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Archive for julio 2009
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Promueve la paz
Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
Romanos 12:18
Una hermana de la iglesia se me acercó y me dijo: «Hoy quiero tomar parte en la cena del Señor, pero desde hace un año estoy enemistada con mi hermana y creo que eso me dificulta participar de ese rito sagrado. ¿Qué cree usted que podría hacer para no perderme esta bendición?» Le dije: «Pida perdón a su hermana. Se sentirá muy bien y entonces podrá participar». «Estoy lista para hacerlo, me contestó, «pero el problema es que mi hermana no vive aquí». Le respondí: «Si en su corazón está el deseo de buscar la paz con su hermana y pedirle perdón, puede unirse con nosotros en esta celebración, y luego viajar a donde ella a pedirle perdón». «Iré», me dijo, «pero, conociendo a mi hermana, estoy segura de que no aceptará mis disculpas».
¿Has encontrado personas que no te permiten ser amables con ellas? A pesar de tus muestras de amor y tu gesto cortés, reaccionan con enojo y desconfianza; son negativos, y hasta te presentan reproches en los que te acusan de tener turbios motivos en tu corazón. ¿Cómo debe responder el cristiano a aquellos que no aceptan sus intentos de lograr la paz?
Los cristianos somos llamados por Dios para ser agentes de paz. El Señor ha dado en su santa Palabra instrucciones claras y específicas mediante las cuales nos ordena practicar la paz con todas las personas, tanto con las que nos agradan como con las que nos desagradan, con los que hemos ofendido y con los que nos han ofendido.
El texto bíblico arriba citado da por sentado que hay personas que no aceptarían nuestro ofrecimiento de paz sincero y cristiano. En ese versículo se nos dan dos principios que deben seguirse al procurar hacer la paz.
Lo primero que dice es «Si es posible». Esto significa que habrá ocasiones cuando procurar la paz con otras personas no será posible. La persona en cuestión no tendrá ningún interés en arreglar sus diferencias y sentirá satisfacción en causarte sufrimiento y dolor.
En segundo lugar, la frase «en cuanto dependa de vosotros» indica que debemos buscar la paz siempre y cuando lo hagamos regidos por los principios dados por Dios. Cuando las condiciones para la paz contradicen las reglas Divinas, entonces la paz es inaceptable.
Hoy es un buen día para buscar la paz con aquellos que nos han hecho sentir mal. Aunque haya personas difíciles, intenta buscarlas, porque es tu responsabilidad procurar la paz.
Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
Romanos 12:18
Una hermana de la iglesia se me acercó y me dijo: «Hoy quiero tomar parte en la cena del Señor, pero desde hace un año estoy enemistada con mi hermana y creo que eso me dificulta participar de ese rito sagrado. ¿Qué cree usted que podría hacer para no perderme esta bendición?» Le dije: «Pida perdón a su hermana. Se sentirá muy bien y entonces podrá participar». «Estoy lista para hacerlo, me contestó, «pero el problema es que mi hermana no vive aquí». Le respondí: «Si en su corazón está el deseo de buscar la paz con su hermana y pedirle perdón, puede unirse con nosotros en esta celebración, y luego viajar a donde ella a pedirle perdón». «Iré», me dijo, «pero, conociendo a mi hermana, estoy segura de que no aceptará mis disculpas».
¿Has encontrado personas que no te permiten ser amables con ellas? A pesar de tus muestras de amor y tu gesto cortés, reaccionan con enojo y desconfianza; son negativos, y hasta te presentan reproches en los que te acusan de tener turbios motivos en tu corazón. ¿Cómo debe responder el cristiano a aquellos que no aceptan sus intentos de lograr la paz?
Los cristianos somos llamados por Dios para ser agentes de paz. El Señor ha dado en su santa Palabra instrucciones claras y específicas mediante las cuales nos ordena practicar la paz con todas las personas, tanto con las que nos agradan como con las que nos desagradan, con los que hemos ofendido y con los que nos han ofendido.
El texto bíblico arriba citado da por sentado que hay personas que no aceptarían nuestro ofrecimiento de paz sincero y cristiano. En ese versículo se nos dan dos principios que deben seguirse al procurar hacer la paz.
Lo primero que dice es «Si es posible». Esto significa que habrá ocasiones cuando procurar la paz con otras personas no será posible. La persona en cuestión no tendrá ningún interés en arreglar sus diferencias y sentirá satisfacción en causarte sufrimiento y dolor.
En segundo lugar, la frase «en cuanto dependa de vosotros» indica que debemos buscar la paz siempre y cuando lo hagamos regidos por los principios dados por Dios. Cuando las condiciones para la paz contradicen las reglas Divinas, entonces la paz es inaceptable.
Hoy es un buen día para buscar la paz con aquellos que nos han hecho sentir mal. Aunque haya personas difíciles, intenta buscarlas, porque es tu responsabilidad procurar la paz.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Olvida las faltas de tus hermanos
Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.
2 Timoteo 4:11
Perdono, pero no olvido». «Mantengo fresco en mi mente lo que me hiciste, como si hubiera ocurrido ayer». «Jamás lo olvidaré». «Aunque transcurra un siglo, siempre lo recordaré». ¿Te resultan familiares estas frases? Son muy conocidas, ¿verdad? Muchos sienten satisfacción y orgullo al expresarse así. ¿Deseas poner obstáculos a tu vida cristiana? ¿Quieres vivir infeliz todos los días de tu vida? Entonces recuerda las faltas cometidas por tus hermanos.
Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.
2 Timoteo 4:11
Perdono, pero no olvido». «Mantengo fresco en mi mente lo que me hiciste, como si hubiera ocurrido ayer». «Jamás lo olvidaré». «Aunque transcurra un siglo, siempre lo recordaré». ¿Te resultan familiares estas frases? Son muy conocidas, ¿verdad? Muchos sienten satisfacción y orgullo al expresarse así. ¿Deseas poner obstáculos a tu vida cristiana? ¿Quieres vivir infeliz todos los días de tu vida? Entonces recuerda las faltas cometidas por tus hermanos.
El apóstol Pablo le suplicó a Timoteo que le llevara a Marcos. ¿A Marcos? ¿El desertor? ¿El cobarde? ¿El que los había abandonado en el primer viaje misionero? Sí, el paladín del evangelio, pide que le traigan al desertor. Lo consideraba útil y estaba dispuesto a tomarlo como ayudante. Pablo terminó su carrera con gozo porque no permitió que el recuerdo de las faltas de sus hermanos estorbara su viaje hacia la meta. Los meses se convirtieron en años, y los años en décadas; y ahora el anciano escribe a Timoteo. «Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio». De alguna manera, en el transcurso de aquellos años, Pablo había olvidado y perdonado los fracasos de Marcos.
Muchas personas viven su vida como si jamás pudieran olvidar las ofensas recibidas. Son incapaces de olvidar un agravio. Conservan una lista de todas las ofensas que han cometido contra ellas. Si deseas vivir una vida absolutamente miserable, entonces pon una marca indeleble en tus ofensores para no perderlos de vista.
El perdón sana las heridas. Las heridas que no han sanado son las que producen amargura. La amargura que produce un espíritu crítico y mordaz parece difícil de curar. La amargura envenena la vida de oración, arruina la vida familiar, destruye la carrera profesional, el trabajo y la vida espiritual. Si la vida cristiana es una lucha, entonces recibirás heridas. Si es una carrera, en algún momento recibirás un golpe.
Escuché la historia de un padre cuyo corazón fue herido por su hija. Ella se había casado, contra la voluntad de su progenitor, con un hombre divorciado. Su corazón se llenó de resentimiento y amargura contra su hija hasta el extremo de que nunca la perdonó. Quizá por su profundo resentimiento, enfermó gravemente y fue hospitalizado. Cuando su hija fue a visitarlo, volvió su rostro hacia la pared. No podía olvidar su falta y por lo tanto, no podía perdonarla.
