vigila las sendas de la justicia, y preserva el camino de sus fieles" (Proverbios 2:8)


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En cierta ocasión, una niña de tres años le preguntó a su padre:
-Papá, ¿me puedes dar un caramelo?
-No, no has comido aún -respondió el padre.
-Pero sí voy a comer -insistió la niña.
-Ya te dije que no. No insistas.
-¡Anda, dame un dulce! -dijo en tono más airado.
-No me levantes la voz -contestó el progenitor.
-¡Dame un caramelo o si no, lloro! -amenazó la chiquilla.
-Si lloras, tampoco te lo daré después de comer -fue la respuesta final.
La niña dejó de insistir y se marchó. Más adelante el padre se quedó pensando sobre la manera en que su hija le había exigido el caramelo, y especialmente su frase final: "¡Dame un caramelo o si no, lloro!"

El llanto es una de las principales armas que usan los niños para manipular a los padres. Aunque no lo parezcan, son grandes observadores de la conducta de los adultos y van midiendo la tolerancia de los mayores a sus berrinches y pataletas. De modo que saben perfectamente hasta dónde pueden llegar; pero al menor titubeo de parte de los padres, los niños se preparan para ejercer la manipulación para obtener lo que desean: juguetes, dulces, programas de televisión, entre otros. Al ceder a sus caprichos, los padres se convierten en siervos de sus majestades los niños, quienes gobiernan a placer la voluntad de sus progenitores, bajo la amenaza de romper en llanto ante la menor negativa.

La sobreprotección de los niños favorece la manipulación de estos hacia los padres. Y eso es un antecedente muy malo en la formación del carácter de los infantes. En el futuro serán personas sumamente egoístas que no sabrán convivir con los demás ni cooperar en diversas actividades; es muy probable que sean una verdadera carga para sus futuros cónyuges y compañeros de trabajo. Por eso es muy importante ponerles un tope a los hijos y enseñarles el sentido del límite. De esa manera, los estaremos preparando para ser mejores personas en este mundo.

¿Acaso te molestas cuando tus padres no ceden a tus deseos? ¿Imaginas que no te quieren porque no cumplen tus caprichos? ¿Alguna vez has pensado que están tratando de protegerte? Pero también es cierto que hay jóvenes que manipulan a sus padres amenazándolos con irse de la casa, abandonar los estudios o dejar la iglesia si no ceden a sus caprichos. Ese camino conduce a la ruina. Y más adelante, durante la relación con sus cónyuges, el mal hábito de manipular a otros resurgirá para amargar las vidas de quienes estén a su lado, especialmente esposos e hijos.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal.

“Corrige a tu hijo, y vivirás tranquilo, y a ti mismo te dará grandes alegrías" (Proverbios 29:17).
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Año tras año es la misma historia. Cientos de padres se esfuerzan para que sus hijos estudien en "una buena escuela” o, más bien, una "superescuela". Y claro, aparece una diversidad de ofertas educativas. Hay para todo tipo de clientes: desde las que ofrecen los aprendizajes tradicionales, como idiomas extranjeros, deportes, música, religión, hasta las que aseguran "inyectar” en los niños aptitudes de liderazgo empresarial.

En el fondo del tema de la educación se encuentra un asunto verdaderamente estremecedor: muy pocos padres están dispuestos a cumplir con sus responsabilidades educativas. El Dr. Ben Carson lo dice de la siguiente manera: "Hay demasiados padres y madres biológicos que han renunciado a su función -de cuidadores, protectores, rectores, instructores, inspiradores, alimentado- res y guías- y que delegan todo eso a las niñeras, las iglesias, los grupos de padres, los medios de comunicación o la sociedad en general. Esa irresponsabilidad pone a sus hijos en riesgo, y también el futuro de ellos" (Ben Carson, Corre el riesgo, Miami: Editorial Vida, 2009, p. 198). Carson toca una fibra muy sensible que resulta sumamente incómoda en este tiempo. ¿Acaso toda la responsabilidad educativa descansa únicamente en la escuela? ¿Qué sucede con la familia, por ejemplo?

