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Yo, el Señor, amo la justicia, pero odio el robo y la iniquidad (Isaías 61: 8)

EL DERECHO Y RESPETO a la propiedad ajena, que es el principio que subyace en este mandamiento, abarca muchas facetas de la vida diaria. La lista continúa:
«Los empleadores roban cuando retienen de sus empleados los beneficios que les prometieron, permiten que se atrase el pago de sus salarios, obligan a sus empleados a trabajar fuera de horario sin la debida remuneración, los privan de cualquier otra consideración que razonablemente tienen derecho a esperar» (Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 618).

«Roban quienes ocultan mercancías de un inspector de aduana o las desfiguran en cualquier forma, o los que falsean sus declaraciones de impuestos, o quienes defraudan a los mercaderes incurriendo en deudas que nunca pueden ser cubiertas, o los que en vista de una bancarrota inminente transfieren sus propiedades a un amigo, con el entendimiento de que más tarde le serán devueltas» (ibíd.)

Aun hay otras formas más sutiles de robar a los demás: «Quitándoles su fe en Dios mediante la duda y la crítica; mediante el efecto destructor de un mal ejemplo, cuando ellos esperaban de nosotros una conducta muy diferente; confundiéndolos o dejándolos perplejos mediante declaraciones que no están preparados para entender; con chismes calumniosos y perniciosos que pueden despojarlos de su buen nombre y carácter» (ibíd.)

También es robar cuando se «retiene de otro lo que en justicia le pertenece, o se apodera de lo ajeno para su propio uso». Cuando se aceptan «como propios el reconocimiento por el trabajo o las ideas de otros»; cuando se «usa lo ajeno sin permiso», o se aprovechan «de otro en cualquier forma» (ibíd) Se infringe este mandamiento cuando violamos los derechos legítimos de autoría al copiar libros, discos compactos, programas de computadora, o películas para evadir el pago de un precio justo. Cuando obtenemos una calificación que no merecemos y la conseguimos copiando al compañero de al lado, o copiando las tareas o la investigación de alguien en lugar de hacerlas nosotros.

Meditemos en esto: «Jugar con los corazones es un crimen no pequeño a la vista de un Dios santo» (El hogar cristiano, p. 48).
Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com




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