¿Hay algún Marcos en tu vida? Hoy es un buen día para pedir que te lo traigan. Perdona y olvida las faltas de tus hermanos para que Dios perdone y olvide las tuyas.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Personas difíciles de amar
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
Mateo 3:4
Somos diferentes de otras personas. No solo nuestras huellas digitales y nuestro ADN; también nuestras costumbres, nuestras prácticas, nuestras preferencias y nuestros gustos lo son. Y la diferencia todavía es mayor cuando somos de otra cultura. Juan el Bautista nos causaría una impresión muy extraña en la actualidad. Su forma de vestir, su manera de hablar, su cabello de nazareo, su forma de alimentarse, y muchas otras características suyas podrían hacérnoslo ver inaceptable, difícil de amar. A veces encontramos personas raras en la vida. Individuos que complican nuestro mundo y que son difíciles de amar. Otros, por sus defectos de carácter, nos desagradan; son como aguijones y espinas, que con solo tocarlos nos hieren. ¿Deseas que el mundo cambie para sentirte seguro? ¿Quisieras que cambiaran todas esas personas raras para poder amarlas? Es imposible. La solución es que Dios te cambie a ti para que aprendas el arte de amar a los que son diferentes. No son los demás los que deben cambiar. Debes cambiar tú por el bien del mundo.
Juan el Bautista nos enseña algunas verdades importantes que nos ayudan a relacionarnos mejor con los demás y aceptarlos a pesar de sus diferencias:
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
Mateo 3:4
Somos diferentes de otras personas. No solo nuestras huellas digitales y nuestro ADN; también nuestras costumbres, nuestras prácticas, nuestras preferencias y nuestros gustos lo son. Y la diferencia todavía es mayor cuando somos de otra cultura. Juan el Bautista nos causaría una impresión muy extraña en la actualidad. Su forma de vestir, su manera de hablar, su cabello de nazareo, su forma de alimentarse, y muchas otras características suyas podrían hacérnoslo ver inaceptable, difícil de amar. A veces encontramos personas raras en la vida. Individuos que complican nuestro mundo y que son difíciles de amar. Otros, por sus defectos de carácter, nos desagradan; son como aguijones y espinas, que con solo tocarlos nos hieren. ¿Deseas que el mundo cambie para sentirte seguro? ¿Quisieras que cambiaran todas esas personas raras para poder amarlas? Es imposible. La solución es que Dios te cambie a ti para que aprendas el arte de amar a los que son diferentes. No son los demás los que deben cambiar. Debes cambiar tú por el bien del mundo.
Juan el Bautista nos enseña algunas verdades importantes que nos ayudan a relacionarnos mejor con los demás y aceptarlos a pesar de sus diferencias:
• Las personas más dedicadas parecen raras. Están en este mundo, tal como son, porque Dios las necesita para cumplir sus propósitos. Son la respuesta de Dios a muchas necesidades que no comprendemos. Por su manera rara de ser encajan perfectamente en el lugar y la época en que viven para la tarea que Dios les ha asignado.
• Busca la sencillez y serás usado por Dios. Aprende a llevar el "pelo de camello" de una vida espiritual interior. Afórrate al Señor en la necesidad desértica de tu propia devoción. Puede ser que tu apego a la voluntad del Señor y tus prácticas cristianas te hagan parecer una persona rara. Cuando ames al Señor con todo tu corazón, el deseo de quedar bien a los ojos de los demás perderá su importancia.
• Debemos practicar una vida de sumisión a Dios. Somete tu voluntad al Señor. Entrégale todo lo que eres y todo lo que puedes ser. Dile a Dios: «Hazme como tú deseas que sea. Acepto tus costumbres, tu alimento, tu vestuario. No diré al mundo: "Aquí estoy", le diré: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo"».
Di a Dios: «Señor, no me importa que el mundo me considere raro. Deseo hacer tu voluntad, y ser semejante a Jesús».
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Julio 28
Un amigo verdadero
Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David en Mores, y fortaleció su mano en Dios.
1 Samuel 23:16
Los amigos son necesarios. Un amigo sincero es una mano que ayuda y auxilia en tiempo de necesidad. Con toda razón se ha dicho que un amigo es como la sangre, que acude a la herida sin que nadie la llame.
Los amigos se quitan la máscara y se revelan como son, sin inhibiciones. Los psicólogos hablan de la necesidad de tener un "amigo significativo". Dicen que a ese amigo se le pueden revelar todos los secretos de la vida sin ningún temor. Los amigos se dan totalmente, en libertad absoluta. Puede abrirse el corazón delante de ellos, sin reservas.
Según se describe en el relato bíblico registrado en 1 Samuel 23:14-18, Jonatán era un verdadero amigo de David. Aunque era el heredero legitimo al trono, no manifestó ni celos ni envidia hacia su amigo David. Aceptó la preeminencia de David; aceptó que sería rey de Israel y humildemente decidió ocupar el segundo lugar.
Los verdaderos amigos están dispuestos a dar no solo cosas o posiciones, sino la vida misma. Jonatán enseña que los amigos verdaderos son una fuente constante de ánimo. David era atormentado constantemente por el odio asesino del rey Saúl. No importaba dónde se encontrara, ya fuera metido en una cueva o detrás de un arbusto, o quizás oculto en una colina, o detrás de un peñasco, esperaba que en cualquier momento Saúl lo encontrara y acabara con su vida. Pero David tenía la bendición de contar con un amigo como Jonatán. Él estaba ahí para fortalecerlo. Lo visitó en el desierto y le dio palabras de aliento: «No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti» (1 Sam. 23:17). Se parecía a Juan el Bautista, el mayor de los profetas, quien dijo, comparándose con Jesús: «A él conviene crecer, mas a mí menguar» (Juan 3: 30).
Decide esta mañana ser un buen amigo. Escucha a tus amigos. Anímalos a expresar cuanto sienten. Si sienten deseos de llorar, déjalos romper en llanto. Si quieren quejarse, permíteles que expresen sus quejas. Escúchalos con toda atención y empatia. Como verdadero amigo, nunca abandones a esas personas que confían en ti. Deja que sean ellas mismas; anímalas a desarrollar su individualidad.
Busca a tu amigo. Dile que comprendes su dolor y que puede contar contigo. Sobre todo, nunca olvides al mejor amigo que tienes: el Señor Jesucristo. ¿Qué clase de amigo eres tú?
Un amigo verdadero
Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David en Mores, y fortaleció su mano en Dios.
1 Samuel 23:16
Los amigos son necesarios. Un amigo sincero es una mano que ayuda y auxilia en tiempo de necesidad. Con toda razón se ha dicho que un amigo es como la sangre, que acude a la herida sin que nadie la llame.
Los amigos se quitan la máscara y se revelan como son, sin inhibiciones. Los psicólogos hablan de la necesidad de tener un "amigo significativo". Dicen que a ese amigo se le pueden revelar todos los secretos de la vida sin ningún temor. Los amigos se dan totalmente, en libertad absoluta. Puede abrirse el corazón delante de ellos, sin reservas.
Según se describe en el relato bíblico registrado en 1 Samuel 23:14-18, Jonatán era un verdadero amigo de David. Aunque era el heredero legitimo al trono, no manifestó ni celos ni envidia hacia su amigo David. Aceptó la preeminencia de David; aceptó que sería rey de Israel y humildemente decidió ocupar el segundo lugar.
Los verdaderos amigos están dispuestos a dar no solo cosas o posiciones, sino la vida misma. Jonatán enseña que los amigos verdaderos son una fuente constante de ánimo. David era atormentado constantemente por el odio asesino del rey Saúl. No importaba dónde se encontrara, ya fuera metido en una cueva o detrás de un arbusto, o quizás oculto en una colina, o detrás de un peñasco, esperaba que en cualquier momento Saúl lo encontrara y acabara con su vida. Pero David tenía la bendición de contar con un amigo como Jonatán. Él estaba ahí para fortalecerlo. Lo visitó en el desierto y le dio palabras de aliento: «No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti» (1 Sam. 23:17). Se parecía a Juan el Bautista, el mayor de los profetas, quien dijo, comparándose con Jesús: «A él conviene crecer, mas a mí menguar» (Juan 3: 30).
Decide esta mañana ser un buen amigo. Escucha a tus amigos. Anímalos a expresar cuanto sienten. Si sienten deseos de llorar, déjalos romper en llanto. Si quieren quejarse, permíteles que expresen sus quejas. Escúchalos con toda atención y empatia. Como verdadero amigo, nunca abandones a esas personas que confían en ti. Deja que sean ellas mismas; anímalas a desarrollar su individualidad.
Busca a tu amigo. Dile que comprendes su dolor y que puede contar contigo. Sobre todo, nunca olvides al mejor amigo que tienes: el Señor Jesucristo. ¿Qué clase de amigo eres tú?