Elena de White dijo hace varios años que la familia representa "el mayor agente educativo", ya que es ahí donde el niño aprenderá lecciones de respeto, obediencia, reverencia y dominio propio, entre otras, que habrán de conducirlo el resto de su vida (Consejos para los maestros, p. 103). El problema es que hoy millones de padres -ya sea por motivos de trabajo, por escasez de recursos económicos, por ignorancia, por sus desastrosas condiciones emocionales, entre otras- se niegan a reconocer su función como agentes educadores. ¡Si para eso están las escuelas! ¡Por eso los enviamos a excelentes instituciones educativas! Lo cierto es que ninguna escuela, ni aun aquellas que se cobijan bajo el paraguas de la fe cristiana, puede sustituir a unos padres responsables.

¿Qué hay de ti? ¿También estás buscando una superescuela que te garantice un buen futuro? Es muy cómodo depositar toda la responsabilidad en una escuela (especialmente si es cristiana), pero eso no es justo. La indiferencia, la rebeldía o las malas actitudes de tu parte desactivan los mejores esfuerzos de tus maestros para facilitar el aprendizaje. Ahí es donde elementos como el respeto, la obediencia y el dominio propio marcan la diferencia en la adquisición de conocimientos. Y eso lo aprendes en tu casa.
Este día ruega al Señor que te ayude a dar lo mejor en tus estudios.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal.


"El temor del Señor infunde plena confianza, y da esperanza a nuestros hijos" (Proverbios 14:26).


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En " El cartero de Neruda ", el escritor chileno Antonio Skármeta explica el poder de las palabras en un ser humano. Mario Jiménez es un joven que vive en Isla Negra, una apartada provincia en la costa de Chile. Un día consigue un empleo como cartero para llevar la correspondencia al único personaje alfabetizado de su zona: Pablo Neruda. 

Cada día, Mario monta en su bicicleta y entrega al poeta cartas, telegramas y paquetes que le llegan de diversos lugares. Así nace una amistad entre ambos y, en Mario, una profunda admiración hacia el hombre de letras. El poeta le enseña a elaborar metáforas y contemplar la naturaleza. Desde entonces, el muchacho pasa horas leyendo libros y meditando en las enseñanzas de su perínclito maestro. Al poco tiempo, Mario se enamora de Beatriz González, hija de una viuda propietaria de un modesto mesón. Pero ahora, la lengua del humilde cartero es un espada que atraviesa corazones. La chica no resiste el bombardeo de poemas y cartas de amor del arrojado mancebo. La reacción de la viuda es de preocupación, molestia y rabia. Está decidida a actuar contra el encargado del correo. Ante tal situación, Mario le dice a Neruda: "Poeta y compañero: Usted me metió en este lío, y usted de aquí me saca. Usted me regaló sus libros, me enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas (sellos). Usted tiene la culpa de que yo me haya enamorado”.

La lengua tiene más poder del que te imaginas. En cierto sentido, tiene razón Antonio Skármeta cuando dice -en labios de Mario Jiménez- que la lengua tiene usos más elevados que únicamente pegar estampillas. En realidad, la lengua es el instrumento básico de la comunicación humana. Eso es lo que nos ha hecho especiales respecto al resto de las especies de este mundo. La lengua es un patrimonio construido durante siglos, no solamente por escritores, eruditos y académicos, sino por personajes anónimos que la han ido enriqueciendo. Y es que la lengua tiene un poder que muchos desestiman. Somos lo que hablamos. Las palabras transforman nuestra vida. A lo largo de ella aprendemos palabras, las practicamos, transmitimos y reciclamos. Nuestras propias expresiones llegan a convencernos de ilusiones infundadas o de verdades gloriosas que le dan sentido a la existencia.

En las manos de Dios, el lenguaje sigue siendo una de las armas más poderosas para transformar vidas, tanto del transmisor como del receptor.
Hoy pide al Señor que te ayude a usar el lenguaje de la mejor manera para comprender, compartir y proclamar su Palabra.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal
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William Shakespeare escribe sobre el amor al dinero y las dimensiones del odio en El mercader de Venecia. Shylock es un judío usurero que no goza del aprecio de la sociedad. Su trabajo le ha dado una respetable fortuna. Sin embargo, pierde su razón de vivir después de que su hija escapa con su novio robándole buena parte de su fortuna. Ahora ya no tiene razón de vivir y, cegado por el odio y espíritu de venganza, solamente quiere vivir para matar a Antonio, un mercader venido a desgracia que alguna vez despreció al judío, a quien prestó tres mil ducados a condición de que si no los pagaba, cortaría una libra de su carne más cercana al corazón, todo para vengar las actitudes despectivas del mercader. A pesar de lo absurdo de la paga, se establece el trato y se firma ante un notario. Antonio pierde todas sus inversiones y no puede pagar. Entonces, el usurero exige la paga tal como dice el contrato. Pero incluso a pesar de que se le ha ofrecido pagarle el doble de la suma, Shylock está tan lleno de rabia que su propia necedad lo hace quedarse al final sin la vida de Antonio, sin su fortuna y sin su hija.

