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Maria Sklodowska demostró que estaba destinada a la grandeza cuando tan solo era una adolescente. Aunque su coeficiente intelectual era mucho más elevado que el de cualquiera de los estudiantes más destacados de Polonia, el motivo de su grandeza no tenía nada que ver, en principio, con su aguda inteligencia, sino con otro aspecto de su personalidad. Cuando su madre murió, Bronya, la hermana mayor de Maria, se hizo cargo de la familia. Su precaria situación financiera no les permitió ingresar a la universidad, y ambas chicas tuvieron que trabajar arduamente para cubrir sus necesidades básicas y ahorrar un poco de dinero a fin de trasladarse a París.

En cierta ocasión, Maria se acercó a Bronya y le dijo: -A este ritmo, ninguna de las dos podrá estudiar. Por tanto, te daré todos mis ahorros para que vayas a París; te seguiré enviando dinero y, cuando termines la universidad, entonces yo comenzaré a estudiar. Bronya se opuso, porque consideraba que Maria debía ir primero porque era mucho más inteligente. -No -le dijo Maria-, tú eres la mayor. Has trabajado mucho y has esperado un largo tiempo. Tú irás primero. Maria constituye un ejemplo vivo de cómo se lleva a la práctica el consejo bíblico de no “buscar mi propio bien sino el de los demás” (1 Corintios 10:33). Pero en una sociedad tan competitiva como la nuestra, ¿darán resultado esas milenarias palabras? Veamos el resto de la historia.

Bronya se fue a París y se matriculó en la facultad de Medicina. Cuando se graduó mandó a buscar a Maria, que de inmediato comenzó a estudiar Física y Matemáticas. Pasados algunos años Maria, a quien ahora llamaban Marie, se casó con Pierre Curie. En 1903 Ma- rie Curie se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Física, y en 1911 ganó el Nobel de Química, convirtiéndose en la primera persona en ganar dos premios Nobel. También fue la primera mujer en ser profesora en la prestigiosa Universidad de París.


Entonces, ¿valió la pena que Marie Curie colocara el bien de su hermana por encima del propio? La respuesta es obvia. La pregunta del millón sería: ¿Te atreverías a seguir su ejemplo?
No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás”.
(1 Corintios 10:24)
Maria Sklodowska demostró que estaba destinada a la grandeza cuando tan solo era una adolescente. Aunque su coeficiente intelectual era mucho más elevado que el de cualquiera de los estudiantes más destacados de Polonia, el motivo de su grandeza no tenía nada que ver, en principio, con su aguda inteligencia, sino con otro aspecto de su personalidad. Cuando su madre murió, Bronya, la hermana mayor de Maria, se hizo cargo de la familia. Su precaria situación financiera no les permitió ingresar a la universidad, y ambas chicas tuvieron que trabajar arduamente para cubrir sus necesidades básicas y ahorrar un poco de dinero a fin de trasladarse a París.
En cierta ocasión, Maria se acercó a Bronya y le dijo: -A este ritmo, ninguna de las dos podrá estudiar. Por tanto, te daré todos mis ahorros para que vayas a París; te seguiré enviando dinero y, cuando termines la universidad, entonces yo comenzaré a estudiar. Bronya se opuso, porque consideraba que Maria debía ir primero porque era mucho más inteligente. -No -le dijo Maria-, tú eres la mayor. Has trabajado mucho y has esperado un largo tiempo. Tú irás primero. Maria constituye un ejemplo vivo de cómo se lleva a la práctica el consejo bíblico de no “buscar mi propio bien sino el de los demás” (1 Corintios 10:33). Pero en una sociedad tan competitiva como la nuestra, ¿darán resultado esas milenarias palabras? Veamos el resto de la historia.
Bronya se fue a París y se matriculó en la facultad de Medicina. Cuando se graduó mandó a buscar a Maria, que de inmediato comenzó a estudiar Física y Matemáticas. Pasados algunos años Maria, a quien ahora llamaban Marie, se casó con Pierre Curie. En 1903 Ma- rie Curie se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Física, y en 1911 ganó el Nobel de Química, convirtiéndose en la primera persona en ganar dos premios Nobel. También fue la primera mujer en ser profesora en la prestigiosa Universidad de París.

Entonces, ¿valió la pena que Marie Curie colocara el bien de su hermana por encima del propio? La respuesta es obvia. La pregunta del millón sería: ¿Te atreverías a seguir su ejemplo?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“Visita mi Muro, 366 Mensajes que Inspiran”
Por: J. Vladimir Polanco

Recordemos hoy lo que nos dice la palabra de nuestro Dios de Amor:  
              No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás”. (1 Corintios 10:24)
                                                          JOHN CARLOS SOTIL LUJAN

                                    DIRECTOR DEL WEB BLOG REFLEXIONES PARA VIVIR

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