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
La zarza ardiente
Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego, en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Éxodo3:2
La experiencia de Moisés ante la zarza ardiente rebosa de lecciones para nosotros hoy. Allí se encontró con Cristo, la segunda persona de la Deidad, «el Ángel de Jehová», el «Ángel del pacto» (Mal. 3: 1). Moisés supo de quién se trataba porque desde la antigüedad Dios se había comunicado con sus siervos bajo ese nombre (Gen. 22:11).
Por otro lado, según la Biblia (Jue. 9: 8-15), la zarza era la planta más humilde, pues palidecía al compararla con árboles más nobles y de mayor porte. Ello vendría a representar la humildad del Estado de Israel en comparación con los otros pueblos de la tierra. ¿Por qué decidió Dios manifestarse en un arbusto tan poco atractivo como la zarza? ¿Por qué no eligió un árbol más noble que hubiese en la región del Sinaí? Porque deseaba dar un mensaje a Moisés. Quería comunicarle que su pueblo, tan humilde y esclavizado en Egipto, era su pueblo, y que no se avergonzaba de ellos. Por eso la zarza ardiente era «una apropiada representación visible del mensaje que Dios impartió allí a Moisés y del valor que Dios le concedía a Israel al ser su Dios y ellos ser su pueblo».
¿Eres de origen y condición humilde? No te desalientes: Dios quiere mostrar su luz en su pueblo como iglesia, y en ti como miembro. Recuerda que nuestro Señor Jesucristo fue representado como «raíz de tierra seca»; no había en él «parecer ni hermosura» (Isa. 52: 14 - 53: 2). Sin embargo, será exaltado «hasta lo sumo» y se le dará un nombre «que es sobre todo nombre» (FU. 2: 9). Lo mismo ocurrirá con el pueblo de Dios.
Además, así como ardía la zarza, debemos "arder" para Dios. El apóstol Pablo dijo algo relacionado con esto: «Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo» (Fil. 2:15). Y una reflexión más: ¿Cuánto tiempo había estado ardiendo la zarza antes de que Moisés lo notara? Conviene reflexionar, no sea que Dios también quiera hablarnos desde una zarza que espera que veamos.
Quizá Dios ponga hoy una zarza ardiente en tu vida para que hagas un alto en el camino. Arde hoy por Dios, como la zarza del Sinaí. Participa en el plan maravilloso que Dios tiene hoy para ti.
Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego, en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Éxodo3:2
La experiencia de Moisés ante la zarza ardiente rebosa de lecciones para nosotros hoy. Allí se encontró con Cristo, la segunda persona de la Deidad, «el Ángel de Jehová», el «Ángel del pacto» (Mal. 3: 1). Moisés supo de quién se trataba porque desde la antigüedad Dios se había comunicado con sus siervos bajo ese nombre (Gen. 22:11).
Por otro lado, según la Biblia (Jue. 9: 8-15), la zarza era la planta más humilde, pues palidecía al compararla con árboles más nobles y de mayor porte. Ello vendría a representar la humildad del Estado de Israel en comparación con los otros pueblos de la tierra. ¿Por qué decidió Dios manifestarse en un arbusto tan poco atractivo como la zarza? ¿Por qué no eligió un árbol más noble que hubiese en la región del Sinaí? Porque deseaba dar un mensaje a Moisés. Quería comunicarle que su pueblo, tan humilde y esclavizado en Egipto, era su pueblo, y que no se avergonzaba de ellos. Por eso la zarza ardiente era «una apropiada representación visible del mensaje que Dios impartió allí a Moisés y del valor que Dios le concedía a Israel al ser su Dios y ellos ser su pueblo».
¿Eres de origen y condición humilde? No te desalientes: Dios quiere mostrar su luz en su pueblo como iglesia, y en ti como miembro. Recuerda que nuestro Señor Jesucristo fue representado como «raíz de tierra seca»; no había en él «parecer ni hermosura» (Isa. 52: 14 - 53: 2). Sin embargo, será exaltado «hasta lo sumo» y se le dará un nombre «que es sobre todo nombre» (FU. 2: 9). Lo mismo ocurrirá con el pueblo de Dios.
Además, así como ardía la zarza, debemos "arder" para Dios. El apóstol Pablo dijo algo relacionado con esto: «Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo» (Fil. 2:15). Y una reflexión más: ¿Cuánto tiempo había estado ardiendo la zarza antes de que Moisés lo notara? Conviene reflexionar, no sea que Dios también quiera hablarnos desde una zarza que espera que veamos.
Quizá Dios ponga hoy una zarza ardiente en tu vida para que hagas un alto en el camino. Arde hoy por Dios, como la zarza del Sinaí. Participa en el plan maravilloso que Dios tiene hoy para ti.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Dejemos de hablar de la misión
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Mateo 9:35
La misión divina demanda que contemplemos las cosas como las veía Jesús, que las sintamos como las sentía él, que vayamos a los sitios como lo hacía el Salvador. Esa misión exige que oremos fervientemente al Señor de la cosecha (Luc. 10: 2). Por último, demanda que nosotros mismos nos entreguemos a la misión. Ya llegó el tiempo en que debemos dejar de hablar acerca de la misión y dedicarnos en cambio a hacer la misión.
Jesús vino del cielo a la tierra. ¡Fue el primer y el más grande misionero de todos los tiempos! Cumplió la gran misión de revelar el amor de Dios, su gracia y su misericordia. Jesús vino a donde nosotros estábamos y se encarnó. Por así decirlo, nosotros también nos encarnamos para cumplir la misión. Por eso no solo enviamos vídeos o libros a las personas que necesitan ser alcanzadas. Vamos a esas personas porque nada puede reemplazar nuestro lugar entre ellas, cumpliendo así nuestra misión personalmente, "en la carne".
La misión divina significa, finalmente, que nosotros debemos participar. Juan 3: 16 no dice que Dios amó tanto al mundo que nombró un comité o una fuerza de trabajo. No. Envió a su Hijo. En una de las escenas más dramáticas de la Biblia, Dios se dirige a Moisés con estas palabras: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios» (Éxo. 3: 7,8). Ese es el corazón de la misión.
Dios no es una autoridad lejana. Es un Dios cercano, próximo. Para ti, no es tanto un Dios que esté en todas partes como un Dios que está donde estás tú. Dios está aquí. Adentro. Está contigo. Es Emanuel, «Dios con nosotros». Y tú estás para ser la extensión de la cercanía de Dios en su gran misión de alcanzar este mundo.
Tienes que ir. Tienes que contemplar las cosas como las veía Jesús. Tiene que sentir como él sintió. Tienes que orar al Señor de la mies para que envíe obreros a recoger la cosecha. Desde luego, la misión divina demanda que actuemos, que hagamos algo por salvar a los perdidos.
Acude hoy al Señor, y dile: «Señor, deseo ser parte de lo que estás haciendo. Quiero ir a recoger la cosecha».
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Mateo 9:35
La misión divina demanda que contemplemos las cosas como las veía Jesús, que las sintamos como las sentía él, que vayamos a los sitios como lo hacía el Salvador. Esa misión exige que oremos fervientemente al Señor de la cosecha (Luc. 10: 2). Por último, demanda que nosotros mismos nos entreguemos a la misión. Ya llegó el tiempo en que debemos dejar de hablar acerca de la misión y dedicarnos en cambio a hacer la misión.
Jesús vino del cielo a la tierra. ¡Fue el primer y el más grande misionero de todos los tiempos! Cumplió la gran misión de revelar el amor de Dios, su gracia y su misericordia. Jesús vino a donde nosotros estábamos y se encarnó. Por así decirlo, nosotros también nos encarnamos para cumplir la misión. Por eso no solo enviamos vídeos o libros a las personas que necesitan ser alcanzadas. Vamos a esas personas porque nada puede reemplazar nuestro lugar entre ellas, cumpliendo así nuestra misión personalmente, "en la carne".
La misión divina significa, finalmente, que nosotros debemos participar. Juan 3: 16 no dice que Dios amó tanto al mundo que nombró un comité o una fuerza de trabajo. No. Envió a su Hijo. En una de las escenas más dramáticas de la Biblia, Dios se dirige a Moisés con estas palabras: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios» (Éxo. 3: 7,8). Ese es el corazón de la misión.