Es increíble cómo hay personas que viven para destruir la vida de otros. No les importa mentir, injuriar o calumniar a los demás; no se detienen ante ningún obstáculo con tal de aplastar a quienes consideran sus enemigos; andan buscando dónde canalizar sus odios y frustraciones. El hecho de haber sufrido una desgracia no justifica las acciones agresivas hacia otras personas. Vivir para destruir al prójimo no vale la pena. "Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás, y solo puede reportar mal a quien lo abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo, es el verdadero secreto de la bendición” (Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 19).

El apóstol Pablo dice: "No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: 'Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor’" (Romanos 12:19). No permitas que el odio se apodere de tu corazón. Deja que el amor de Dios sane tus heridas y llénate de su Palabra. El Señor dará a cada uno de acuerdo con su justo juicio.

Pide hoy al Señor que elimine los rencores de tu corazón.

"Nunca digas: '¡Me voy a vengar!'Mejor deja que el Señor lo haga por ti” 
(Proverbios 20:22).


Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.

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Francisco J. Briz Hidalgo, autor español, escribió un cuento titulado Los tres perezosos, donde un padre muy enfermo mandó llamar al notario para redactar su testamento. El anciano confesó al funcionario que solo tenía un burro y quería dejárselo al más perezoso de sus hijos. Al poco tiempo, murió. Entonces, el notario reunió a los herederos para leer el testamento. 

¿Pero cómo saber cuál era el más holgazán de sus tres hijos?
Así que explicó a los chicos la última voluntad de su padre y les pidió pruebas de su pereza, amenazándolos con meterlos a la cárcel si no se apresuraban a hablar. 

El primero comentó que un día se le había metido una brasa ardiendo dentro del zapato, pero aunque se estaba quemando le dio pereza moverse; lo bueno fue que unos amigos se dieron cuenta y la apagaron. 

El segundo relató que un día había caído al mar, pero aunque sabía nadar le dio pereza mover los brazos y las piernas, así que empezó a ahogarse; pero se salvó gracias a que unos pescadores lo vieron y lo rescataron. 

Entonces, llegó el turno del tercer hijo, quien mirando al escribano, le dijo con firmeza: "Señor notario, a mí lléveme a la cárcel y quédese con el burro porque yo no tengo ninguna gana de hablar". El notario le respondió: "El burro es para ti, ya que sin duda eres el más perezoso de los tres".

"Hay un remedio para la indolencia; consiste en desechar la pereza como un pecado que conduce a la perdición, y dedicarse al trabajo usando con resolución y vigor la capacidad física que Dios nos ha dado. La única cura para una vida inútil y eficiente es el esfuerzo resuelto y perseverante. No se nos ha dado la vida para que la dediquemos a la ociosidad y la complacencia propia; grandes posibilidades hay colocadas delante de nosotros. En su capital de fuerza, se ha confiado un precioso talento a los hombres para que trabajen. Es de más valor que cualquier depósito bancario y debe ser apreciado altamente; porque mediante las posibilidades que ofrece para habilitar a los hombres a vivir una vida feliz y útil, se le puede hacer rendir interés, e intereses compuestos" [La educación cristiana, p. 317).

Pide hoy al Señor que te ayude a ser una persona trabajadora y servicial.

 "Perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo? ¿Cuándo vas a despertar de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de soñar, un poco de cruzarse de brazos para descansar, y así vendrán tu necesidad y tu pobreza: como un vago, como un mercenario"
(Proverbios 6:9-11)

Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.
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Julián Slim llegó a México con tan solo catorce años procedente de Líbano a principios del siglo XX y sin saber hablar español. Su enorme valor y espíritu de lucha lo ayudaron a salir adelante en medio de una sociedad completamente ajena a la realidad que él había vivido. Así, junto con sus hermanos logró prosperar económicamente en plena Revolución mexicana. Para el año de 1921, La estrella de oriente, el negocio de la familia, ya tenía mercancía superior a los cien mil dólares y Julián había adquirido once propiedades en el centro de la Ciudad de México.


