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–Usted me está confundiendo –me interrumpió Adolfo–.
 ¿Por qué dice que la ley y la gracia son parte del mismo evangelio?
–La explicación es simple. La ley tiene un lugar específico; y la gracia, también. No podemos confundir las cosas. La ley tiene la función específica de mostrar el pecado, no de salvar. “Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado” (Romanos3:20).
Ese versículo es claro: “mediante la ley cobramos conciencia del pecado”. Nadie, jamás, será justificado por las obras. La ley no tiene la función de salvar. Quien guarda los Mandamientos creyendo que está obteniendo algún mérito para ganar la salvación está completamente engañado. La ley no salva.
–¿Entonces?
–Ella solamente muestra el pecado. El apóstol Pablo repite ese concepto una y otra vez. “¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: No codicies” (Romanos 7:7).
–Entonces, usted está de acuerdo conmigo en el hecho de que la ley no salva.
–Estoy de acuerdo ciento por ciento. La Biblia es enfática al enseñar que somos salvos únicamente por la gracia de Jesús. “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8, 9).
A esa altura de la conversación, yo podía ver un brillo de alivio en los ojos de Adolfo. Se alegró al comprobar que su creencia en relación con la salvación era bíblica. Entonces, concluyó convencido:
–Si somos salvos por la gracia, ya no necesitamos guardar la ley.
–Vamos a ver si el apóstol Pablo piensa lo mismo. “¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?” (Romanos 6:1, 2).
–En ese pasaje dice que no debemos permanecer en el pecado, pero no habla de la ley.
–Y ¿qué es el pecado? “Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es trasgresión de la ley” (1 S. Juan 3:4). Si no hubiera ley, no habría pecado; entonces, ¿de qué nos salvaría Jesús?  Por lo tanto,la gracia nos libra del pecado, pero no anula la ley.
Adolfo parecía confuso, pero interesado. Él tenía la Biblia abierta en la mano y, mientras yo leía el último versículo, buscó otro y, antes de leer, dijo:
–El apóstol Pablo enseña que el mandamiento, es decir, la ley, solo trae muerte. Mire aquí: “Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto. En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí” (Romanos 7:8, 9). ¿Ve? “cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí”.
–Querido Adolfo, la Biblia necesita ser entendida como un todo. Usted acaba de leer los versículos 8 y 9, pero el versículo 7, ¿se acuerda? dice: “¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: ‘No codicies’ ”. El apóstol Pablo está hablando de la función de la ley y, en los versículos que usted leyó, él amplifica la idea de que no tendría conocimiento del pecado si no fuese por causa de la ley.
–El versículo dice: “Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia” (versículo 8).
–Exactamente. No dice que la ley operó en él la codicia; dice que el pecado, por el mandamiento, operó la codicia. Es decir, fue el mandamiento lo que hizo que tomara conciencia de su situación pecaminosa al mostrarle el pecado.
–Y ¿por qué dice “porque aparte de la ley el pecado está muerto”? (versículo 8).
–Porque si no hubiese ley no habría conocimiento del pecado, y el pecador se consideraría inocente.
Adolfo volvió a leer el texto. Deseaba entender. Quería asimilar cada palabra. Yo continué.

–Usted leyó los versículos 8 y 9. ¿Por qué no leemos los siguientes? Ellos aclaran más lo que el apóstol Pablo dijo: “Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte; porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató. Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno. Pero entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la muerte; ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado” (Romanos 7:10-13).
( Esta historia continuará.... )

                                         Tomada de:  La Única Esperanza de Alejandro Bullon.

JOHN CARLOS SOTIL LUJAN 

DIRECTOR DEL WEB BLOG - REFLEXIONES PARA VIVIR

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