Dios no es una autoridad lejana. Es un Dios cercano, próximo. Para ti, no es tanto un Dios que esté en todas partes como un Dios que está donde estás tú. Dios está aquí. Adentro. Está contigo. Es Emanuel, «Dios con nosotros». Y tú estás para ser la extensión de la cercanía de Dios en su gran misión de alcanzar este mundo.
Tienes que ir. Tienes que contemplar las cosas como las veía Jesús. Tiene que sentir como él sintió. Tienes que orar al Señor de la mies para que envíe obreros a recoger la cosecha. Desde luego, la misión divina demanda que actuemos, que hagamos algo por salvar a los perdidos.
Acude hoy al Señor, y dile: «Señor, deseo ser parte de lo que estás haciendo. Quiero ir a recoger la cosecha».
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Julio 25
¿De compras o evangelizando?
¿No decís vosotros: «Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?» He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Juan 4:35
La evangelización es un llamado urgente a recoger una cosecha que ya está madura. Los campos están blancos; ya están listos para la siega. El Espíritu Santo, a través de tantos sermones predicados por labios consagrados de laicos y pastores y centenares de estudios bíblicos presentados, ha despertado en muchos corazones el deseo de beber del agua de la vida.
Hay corazones desesperados, almas cansadas —como la samaritana— de ir y venir de forma rutinaria e insensata por el camino de muerte de los placeres de esta vida. Hoy están esperando escuchar una voz que los invite a venir a Jesús para hallar vida, y vida abundante. ¿Cómo podemos ser indiferentes en esta obra de recoger la cosecha?
Al parecer, los discípulos de Jesús creían que el viaje a Samaría era un viaje sin importancia y sin propósito. Fueron a la ciudad como compradores, no como evangelizadores. Cuando regresaron, Jesús les dijo que él ya había comido una comida que ellos no podían comprender. Ellos quedaron confundidos.
¿Cuál es tu parte en la cosecha del mundo? Si los campos están blancos para la siega, tienes que estar listo, con un sentido de urgencia, para recoger el grano antes de que los vientos y las tormentas de la confusión religiosa y de las falsas doctrinas destruyan el fruto. Nunca ha ocurrido que un buen agricultor haya sido indolente a la hora de la cosecha. La cosecha no puede resultarte indiferente tampoco a ti.
La clave está en la urgencia. El mundo se está volviendo hacia Dios. Se levantan miles de iglesias nuevas. Multitudes están volviendo a la fe. La cosecha está madura. Jesús te pregunta hoy: «¿De verdad te gozas por los que están volviendo a la fe? ¿Te deleitas porque cada hora tienes nuevos hermanos y hermanas en la fe? ¿Se alegra tu corazón por los miles que abandonan el infierno de una vida sin Dios y entran al reino de Cristo? ¿Te complace ver a las multitudes que han encontrado una nueva vida llena de significado?»
Jesús te invita: «Hijo, ven porque te necesito; ven y ayúdame a recoger la cosecha. Levanta tus ojos, estoy esperando a un mundo desesperado para darle esperanza. Preocúpate conmigo por las almas perdidas. Entiende el corazón de mi Padre, quien no quiere "que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento". Ama a todos los que mi Padre ama. Ven, amémoslos juntos». Recuerda que no estás aquí para ir de compras, sino para dar el último mensaje de la misericordia de Dios.
¿De compras o evangelizando?
¿No decís vosotros: «Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?» He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Juan 4:35
La evangelización es un llamado urgente a recoger una cosecha que ya está madura. Los campos están blancos; ya están listos para la siega. El Espíritu Santo, a través de tantos sermones predicados por labios consagrados de laicos y pastores y centenares de estudios bíblicos presentados, ha despertado en muchos corazones el deseo de beber del agua de la vida.
Hay corazones desesperados, almas cansadas —como la samaritana— de ir y venir de forma rutinaria e insensata por el camino de muerte de los placeres de esta vida. Hoy están esperando escuchar una voz que los invite a venir a Jesús para hallar vida, y vida abundante. ¿Cómo podemos ser indiferentes en esta obra de recoger la cosecha?
Al parecer, los discípulos de Jesús creían que el viaje a Samaría era un viaje sin importancia y sin propósito. Fueron a la ciudad como compradores, no como evangelizadores. Cuando regresaron, Jesús les dijo que él ya había comido una comida que ellos no podían comprender. Ellos quedaron confundidos.
¿Cuál es tu parte en la cosecha del mundo? Si los campos están blancos para la siega, tienes que estar listo, con un sentido de urgencia, para recoger el grano antes de que los vientos y las tormentas de la confusión religiosa y de las falsas doctrinas destruyan el fruto. Nunca ha ocurrido que un buen agricultor haya sido indolente a la hora de la cosecha. La cosecha no puede resultarte indiferente tampoco a ti.
La clave está en la urgencia. El mundo se está volviendo hacia Dios. Se levantan miles de iglesias nuevas. Multitudes están volviendo a la fe. La cosecha está madura. Jesús te pregunta hoy: «¿De verdad te gozas por los que están volviendo a la fe? ¿Te deleitas porque cada hora tienes nuevos hermanos y hermanas en la fe? ¿Se alegra tu corazón por los miles que abandonan el infierno de una vida sin Dios y entran al reino de Cristo? ¿Te complace ver a las multitudes que han encontrado una nueva vida llena de significado?»
Jesús te invita: «Hijo, ven porque te necesito; ven y ayúdame a recoger la cosecha. Levanta tus ojos, estoy esperando a un mundo desesperado para darle esperanza. Preocúpate conmigo por las almas perdidas. Entiende el corazón de mi Padre, quien no quiere "que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento". Ama a todos los que mi Padre ama. Ven, amémoslos juntos». Recuerda que no estás aquí para ir de compras, sino para dar el último mensaje de la misericordia de Dios.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios"del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
La comida de Jesús
Jesús les dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra».
Juan 4:34
Cuando los discípulos regresaron de Sicar, se apresuraron a preparar la comida. Utilizaron todo lo que habían traído: pan, pescado salado, frutas, etcétera. Sin embargo, el Maestro no les prestó ninguna atención. Estaba abstraído, como si su corazón estuviera en otra parte. Poco tiempo antes se sentía fatigado, estaba sediento, desfallecía de sed; pero ahora nada parecía llamarle la atención.
Los discípulos comenzaron a servir la comida, con la esperanza de que Jesús se decidiera. Pero él guardaba silencio. Los discípulos comenzaron a preocuparse. Se preguntaban si alguien le habría de comer. Ellos no podían consentir que su Maestro quedara sin comer. Faltaba un largo camino por recorrer. Su destino todavía estaba muy lejos. Por eso, le dijeron en tono de súplica: «Rabí, come» (Juan 4: 31). Él les dijo entonces aquellas memorables palabras: «Yo tengo una comida que comer que vosotros no sabéis» (vers. 32). Ante las preguntas llenas de incertidumbre de ellos, les dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (vers. 34). Mientras les decía aquellas palabras, su mirada se perdía en la lejanía. Sus ojos iban siguiendo la marcha presurosa de la pecadora convertida. Después vio a la gente de Sicar que se disponía a salir para verlo a él, el Mesías.
Al darle el agua de la vida a la samaritana y verla transformada, sintió alimentados su alma y su cuerpo. Ya no sentía hambre ni sed. Ahora tenía a la vista un grupo numeroso de samaritanos a los que tenía la misión de instruir y salvar. Para Jesús la vida consistía en hacer la voluntad del que lo había enviado.
Dios nos ha enviado a trabajar en su campo, como dijo Jesús, a terminar su obra. Nuestra vida tiene que identificarse con esa obra. La obra que nos ha tocado en suerte es nada menos que cooperar con nuestro Creador, terminar su obra. Su creación es bella, a pesar de las deformaciones causadas por el pecado. Dios cuenta con nuestra colaboración para reformarla. Si la vida humana tiene lagunas, nuestra misión consiste en rellenarlas. Donde encontremos fealdad, hemos de poner belleza; en la injusticia, rectitud; en el sufrimiento, gozo.
Nuestra misión es acabar la obra de Aquel que nos ha enviado. Vivir cada vez más, conforme a nuestra condición de hijos de Dios. Difundir y extender entre los hombres el reino de Dios. Esa debe ser nuestra comida también.
