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No te harás imágenes
No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones (Éxodo 20: 4-6).


LOS INTERPRETES JUDÍOS CONSIDERARON estas palabras como el se­gundo mandamiento, del mismo modo como lo consideran la mayo­ría de los protestantes y la Iglesia Ortodoxa Oriental. Sin embargo, en cierta tradición judía, el segundo mandamiento era parte del primero, porque la introducción a los mandamientos: «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo» (vers. 2), la ponían como el primer man­damiento. Pero estas palabras no parecen ser ningún mandamiento, sino más bien una introducción del Creador de estos mandamientos.

A partir del siglo V de nuestra era, especialmente por la influencia de Agustín, se consideró que estas palabras eran parte del primer mandamiento: «No ten­drás dioses ajenos ni te harás ninguna imagen». Es obvio que el segundo man­damiento está muy relacionado con el primero, y dio pie a considerarlo como parte de él. Pero esto reducía los mandamientos a nueve. Puesto que el Penta­teuco dice que los mandamientos eran diez, para no romper ese número, el décimo fue dividido en dos, ya que ninguno de los otros mandamientos se prestaba para dividirlo en dos. La división del décimo en dos no resultó muy natural, porque el tema del décimo mandamiento es la codicia, y no es lógico separar «no codiciar la mujer del prójimo» de «no codiciar las cosas del prójimo».

Aparentemente, no hubo, al principio, la intención premeditada de evi­tar un mandamiento específico contra la adoración de imágenes cristianas, porque entonces no existían, pero a la postre, sirvió a ese propósito. Sin em­bargo, ¿cuál es la diferencia entre el primer mandamiento y el segundo? Eso lo leerá mañana.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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