En 1926, Julián se casó con Linda Heló. De ese matrimonio nacería Carlos, un niño muy inquieto desde pequeño. Según cuenta el propio Carlos, cuando todavía era muy pequeño, su padre se le acercó, le puso un billete de gran valor en la mano y le dijo:
-Hijo, ¿ves este billete? Vale mucho. Pero lo importante no es lo que vale, sino lo que tú harás con él.
El niño miraba fijamente a su padre, quien siguió diciéndole:
-¡Claro! Tú puedes hacerlo.
-¿Qué harás con el dinero, hijo? Puedes gastarlo en golosinas, puedes guardarlo en un cajón o puedes duplicarlo.
-¿De verdad? -le preguntó el niño con los ojos chispeantes de la emoción.



Carlos tomó el dinero y fue a comprar unas cuantas bolsas de golosinas. Después las vendió entre sus amigos y, al poco tiempo, ¡había duplicado la cantidad que su padre le había dado! Entonces, se dio cuenta de lo que podía hacer con el dinero. A partir de ese día, empezó a adquirir su propio capital, ¡siendo apenas un niño!



Conocí a Carlos Slim Helú durante unas conferencias celebradas en la Ciudad de México cuando él era uno de los hombres más ricos del mundo. Al brillante empresario le gustaba hablar especialmente a los jóvenes estudiantes para fomentar en ellos la perseverancia, el espíritu emprendedor y una saludable actitud hacia el dinero. A pesar de ser inmensamente rico, era una persona que revelaba una enorme sencillez. No puedo olvidar sus palabras al animarnos a enfrentarnos a la vida: "No tengáis miedo de las crisis económicas, muchachos. En todo momento hay oportunidades para prosperar, incluso en estos escenarios".



¿Te parece que vives en un lugar con grandes desventajas económicas? ¿Consideras que estás condenado a la pobreza a causa de tus orígenes sociales? Deja a un lado esas actitudes, invita al Señor a ser parte de tu vida laboral y asume una actitud diligente.
¡Seguramente pronto verás grandes resultados!



"El indolente no cocina ni su presa; ¡el gran tesoro del hombre es la diligencia!"
(Proverbios 12:27).

Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.
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La calumnia es un mal universal. William Shakespeare le dedicó uno de sus mejores libros, Otelo, a las consecuencias de la calumnia en el alma humana. No pasa de moda, porque es efectiva. Semejante al aceite, siempre deja una mancha.

Se adjudica al filósofo francés Voltaire una frase tristemente célebre en las relaciones humanas: “Calumniad, calumniad, que algo quedará”. Tal es el poder de la calumnia que podrán cerrarse las heridas, pero no las cicatrices.

Es conocido el relato de un hombre que calumnió a un amigo por envidia, y luego visitó a un sabio para pedirle consejo de qué hacer para redimir su culpa. El sabio le dijo: “Toma un saco lleno de plumas pequeñas y espárcelas dondequiera que vayas”. El hombre, muy contento por lo fácil de la tarea, tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día había terminado la tarea. Entonces, volvió al sabio para decirle: “Ya he cumplido con mi deber”. Pero recibió esta respuesta: “Esa era la parte fácil de tu labor. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que desparramaste por las calles. Ve y búscalas”.

Tal es el poder de este pecado que la tradición judía considera al calumniador alguien que niega la existencia de Dios. Negamos a Dios con nuestros labios.

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? [...] El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Salmo 15:1, 3.

La palabra de esta oración que quema nuestros labios como sopa caliente es calumnia, traducida del verbo hebreo ragal, cuyo eco escuchamos cuando el apóstol Santiago habla de los efectos mortíferos de la lengua (Sant. 3:2-11). El calumniador no habitará con Dios.

El texto termina diciendo que el que pretende ser amigo de Dios no “hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino” (Sal. 15:3). Es decir, no calumnia ni admite calumnia.

Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia. ¡Bendita oración, que nos refugia en la hora de la injusticia! La oración templa el espíritu para soportar la tormenta y dejar que pase el tiempo, que, como juez justo, siempre da su veredicto.