Jesús les dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra».
Juan 4:34
Cuando los discípulos regresaron de Sicar, se apresuraron a preparar la comida. Utilizaron todo lo que habían traído: pan, pescado salado, frutas, etcétera. Sin embargo, el Maestro no les prestó ninguna atención. Estaba abstraído, como si su corazón estuviera en otra parte. Poco tiempo antes se sentía fatigado, estaba sediento, desfallecía de sed; pero ahora nada parecía llamarle la atención.
Los discípulos comenzaron a servir la comida, con la esperanza de que Jesús se decidiera. Pero él guardaba silencio. Los discípulos comenzaron a preocuparse. Se preguntaban si alguien le habría de comer. Ellos no podían consentir que su Maestro quedara sin comer. Faltaba un largo camino por recorrer. Su destino todavía estaba muy lejos. Por eso, le dijeron en tono de súplica: «Rabí, come» (Juan 4: 31). Él les dijo entonces aquellas memorables palabras: «Yo tengo una comida que comer que vosotros no sabéis» (vers. 32). Ante las preguntas llenas de incertidumbre de ellos, les dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (vers. 34). Mientras les decía aquellas palabras, su mirada se perdía en la lejanía. Sus ojos iban siguiendo la marcha presurosa de la pecadora convertida. Después vio a la gente de Sicar que se disponía a salir para verlo a él, el Mesías.
Al darle el agua de la vida a la samaritana y verla transformada, sintió alimentados su alma y su cuerpo. Ya no sentía hambre ni sed. Ahora tenía a la vista un grupo numeroso de samaritanos a los que tenía la misión de instruir y salvar. Para Jesús la vida consistía en hacer la voluntad del que lo había enviado.
Dios nos ha enviado a trabajar en su campo, como dijo Jesús, a terminar su obra. Nuestra vida tiene que identificarse con esa obra. La obra que nos ha tocado en suerte es nada menos que cooperar con nuestro Creador, terminar su obra. Su creación es bella, a pesar de las deformaciones causadas por el pecado. Dios cuenta con nuestra colaboración para reformarla. Si la vida humana tiene lagunas, nuestra misión consiste en rellenarlas. Donde encontremos fealdad, hemos de poner belleza; en la injusticia, rectitud; en el sufrimiento, gozo.
Nuestra misión es acabar la obra de Aquel que nos ha enviado. Vivir cada vez más, conforme a nuestra condición de hijos de Dios. Difundir y extender entre los hombres el reino de Dios. Esa debe ser nuestra comida también.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
AMAR A OTROS
"Un mandamiento nuevo os doy -dijo Cristo- Que os améis unos a otros; como os he amado, que también os améis los unos a los otros" (S. Juan 13:34)
El mayor peligro de la iglesia de Cristo no es la oposición del mundo. Es el mal acariciado en los corazones de los creyentes lo que produce el más grave desastre, y lo que, seguramente, más retardará el progreso de la causa de Dios. No hay forma más segura para destruir la espiritualidad que abrigar envidia, sospecha, crítica o malicia. Por otro lado, el testimonio más fuerte de que Dios ha enviado a su Hijo al mundo, es la armonía y unión entre hombres de distintos caracteres que forman su iglesia. El privilegio de los seguidores de Cristo es dar ese testimonio. Pero para poder hacerlo, deben colocarse bajo las órdenes de Cristo. Sus caracteres deben conformarse a su carácter, y sus voluntades a la suya.
"Un mandamiento nuevo os doy -dijo Cristo- Que os améis unos a otros; como os he amado, que también os améis los unos a los otros" (S. Juan 13:34). ¡Qué maravillosa declaración! Pero, ¡cuán poco se la practica! Hoy día en la iglesia de Dios, el amor fraternal falta, desgraciadamente. Muchos que profesan amar al Salvador, no se aman unos a otros. Los incrédulos observan para ver si la fe de los profesos cristianos ejerce una influencia santificadora sobre sus vidas; y son prestos para discernir los defectos del carácter y las acciones inconsecuentes. No permitan los cristianos que le sea posible al enemigo señalarlos diciendo: Mirad cómo esas personas, que se hallan bajo la bandera de Cristo, se odian unas a otras. Todos los cristianos son miembros de una familia, hijos del mismo Padre celestial, con la misma esperanza bienaventurada de la inmortalidad. Muy estrecho y tierno debe ser el vínculo que los une.
El amor divino dirige sus más conmovedores llamamientos al corazón cuando nos pide que manifestemos la misma tierna compasión que Cristo mostró. Solamente el hombre que tiene un amor desinteresado por su hermano, ama verdaderamente a Dios. El verdadero cristiano no permitirá voluntariamente que un alma en peligro y necesidad camine desprevenida y desamparada. No podrá mantenerse apartado del que yerra, dejando que se hunda en la tristeza y desánimo, o que caiga en el campo de batalla de Satanás (Los hechos de los apóstoles, pp. 438, 439).
El mayor peligro de la iglesia de Cristo no es la oposición del mundo. Es el mal acariciado en los corazones de los creyentes lo que produce el más grave desastre, y lo que, seguramente, más retardará el progreso de la causa de Dios. No hay forma más segura para destruir la espiritualidad que abrigar envidia, sospecha, crítica o malicia. Por otro lado, el testimonio más fuerte de que Dios ha enviado a su Hijo al mundo, es la armonía y unión entre hombres de distintos caracteres que forman su iglesia. El privilegio de los seguidores de Cristo es dar ese testimonio. Pero para poder hacerlo, deben colocarse bajo las órdenes de Cristo. Sus caracteres deben conformarse a su carácter, y sus voluntades a la suya.
"Un mandamiento nuevo os doy -dijo Cristo- Que os améis unos a otros; como os he amado, que también os améis los unos a los otros" (S. Juan 13:34). ¡Qué maravillosa declaración! Pero, ¡cuán poco se la practica! Hoy día en la iglesia de Dios, el amor fraternal falta, desgraciadamente. Muchos que profesan amar al Salvador, no se aman unos a otros. Los incrédulos observan para ver si la fe de los profesos cristianos ejerce una influencia santificadora sobre sus vidas; y son prestos para discernir los defectos del carácter y las acciones inconsecuentes. No permitan los cristianos que le sea posible al enemigo señalarlos diciendo: Mirad cómo esas personas, que se hallan bajo la bandera de Cristo, se odian unas a otras. Todos los cristianos son miembros de una familia, hijos del mismo Padre celestial, con la misma esperanza bienaventurada de la inmortalidad. Muy estrecho y tierno debe ser el vínculo que los une.
El amor divino dirige sus más conmovedores llamamientos al corazón cuando nos pide que manifestemos la misma tierna compasión que Cristo mostró. Solamente el hombre que tiene un amor desinteresado por su hermano, ama verdaderamente a Dios. El verdadero cristiano no permitirá voluntariamente que un alma en peligro y necesidad camine desprevenida y desamparada. No podrá mantenerse apartado del que yerra, dejando que se hunda en la tristeza y desánimo, o que caiga en el campo de batalla de Satanás (Los hechos de los apóstoles, pp. 438, 439).
REFLEXIONES PARA VIVIR --
EN EL CAMINO CORRECTO
"Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor" (S. Mateo 25:23).
En el camino de la obediencia humilde se encuentra el poder y la seguridad; el consuelo y la esperanza. Pero aquellos que no hacen nada para Jesús, finalmente perderán su recompensa, porque las manos débiles no le permitirán asirse del Todopoderoso, ni las rodillas flojas le permitirán mantenerse en pie en el día de la adversidad. Es el obrero fiel el que recibirá la recompensa y oirá las palabras: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor" (S. Mateo 25:23).
Somos hijos de Dios y dependemos los unos de los otros para nuestra felicidad. No podemos ser felices mientras nos encerramos en nuestros propios intereses. Debemos trabajar en este mundo para ganar almas para Cristo. Si bendecimos a otros, nos bendecimos a nosotros mismos, mientras que si perjudicamos a otros nos perjudicamos también a nosotros, porque la influencia de cada acción se refleja en nuestros propios corazones. La ternura y el amor que Cristo reveló en su propia vida debiera ser un ejemplo para nosotros acerca de cómo tratar a nuestros prójimos (Review and Herald, noviembre 3, 1896).
