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Solo la fe puede dormir sin preocupaciones
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?» Marcos 4:38

Ya conoces la historia. El mar tranquilo y seguro. La calma daba a los discípulos una sensación de seguridad mientras navegaban sobre el mar de Galilea. No sentían ningún temor. La serenidad de la superficie de las aguas les transmitía sentimientos de completa paz. No sentían ninguna preocupación.

Pero de repente todo cambió dramáticamente. La frágil embarcación se vio agitada por una de las típicas y repentinas tormentas del mar de Galilea. Los fuertes vientos levantaron grandes olas que pusieron inmediatamente en peligro la embarcación. La paz y la seguridad desaparecieron. El terror se apoderó de los doce discípulos. Los gritos de temor se mezclaron con los gritos de frenética actividad para tratar de salvar la barca y sus vidas. Lucharon como siempre lo habían hecho, para salvarse. En su lucha y desesperación para salvarse a sí mismos, olvidaron que Jesús iba con ellos en la barca.

Pero Jesús dormía tranquilamente. ¿Has pensado alguna vez en esta circunstancia? ¡Dormir en medio del fragor de los truenos, los relámpagos, las olas y los gritos de aquellos doce hombres! ¡Y de la espuma producida por el agua que azotaba a la embarcación y que sin duda lo mojaba a él! Pues sí, a pesar de todo eso, Jesús dormía.

Solamente la fe es capaz de dormir sin temor ni preocupaciones. La fe se aferra a la seguridad de Dios. La fe le toma la palabra a Dios. La fe mira más allá de las circunstancias. La fe ve una salida más allá del oscuro túnel del dolor y la prueba. Los discípulos estaban aterrorizados mientras Jesús dormía. Solamente la fe es capaz de vencer el temor. La fe de Daniel venció el temor a los leones. La fe de José venció el temor al pozo de la desesperación, a la prisión y a la muerte, que eran la suerte de un esclavo. 1 ,a fe de David venció el temor al gigante Goliat. La fe de la viuda de Sarepta venció el temor al hambre y a la muerte.

El cristiano de fe no depende de las circunstancias. Cree cuando el mar está sereno y las condiciones son favorables; y cree cuando sopla airada la tempestad. El cristiano dice: «En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado» (Sal. 4: 8). En el caso de nuestro Señor, ese pasaje podría parafrasearse así: «Aunque sople airada la tempestad y retumben los truenos y me moje el agua, en paz me acostaré y asimismo dormiré». Digamos nosotros lo mismo hoy, no importa la tempestad que nos amenace.


Septiembre 19: Agrada a Dios aquí y ahora
Sin fe es imposible agraciar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6


Todos estamos familiarizados con aquel dicho que dice: «Ver para creer». Pero en el lenguaje de Dios es todo lo contrario, por lo cual el dicho diría: «Creer para ver». Por eso, como en el cielo todo el mundo verá bien, no será necesaria la fe. Pero aquí, es imposible agradar a Dios sin este elemento tan importante. El apóstol presenta varios ejemplos de los ilustres personajes que tuvieron verdadera «fe».

Abel, el justo; Enoc, el que fue traslado al cielo sin ver la muerte; Noé, varón perfecto en su tiempo; Abraham, el padre de la fe; Isaac, el pacificador; Jacob, el vencedor de Dios y de los hombres; Sara, la princesa feliz; José, la rama fructífera; Moisés, el gran conductor de pueblos; Rahab, la ramera convertida; y muchos otros, que agradaron a Dios porque tuvieron fe.
¿Por qué es imposible agradar a Dios sin fe? Un ejemplo de esto son Abel y Enoc: Abel fue justo y Enoc caminó con Dios. Sin fe no habrían podido dar semejante testimonio. Lo mismo debemos hacer nosotros. No tanto esforzarnos por ser justos y caminar con Dios, como hicieron estos héroes, sino viviendo por fe, como ellos vivieron, para poder agradar a Dios como ellos lo hicieron.

También la creencia en la existencia de Dios es producto de la fe. Solo por la fe puede vivir el cristiano sirviendo a un Dios a quien no puede ver. Sin fe es imposible servir a Dios. Pero el cristiano que tiene fe no solo cree en la existencia de Dios; sino que para él es más real que si lo hubiera visto. Por eso dice San Pablo: «Porque por fe andamos, no por vista» (2 Cor. 5: 7). La vista es un estorbo para el cristiano. La fe es más segura para «andar con Dios», como lo hicieron todos los héroes de la fe.
También es importante creer en el galardón que Dios tiene preparado para sus hijos fieles. Los hombres de fe tienen «la mirada puesta en el galardón», como Moisés (Heb. 11: 26). El mayor galardón que los héroes de la fe (nosotros entre ellos) recibirán es que «verán su rostro y su nombre estará en sus frentes» (Apoc. 22: 4).

La fe es una de las cosas que más agradan a Dios. Y, por supuesto, los hombres y las mujeres de fe son sus favoritos. La fe es algo que tenemos el privilegio de poner en práctica aquí y ahora. Decide hoy vivir por fe para agradar a Dios.


Septiembre 18 : La disciplina de la lengua
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Efesios 4:29


Solemos hablar de la disciplina personal, de la de los hijos, de la eclesiástica..., pero hablamos muy poco de la disciplina de la lengua. Sin embargo, ¡cuánta necesidad tiene el mundo de una disciplina de la lengua! Santiago dijo que una lengua indisciplinada es «un mundo de maldad» (Sant. 3: 6). Nuestra lengua debe ser disciplinada para que no pronuncie palabras falsas, airadas, mentirosas, corrompidas, innecesarias, blasfemas y de juicio y condenación hacia los demás.

En cambio, la lengua también debe ser disciplinada para que pronuncie palabras que edifiquen a los demás y que den gracia a los oyentes, como dice nuestro versículo de hoy. Otra vez cabe consignar aquí las instrucciones que nuestro Señor dio en el Sermón del Monte, que, según todos los cristianos aceptamos, es la ley fundamental del reino de Dios: «Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede» (Mat. 5: 37).
La solemne amonestación de Jesús está en armonía con la literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Proverbios 13: 3 afirma: «El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad». Nuestro Señor dijo que todo lo que digamos después de decir «Sí», o «No», ya tiene un mal origen. Y Salomón dice que quien abre mucho sus labios (para hablar, por supuesto) «tendrá calamidad». Por eso, el rey sabio aconsejó: «No dejes que tu boca te haga pecar» (Ecl. 5.6).

No es posible ponderar en exceso la gravedad de hablar demasiado. La persona que habla demasiado se expone a muchos errores, de muchos de los cuales solo se enterará cuando ya sea demasiado tarde. El que habla mucho no se da cuenta de que va dejando una ola de heridas por el camino que transita, y tarde o temprano lo alcanzará la «calamidad».


La persona que disciplina su lengua tiene grandes ventajas. Se librará de muchos problemas ahora y en la eternidad. Uno de los peligros es dañar a las criaturas de Dios. Las palabras descuidadas podrían afectar y dañar a esas personas, que son el proyecto de Dios.


Decide hoy no hablar mal de otros, juzgarlos y condenarlos. Entonces en la comunidad cristiana fluirá el gozo. Muchas cosas buenas ocurrirán en tu relación matrimonial, en la iglesia y en tu lugar de trabajo si disciplinas tu lengua. Si así lo haces, todas tus palabras serán edificantes y llenarán de gracia y de gozo el corazón de todos los que las escuchen.


Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/

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