Oración: Señor, que no salga palabra ociosa de mi boca.

Tomado de: LAS ORACIONES MÁS PODEROSAS DE LA BIBLIA
Ricardo Bentancur.

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"Nunca abandones a tus amigos ni a los amigos de tu padre. Nunca vayas con tus problemas a la casa de tu hermano. Más vale vecino cercano que hermano lejano" (Proverbios 27:10, DHH).

Hay mucho que se puede decir sobre la amistad. Pero en el versículo de hoy, Salomón nos recuerda tres grandes verdades para cultivar buenas amistades:

1. No abandones a tus amigos ni a los amigos de tu padre. La vida da muchas vueltas. Todos pasamos por momentos difíciles que requieren la mano consoladora de un buen amigo. Cuando las tragedias de la vida golpean a tus amigos, ¿dónde estás tú? ¿O acaso los abandonas cuando la vida comienza a sonreírte y crees que ya no te resultan indispensables? Conservar las amistades es una importante señal de madurez. Además, el versículo hace referencia a consolidar las amistades que tus padres cultivaron y que te conocen desde que eres niño. Ellos representan una parte importante de tu vida. No dejes de visitarlos, llamarlos por teléfono o enviarles un mensaje por correo electrónico. Los buenos amigos nunca estorban.

2. Nunca vayas con tus problemas a la casa de tu hermano. Todos tenemos problemas y circunstancias adversas. Y para eso están los amigos, ya se trate de dificultades económicas, crisis amorosas o aprietos en la escuela. Pero hay que aprender a ser cuidadosos y no recurrir a ellos solo en caso de las supuestas tragedias de nuestras vidas. ¿Quién quiere ser amigo de una persona que se pasa el tiempo rumiando sus problemas y no se le cae la queja de la lengua? Asumir el papel de víctimas no favorece la consolidación de amistades verdaderas. Despertar la lástima de tus amigos terminará por cansarlos y alejarlos de ti.

3. Más vale vecino cercano que hermano lejano. Es muy importante tener amigos. Cuando Dios creó al ser humano, dijo: "No está bien que el hombre esté solo" (Génesis 2:18). Los amigos son un verdadero bálsamo cuando vives a miles de kilómetros de tus familiares. El punto es que todos necesitamos personas que estén cerca de nosotros para compartir con ellos nuestras vidas. De ahí la importancia de no alejarse de los demás y tratar de cultivar amistades en el sitio donde vives. Por lo tanto, esta ha de ser una prioridad en la vida.
Una de las grandes tragedias de este tiempo es la ausencia de buenos amigos en la vida de millones de personas. No obstante, estas tres recomendaciones de Salomón te ayudarán a encontrar, consolidar y mejorar tus amistades.

Pide hoy al Señor su poder para implementar estos consejos en tu vida.

Alejandro Medina Villarreal.

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José tenía muy buen físico y era muy atractivo. Después de algún tiempo, la esposa de su patrón empezó a echarle el ojo y le propuso: “Acuéstate conmigo”». Génesis 39: 6, 7, NVI.

MALCOLM MUGGERIDGE, célebre periodista inglés, escribió en una ocasión: «Hoy la gente tiene el sexo en la mente, lo cual, si uno se pone a pensarlo, es un lugar extraño para tener el sexo». Pero la cultura de hoy está saturada por completo de él. Estados Unidos tiene el sexo en la cabeza de los medios de comunicación las veinticuatro horas del día. En la ciudad, en el campo, en el espacio exterior, en el ciberespacio, el sexo está casi en todas partes.

Está incluso en la Biblia. Nuestro texto de hoy está tomado de uno de los mayores relatos sobre el sexo en toda la Sagrada Escritura. Todo el mundo conoce la historia de José y el intento de seducción por parte de la esposa de Potifar del viril joven esclavo al servicio de su marido. No creas que sus perfumadas insinuaciones amorosas no fueron una tentación para José. Podrían haber sido su billete para la libertad. Pero recuerda que «Acuéstate conmigo» siempre requiere dos revolcones: revolcarte con ella y luego revolcar en el suelo la verdad ocultando el asunto.

La respuesta de José es la línea más crítica de la trama y la línea más importante que hay que memorizar en la batalla de uno contra la tentación sexual: «¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?» (vers. 9, NVI). No contra Potifar, no contra ella, ni siquiera contra sí mismo: el pecado de la tentación sexual es siempre contra Dios.