¡Oh, decidamos crucificar al yo e imitar al Señor! Debemos expresar en nuestras vidas su santidad, su paciencia, su ternura, su compasión y su amor. De esa manera comunicaremos sus atributos, y ya no juzgaremos a nadie por lo que vemos o escuchamos. Llevaremos el yugo con Cristo y trataremos de hacer todo el bien que nos sea posible. Puede ser que muchos que se dicen cristianos desprecien nuestro trabajo, nos traten mal y digan falsedades contra nosotros; pero debemos poner nuestros ojos en Cristo y seguirlo, para caminar como él caminó, y tener su mente, para poseer esa fe que obra por amor y purifica el alma.
El que es trasformado a la imagen de Cristo poseerá su gracia y ayudará a fortalecer a cada hermano en la fe. Las palabras duras y amargas, que desaniman a las almas, nunca saldrán de sus labios. "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). "Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios" (Hebreos 12:12-15). Esta es una obra que debemos realizar con todo fervor. Y todos los que tengan una conexión vital con Dios serán guiados por su consejo, y se unirán a los demás miembros de iglesia para realizar el trabajo para Cristo. Si le abrimos la puerta, Jesús entrará y habitará con nosotros, y mediante su representante, el Espíritu Santo, nos dará la fortaleza que necesitamos (Review and Herald, febrero 23, 1897).
"Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor" (S. Mateo 25:23).
En el camino de la obediencia humilde se encuentra el poder y la seguridad; el consuelo y la esperanza. Pero aquellos que no hacen nada para Jesús, finalmente perderán su recompensa, porque las manos débiles no le permitirán asirse del Todopoderoso, ni las rodillas flojas le permitirán mantenerse en pie en el día de la adversidad. Es el obrero fiel el que recibirá la recompensa y oirá las palabras: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor" (S. Mateo 25:23).
Somos hijos de Dios y dependemos los unos de los otros para nuestra felicidad. No podemos ser felices mientras nos encerramos en nuestros propios intereses. Debemos trabajar en este mundo para ganar almas para Cristo. Si bendecimos a otros, nos bendecimos a nosotros mismos, mientras que si perjudicamos a otros nos perjudicamos también a nosotros, porque la influencia de cada acción se refleja en nuestros propios corazones. La ternura y el amor que Cristo reveló en su propia vida debiera ser un ejemplo para nosotros acerca de cómo tratar a nuestros prójimos (Review and Herald, noviembre 3, 1896).
¡Oh, decidamos crucificar al yo e imitar al Señor! Debemos expresar en nuestras vidas su santidad, su paciencia, su ternura, su compasión y su amor. De esa manera comunicaremos sus atributos, y ya no juzgaremos a nadie por lo que vemos o escuchamos. Llevaremos el yugo con Cristo y trataremos de hacer todo el bien que nos sea posible. Puede ser que muchos que se dicen cristianos desprecien nuestro trabajo, nos traten mal y digan falsedades contra nosotros; pero debemos poner nuestros ojos en Cristo y seguirlo, para caminar como él caminó, y tener su mente, para poseer esa fe que obra por amor y purifica el alma.
El que es trasformado a la imagen de Cristo poseerá su gracia y ayudará a fortalecer a cada hermano en la fe. Las palabras duras y amargas, que desaniman a las almas, nunca saldrán de sus labios. "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). "Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios" (Hebreos 12:12-15). Esta es una obra que debemos realizar con todo fervor. Y todos los que tengan una conexión vital con Dios serán guiados por su consejo, y se unirán a los demás miembros de iglesia para realizar el trabajo para Cristo. Si le abrimos la puerta, Jesús entrará y habitará con nosotros, y mediante su representante, el Espíritu Santo, nos dará la fortaleza que necesitamos (Review and Herald, febrero 23, 1897).
REFLEXIONES PARA VIVIR --
¿QUÉ HARÍA JESÚS?
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (S. Mateo 16:24).
Se ha hecho amplia provisión para todos los que sincera, ferviente y meditativamente se dedican a la tarea de perfeccionar la santidad en el temor de Dios. Fuerza, gracia y gloria han sido provistas por medio de Cristo, para que los ángeles ministradores las lleven a los herederos de la salvación. Nadie es tan miserable, corrompido y vil, que no pueda encontrar en Jesús, que murió por él, fortaleza, pureza y justicia, si quiere abandonar sus pecados, dejar la senda de la iniquidad y volverse con plena decisión del corazón al Dios viviente. Espera para quitarles sus vestiduras, manchadas y contaminadas por el pecado, para revestirlos de las blancas y resplandecientes túnicas de justicia; y los intima a vivir, no a morir. En él pueden florecer. Sus ramas no se secarán ni serán infructíferas. Si moran en él, podrán extraer savia y nutrición de él, e imbuidos de su espíritu, caminar como él anduvo, vencer como él venció, y ser exaltados a su diestra (¡Maranata: El Señor viene!, p. 51).
Cristo vino para hacer la voluntad de su Padre. ¿Estamos siguiendo en sus pasos? Todos los que llevan el nombre de Cristo debieran estar buscando constantemente una relación más íntima con él, para que puedan caminar incluso como él caminó, y hacer las obras de Cristo. Debiéramos apropiarnos de las lecciones de su vida para nuestras vidas. Cristo "se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14). "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos" (1 Juan 3:16). He aquí la obra de abnegación que debemos abrazar con alegría, en imitación del ejemplo de nuestro Redentor. La vida del cristiano debe ser una vida de conflicto y sacrificio. Debiera seguirse la senda del deber, no la senda de la inclinación y la preferencia (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 591).
Tenemos ante nosotros al más santo y sublime ejemplo. Jesús fue sin tacha, tanto en pensamientos, como en palabra y acción. Todos sus actos fueron perfectos. Nos muestra el camino que él recorrió, y nos dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (S. Mateo 16:24).
Cristo reúne en su persona la perfección y santidad de la divinidad y la perfección y santidad de su humanidad sin pecado. Él tuvo que afrontar las mismas tentaciones por las cuales Adán fue reprobado, y las venció porque su humanidad se apoyaba en el poder divino. Los cristianos de hoy se fijan ideales demasiado bajos. Se contentan con una experiencia espiritual muy superficial, y por lo tanto sólo perciben la luz en forma difusa, cuando podrían discernir con tanta más exactitud la maravillosa perfección de la humanidad de Cristo. La vida de Cristo es una manifestación de lo que la humanidad caída podría llegar a ser mediante una comunión más estrecha con la naturaleza divina (La fe por la cual vivo, p. 221).
Nosotros llevamos el nombre de cristianos. Seamos fieles a este nombre. Ser cristiano significa ser semejante a Cristo. Significa seguir a Cristo en la abnegación, llevando en alto su bandera de amor, honrándolo con palabras y actos altruistas. En la vida del verdadero cristiano no hay nada del yo. el yo está muerto. No había egoísmo en la vida que Cristo vivió en esta tierra. Llevando nuestra naturaleza, vivió una vida plenamente entregada al bien de los demás. Los seguidores de Cristo deben ser puros y verdaderos en palabras y acciones. En este mundo, un mundo de iniquidad y de corrupción, los cristianos deben revelar los atributos de Cristo. Todo lo que hagan y digan deberá estar desprovisto de egoísmo (En lugares celestiales, p. 57).
Se ha hecho amplia provisión para todos los que sincera, ferviente y meditativamente se dedican a la tarea de perfeccionar la santidad en el temor de Dios. Fuerza, gracia y gloria han sido provistas por medio de Cristo, para que los ángeles ministradores las lleven a los herederos de la salvación. Nadie es tan miserable, corrompido y vil, que no pueda encontrar en Jesús, que murió por él, fortaleza, pureza y justicia, si quiere abandonar sus pecados, dejar la senda de la iniquidad y volverse con plena decisión del corazón al Dios viviente. Espera para quitarles sus vestiduras, manchadas y contaminadas por el pecado, para revestirlos de las blancas y resplandecientes túnicas de justicia; y los intima a vivir, no a morir. En él pueden florecer. Sus ramas no se secarán ni serán infructíferas. Si moran en él, podrán extraer savia y nutrición de él, e imbuidos de su espíritu, caminar como él anduvo, vencer como él venció, y ser exaltados a su diestra (¡Maranata: El Señor viene!, p. 51).
Cristo vino para hacer la voluntad de su Padre. ¿Estamos siguiendo en sus pasos? Todos los que llevan el nombre de Cristo debieran estar buscando constantemente una relación más íntima con él, para que puedan caminar incluso como él caminó, y hacer las obras de Cristo. Debiéramos apropiarnos de las lecciones de su vida para nuestras vidas. Cristo "se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14). "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos" (1 Juan 3:16). He aquí la obra de abnegación que debemos abrazar con alegría, en imitación del ejemplo de nuestro Redentor. La vida del cristiano debe ser una vida de conflicto y sacrificio. Debiera seguirse la senda del deber, no la senda de la inclinación y la preferencia (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 591).
Tenemos ante nosotros al más santo y sublime ejemplo. Jesús fue sin tacha, tanto en pensamientos, como en palabra y acción. Todos sus actos fueron perfectos. Nos muestra el camino que él recorrió, y nos dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (S. Mateo 16:24).
Cristo reúne en su persona la perfección y santidad de la divinidad y la perfección y santidad de su humanidad sin pecado. Él tuvo que afrontar las mismas tentaciones por las cuales Adán fue reprobado, y las venció porque su humanidad se apoyaba en el poder divino. Los cristianos de hoy se fijan ideales demasiado bajos. Se contentan con una experiencia espiritual muy superficial, y por lo tanto sólo perciben la luz en forma difusa, cuando podrían discernir con tanta más exactitud la maravillosa perfección de la humanidad de Cristo. La vida de Cristo es una manifestación de lo que la humanidad caída podría llegar a ser mediante una comunión más estrecha con la naturaleza divina (La fe por la cual vivo, p. 221).
Nosotros llevamos el nombre de cristianos. Seamos fieles a este nombre. Ser cristiano significa ser semejante a Cristo. Significa seguir a Cristo en la abnegación, llevando en alto su bandera de amor, honrándolo con palabras y actos altruistas. En la vida del verdadero cristiano no hay nada del yo. el yo está muerto. No había egoísmo en la vida que Cristo vivió en esta tierra. Llevando nuestra naturaleza, vivió una vida plenamente entregada al bien de los demás. Los seguidores de Cristo deben ser puros y verdaderos en palabras y acciones. En este mundo, un mundo de iniquidad y de corrupción, los cristianos deben revelar los atributos de Cristo. Todo lo que hagan y digan deberá estar desprovisto de egoísmo (En lugares celestiales, p. 57).
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Sí eres hijo de Dios
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».
Mateo 4:3
Miriam, una jovencita de dieciocho años, muy comprometida en su servicio al Señor, fue atropellada por un autobús mientras caminaba hacia la iglesia, con la Biblia y el himnario bajo el brazo. Su cuerpo sin vida quedó tendido en la carretera, junto al libro sagrado.
Rosita, una niña de siete años, comunicó a su madre que, mientras caminaba de la escuela a la casa con otras compañeritas, un enorme perro detrás de una cerca hacía esfuerzos por salir para atacarlas. Su madre le aconsejó: «Si un día el perro sale, no corras; quédate quietecita orando y Jesús te cuidará». Un día el perro saltó la cerca. Todas corrieron, menos Rosita. Se quedó quietecita orando. Sin embargo, el perro la mordió.
¿Puede el cristiano seguir confiando en Dios cuando suceden estas cosas, cuando el dolor y la pena embargan su corazón, cuando suceden cosas que no tienen explicación? El diablo lucha con todas sus fuerzas para que no confiemos en Dios. El diablo sabe muy bien que la confianza en Dios es una de las características de la verdadera adoración. Adoramos a Dios cuando confiamos en él, sin importar las circunstancias. Podríamos decir que, en cierto sentido, adoramos al diablo cuando desconfiamos de nuestro Señor.
Constantemente el diablo susurra al oído del creyente: «Si eres hijo de Dios, ¿por qué se rompió tu matrimonio?» «Si eres hija de Dios, ¿por qué perdiste a tu esposo en ese accidente?» «Si eres hijo de Dios, ¿por qué estás sin trabajo?» «Si eres hijo de Dios, ¿por qué te suceden todas esas cosas?» Los cristianos han atravesado en todos los tiempos momentos muy difíciles. Muchos de los problemas que los afligen no tienen explicación. Job es el ejemplo típico. La Biblia dice que era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Sin embargo, sabemos de todas las calamidades que le vinieron. Jesús dijo en cierta ocasión: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, mas lo entenderás después» (Juan 13: 7).
A pesar de las dificultades y de tantas cosas que nos suceden y que no se pueden explicar, tomemos la determinación de Habacuc, y digamos con él: «Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación» (Hab. 3:17,18).
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».
Mateo 4:3
Miriam, una jovencita de dieciocho años, muy comprometida en su servicio al Señor, fue atropellada por un autobús mientras caminaba hacia la iglesia, con la Biblia y el himnario bajo el brazo. Su cuerpo sin vida quedó tendido en la carretera, junto al libro sagrado.
Rosita, una niña de siete años, comunicó a su madre que, mientras caminaba de la escuela a la casa con otras compañeritas, un enorme perro detrás de una cerca hacía esfuerzos por salir para atacarlas. Su madre le aconsejó: «Si un día el perro sale, no corras; quédate quietecita orando y Jesús te cuidará». Un día el perro saltó la cerca. Todas corrieron, menos Rosita. Se quedó quietecita orando. Sin embargo, el perro la mordió.
¿Puede el cristiano seguir confiando en Dios cuando suceden estas cosas, cuando el dolor y la pena embargan su corazón, cuando suceden cosas que no tienen explicación? El diablo lucha con todas sus fuerzas para que no confiemos en Dios. El diablo sabe muy bien que la confianza en Dios es una de las características de la verdadera adoración. Adoramos a Dios cuando confiamos en él, sin importar las circunstancias. Podríamos decir que, en cierto sentido, adoramos al diablo cuando desconfiamos de nuestro Señor.
Constantemente el diablo susurra al oído del creyente: «Si eres hijo de Dios, ¿por qué se rompió tu matrimonio?» «Si eres hija de Dios, ¿por qué perdiste a tu esposo en ese accidente?» «Si eres hijo de Dios, ¿por qué estás sin trabajo?» «Si eres hijo de Dios, ¿por qué te suceden todas esas cosas?» Los cristianos han atravesado en todos los tiempos momentos muy difíciles. Muchos de los problemas que los afligen no tienen explicación. Job es el ejemplo típico. La Biblia dice que era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Sin embargo, sabemos de todas las calamidades que le vinieron. Jesús dijo en cierta ocasión: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, mas lo entenderás después» (Juan 13: 7).
A pesar de las dificultades y de tantas cosas que nos suceden y que no se pueden explicar, tomemos la determinación de Habacuc, y digamos con él: «Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación» (Hab. 3:17,18).
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Yo iré, Señor
Después oí la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?» Entonces respondí yo: «Heme aquí, envíame a mí»
Isaías 6:8
Al profeta Isaías se le permitió ver la plena majestad de Dios y escuchar el gran júbilo de la adoración celestial: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria» (Isa. 6: 3). La visión de Dios era tan pura y tan santa que Isaías tuvo la inmediata percepción de su propia pecaminosidad: «Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isa. 6: 5). No obstante, Dios respondió inmediatamente: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado» (Isa. 6: 7). Dios tenía un propósito al revelarse a Isaías. El Señor buscaba un mensajero que hiciera llegar su palabra al pueblo de Israel. «¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?» (Isa. 6: 8). Isaías contestó al instante: «Heme aquí, envíame a mí».
¿Cómo contestaríamos si se nos hiciera hoy la misma pregunta? Quizás pediríamos más detalles antes de comprometernos. Quizá exigiríamos saber adonde se nos enviaría. Es probable que pidiéramos que se nos diera una detallada descripción del empleo. Pero Isaías había experimentado la plena gloria de Dios. Había presenciado la perfección absoluta, y había reconocido su condición pecaminosa. Además, había recibido el perdón completo de su Padre amante. Con ese conocimiento de Aquel que le hacía la solicitud, Isaías solo tuvo una respuesta: «Heme aquí, envíame a mí» (Isa. 6: 8).