Pasa igual con la pornografía, la mayor homicida moral del mundo actual. Esta asesina que no discrimina a nadie hace presa de hombres y mujeres de todo tipo. Su insidiosa accesibilidad telemática, su anonimato y su asequibilidad («las tres aes del cibersexo» no admiten supervivientes. ¡He oído a hombres adultos llorar por la intensidad su adicción sexual! ¿Qué puede evitarle a uno la misma angustia? La contestación se encuentra en las respuestas radicalmente opuestas de José y David a la misma tentación sexual: José huyó, David se regodeó en ello. Y en eso estriba la fatal diferencia. Mata el «ratón», cierra la computadora, apaga el DVD, bájate del automóvil, sal de la oficina, quítate del teléfono, tira la revista. ¡Y echa a correr! Huye como si tu vida dependiera de ello, porque depende. «Invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás» (Sal. 50: 15). Hay un Dios que puede librarte de la tentación, de la adicción. Habiendo resistido la batalla sexual cuando estuvo aquí, Cristo promete que tú puedes ser verdaderamente libre (Juan 8: 36). ¿Demasiado tarde para ti? ¡No lo es! «¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!» (Sal. 51: 10). «Lávame y seré más blanco que la nieve» (vers. 7). Gracias al Calvario, como David, puedes llegar a ser una nueva criatura, nuevamente limpia y pura.



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Según los psicólogos, tú yo vivimos en “la era de Narciso”. ¿Quién es Narciso? Según una antigua la leyenda, Narciso era un hombre muy apuesto. Un día se inclinó en un manantial para beber agua y, tras haber contemplado la belleza de su propio rostro reflejada en el agua, se enamoró de sí mismo. Una de las versiones de la leyenda dice que cuando Narciso vio su silueta en el agua, al sentirse el hombre más lindo del mundo, quiso abrazarse y besarse, y se ahogó en el intento.

¿Eres como Narciso? ¿Estás enamorado de ti mismo o de ti misma? Probablemente dirás que no; no obstante, las estadísticas revelan datos verdaderamente preocupantes.

Un estudio realizado entre 1982 y 2006, que abarcó a más de quince mil estudiantes universitarios, puso de manifiesto que ese sector de la población se ha tomado insoportablemente narcisista. Según la investigación, los jóvenes tienden a considerarse superiores al resto de los mortales. Al llenar el formulariodenominado “Inventario de Personalidad Narcisista”, los estudiantes afirmaron: “Si yo gobernara el mundo sería un lugar mejor”, “Creo que soy alguien muy especial”, o “Yo puedo vivir mi vida como me plazca”. ¿Acaso no han salido de tu boca esas mismas expresiones?

Hablando a los Narcisos de hoy, el amigo Pablo nos advierte: “Por el encargo que Dios en su bondad me ha dado, digo a todos ustedes que ninguno piense de sí mismo más de lo que debe pensar” (Romanos 12:3). Alguien podría suponer que el apóstol está atentando contra la autoestima. Por supuesto que no; sin embargo, la línea demarcatoria entre la autoestima y la exaltación propia es muy delgada. La Reina-Va- lera de 1995 dice en Romanos 12:3 que cada quien debe pensar “de sí con cordura”. La palabra griega traducida “cordura” es sofrenéo, y significa “estar en sus cabales”, “pensar con sabiduría”. Cuando yo tengo un concepto de mí mismo más allá del que debo tener, estoy fuera “de mis cabales”; por ende padezco un trastorno psicológico: el complejo de Narciso.
¿Cómo se cura el complejo de Narciso? Reconociendo que todo lo que somos o podamos llegar a ser, es resultado de la gracia divina y no de nuestras cualidades personales.

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Maria Sklodowska demostró que estaba destinada a la grandeza cuando tan solo era una adolescente. Aunque su coeficiente intelectual era mucho más elevado que el de cualquiera de los estudiantes más destacados de Polonia, el motivo de su grandeza no tenía nada que ver, en principio, con su aguda inteligencia, sino con otro aspecto de su personalidad. Cuando su madre murió, Bronya, la hermana mayor de Maria, se hizo cargo de la familia. Su precaria situación financiera no les permitió ingresar a la universidad, y ambas chicas tuvieron que trabajar arduamente para cubrir sus necesidades básicas y ahorrar un poco de dinero a fin de trasladarse a París.

En cierta ocasión, Maria se acercó a Bronya y le dijo: -A este ritmo, ninguna de las dos podrá estudiar. Por tanto, te daré todos mis ahorros para que vayas a París; te seguiré enviando dinero y, cuando termines la universidad, entonces yo comenzaré a estudiar. Bronya se opuso, porque consideraba que Maria debía ir primero porque era mucho más inteligente. -No -le dijo Maria-, tú eres la mayor. Has trabajado mucho y has esperado un largo tiempo. Tú irás primero. Maria constituye un ejemplo vivo de cómo se lleva a la práctica el consejo bíblico de no “buscar mi propio bien sino el de los demás” (1 Corintios 10:33). Pero en una sociedad tan competitiva como la nuestra, ¿darán resultado esas milenarias palabras? Veamos el resto de la historia.

Bronya se fue a París y se matriculó en la facultad de Medicina. Cuando se graduó mandó a buscar a Maria, que de inmediato comenzó a estudiar Física y Matemáticas. Pasados algunos años Maria, a quien ahora llamaban Marie, se casó con Pierre Curie. En 1903 Ma- rie Curie se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Física, y en 1911 ganó el Nobel de Química, convirtiéndose en la primera persona en ganar dos premios Nobel. También fue la primera mujer en ser profesora en la prestigiosa Universidad de París.


Entonces, ¿valió la pena que Marie Curie colocara el bien de su hermana por encima del propio? La respuesta es obvia. La pregunta del millón sería: ¿Te atreverías a seguir su ejemplo?
No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás”.
(1 Corintios 10:24)
Maria Sklodowska demostró que estaba destinada a la grandeza cuando tan solo era una adolescente. Aunque su coeficiente intelectual era mucho más elevado que el de cualquiera de los estudiantes más destacados de Polonia, el motivo de su grandeza no tenía nada que ver, en principio, con su aguda inteligencia, sino con otro aspecto de su personalidad. Cuando su madre murió, Bronya, la hermana mayor de Maria, se hizo cargo de la familia. Su precaria situación financiera no les permitió ingresar a la universidad, y ambas chicas tuvieron que trabajar arduamente para cubrir sus necesidades básicas y ahorrar un poco de dinero a fin de trasladarse a París.
En cierta ocasión, Maria se acercó a Bronya y le dijo: -A este ritmo, ninguna de las dos podrá estudiar. Por tanto, te daré todos mis ahorros para que vayas a París; te seguiré enviando dinero y, cuando termines la universidad, entonces yo comenzaré a estudiar. Bronya se opuso, porque consideraba que Maria debía ir primero porque era mucho más inteligente. -No -le dijo Maria-, tú eres la mayor. Has trabajado mucho y has esperado un largo tiempo. Tú irás primero. Maria constituye un ejemplo vivo de cómo se lleva a la práctica el consejo bíblico de no “buscar mi propio bien sino el de los demás” (1 Corintios 10:33). Pero en una sociedad tan competitiva como la nuestra, ¿darán resultado esas milenarias palabras? Veamos el resto de la historia.
Bronya se fue a París y se matriculó en la facultad de Medicina. Cuando se graduó mandó a buscar a Maria, que de inmediato comenzó a estudiar Física y Matemáticas. Pasados algunos años Maria, a quien ahora llamaban Marie, se casó con Pierre Curie. En 1903 Ma- rie Curie se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Física, y en 1911 ganó el Nobel de Química, convirtiéndose en la primera persona en ganar dos premios Nobel. También fue la primera mujer en ser profesora en la prestigiosa Universidad de París.

Entonces, ¿valió la pena que Marie Curie colocara el bien de su hermana por encima del propio? La respuesta es obvia. La pregunta del millón sería: ¿Te atreverías a seguir su ejemplo?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“Visita mi Muro, 366 Mensajes que Inspiran”
Por: J. Vladimir Polanco

Recordemos hoy lo que nos dice la palabra de nuestro Dios de Amor:  
              No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás”. (1 Corintios 10:24)
                                                          JOHN CARLOS SOTIL LUJAN

                                    DIRECTOR DEL WEB BLOG REFLEXIONES PARA VIVIR

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