Isaías no imaginó que su respuesta implicaría sesenta años de arduo ministerio. No tenía la menor idea de las dificultades que su respuesta le produciría en toda su vida, especialmente en su vejez. Tampoco vislumbró el gozo imperecedero que sentiría toda su vida por caminar a diario en la presencia de Dios. Pero Isaías conocía a Aquel que hacía el llamamiento. Isaías reconocía esa dulce voz desde hacía mucho tiempo, y por eso no dudó en responder: «Envíame a mí».
El Señor todavía está buscando adoradores que sometan su voluntad a la voluntad de Dios. El Señor quiere hacer a través de ti una obra similar a la que hizo con el ministerio de Isaías. Isaías estuvo dispuesto a pagar el precio. Hoy el Señor quiere enviar un mensaje. ¿Responderás tú? Él quiere que restaures matrimonios y alientes al desvalido. Pero esto ocurrirá solo si has sido tocado con el carbón del altar. ¿Lo has sido?
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
Después oí la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?» Entonces respondí yo: «Heme aquí, envíame a mí»
Isaías 6:8
Al profeta Isaías se le permitió ver la plena majestad de Dios y escuchar el gran júbilo de la adoración celestial: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria» (Isa. 6: 3). La visión de Dios era tan pura y tan santa que Isaías tuvo la inmediata percepción de su propia pecaminosidad: «Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isa. 6: 5). No obstante, Dios respondió inmediatamente: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado» (Isa. 6: 7). Dios tenía un propósito al revelarse a Isaías. El Señor buscaba un mensajero que hiciera llegar su palabra al pueblo de Israel. «¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?» (Isa. 6: 8). Isaías contestó al instante: «Heme aquí, envíame a mí».
¿Cómo contestaríamos si se nos hiciera hoy la misma pregunta? Quizás pediríamos más detalles antes de comprometernos. Quizá exigiríamos saber adonde se nos enviaría. Es probable que pidiéramos que se nos diera una detallada descripción del empleo. Pero Isaías había experimentado la plena gloria de Dios. Había presenciado la perfección absoluta, y había reconocido su condición pecaminosa. Además, había recibido el perdón completo de su Padre amante. Con ese conocimiento de Aquel que le hacía la solicitud, Isaías solo tuvo una respuesta: «Heme aquí, envíame a mí» (Isa. 6: 8).
Isaías no imaginó que su respuesta implicaría sesenta años de arduo ministerio. No tenía la menor idea de las dificultades que su respuesta le produciría en toda su vida, especialmente en su vejez. Tampoco vislumbró el gozo imperecedero que sentiría toda su vida por caminar a diario en la presencia de Dios. Pero Isaías conocía a Aquel que hacía el llamamiento. Isaías reconocía esa dulce voz desde hacía mucho tiempo, y por eso no dudó en responder: «Envíame a mí».
El Señor todavía está buscando adoradores que sometan su voluntad a la voluntad de Dios. El Señor quiere hacer a través de ti una obra similar a la que hizo con el ministerio de Isaías. Isaías estuvo dispuesto a pagar el precio. Hoy el Señor quiere enviar un mensaje. ¿Responderás tú? Él quiere que restaures matrimonios y alientes al desvalido. Pero esto ocurrirá solo si has sido tocado con el carbón del altar. ¿Lo has sido?
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Reación divina a la necesidad humana
Y tocando con él sobre mi boca, dijo: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado». Después oí la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?»
Isaías 6:7,8
Al contemplar la gloria de Dios, Isaías exclama: «Miserable de mí». Descubrió la gravedad de su pecado a la vista de la santidad de un Dios tres veces santo. Reconoció que todo el pueblo, del que él era uno más, había pecado y ofendido a ese Dios que se le ha revelado en toda su majestad, y que, por lo tanto, lo único que merecían era la muerte.
El cielo reacciona a la necesidad humana. Esta reacción es iniciativa de Dios. El cielo toma la iniciativa para atender el clamor de un alma que reconoce su miseria en su presencia. Un ángel va y toma un carbón encendido, para purificarlo, como hizo con Isaías.
«Y tocando con él sobre mi boca». ¿Qué significa la acción del ángel que toma el carbón encendido y toca los labios del profeta? ¿Condenación? ¿Juicio? ¿Destrucción? No. Es la respuesta de Dios al corazón arrepentido. No es condenación, sino perdón y salvación. Es un llamado al servicio.
Dios toca nuestros labios para poner en nuestra boca un mensaje sagrado de verdad, un mensaje ardiente. Nuestro mensaje tiene su fuente en la santidad de Dios. Cada faceta del evangelio se basa en la gran compasión de Dios hacia los que yerran. De esta fuente fluye toda la actividad redentora. Su santidad encuentra el camino para redimir al objeto imperfecto de su amor perfecto. Nuestro mensaje debe estar envuelto en la santidad de Dios.
El carbón, el fuego que tocó los labios del profeta, lo limpió de sus impurezas; pero también lo ungió con el mensaje. Por eso prorrumpió con aquella solemne exclamación: «Santo, santo, santo es el Señor». Nuestro mensaje es palabra de Dios. No se trata de encontrar un mensaje, se trata de declarar un mensaje. Dios nos llama a declarar su mensaje. Nos llama a comunicar su palabra. El mundo necesita desesperadamente la palabra de Dios.
Para declarar este mensaje se necesita la voz y el testimonio. Los estudios de los miembros de la iglesia revelan que la diferencia entre el estilo de vida de los que están en la iglesia y de los que están fuera es muy pequeña. Esto es grave, porque para dar este mensaje debemos ser diferentes. Estamos aquí para ser santos como él es santo. Serlo debe ser la pasión de nuestra vida.
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Y tocando con él sobre mi boca, dijo: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado». Después oí la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?»
Isaías 6:7,8
Al contemplar la gloria de Dios, Isaías exclama: «Miserable de mí». Descubrió la gravedad de su pecado a la vista de la santidad de un Dios tres veces santo. Reconoció que todo el pueblo, del que él era uno más, había pecado y ofendido a ese Dios que se le ha revelado en toda su majestad, y que, por lo tanto, lo único que merecían era la muerte.
El cielo reacciona a la necesidad humana. Esta reacción es iniciativa de Dios. El cielo toma la iniciativa para atender el clamor de un alma que reconoce su miseria en su presencia. Un ángel va y toma un carbón encendido, para purificarlo, como hizo con Isaías.
«Y tocando con él sobre mi boca». ¿Qué significa la acción del ángel que toma el carbón encendido y toca los labios del profeta? ¿Condenación? ¿Juicio? ¿Destrucción? No. Es la respuesta de Dios al corazón arrepentido. No es condenación, sino perdón y salvación. Es un llamado al servicio.
Dios toca nuestros labios para poner en nuestra boca un mensaje sagrado de verdad, un mensaje ardiente. Nuestro mensaje tiene su fuente en la santidad de Dios. Cada faceta del evangelio se basa en la gran compasión de Dios hacia los que yerran. De esta fuente fluye toda la actividad redentora. Su santidad encuentra el camino para redimir al objeto imperfecto de su amor perfecto. Nuestro mensaje debe estar envuelto en la santidad de Dios.
El carbón, el fuego que tocó los labios del profeta, lo limpió de sus impurezas; pero también lo ungió con el mensaje. Por eso prorrumpió con aquella solemne exclamación: «Santo, santo, santo es el Señor». Nuestro mensaje es palabra de Dios. No se trata de encontrar un mensaje, se trata de declarar un mensaje. Dios nos llama a declarar su mensaje. Nos llama a comunicar su palabra. El mundo necesita desesperadamente la palabra de Dios.
Para declarar este mensaje se necesita la voz y el testimonio. Los estudios de los miembros de la iglesia revelan que la diferencia entre el estilo de vida de los que están en la iglesia y de los que están fuera es muy pequeña. Esto es grave, porque para dar este mensaje debemos ser diferentes. Estamos aquí para ser santos como él es santo. Serlo debe ser la pasión de nuestra vida.
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REFLEXIONES PARA VIVIR --
Siempre disponible para servir al Rey
Y el uno al otro daba voces, diciendo: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria».
Isaías 6:3
Y el uno al otro daba voces, diciendo: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria».
Isaías 6:3
Alrededor del trono de Dios, Isaías vio a los serafines, que tenían seis alas. Con dos volaban, con dos cubrían su rostro en señal de reverencia y con dos cubrían sus pies en señal de modestia. Reverencia, humildad y modestia son algunas de las lecciones que estos serafines enseñan a los adoradores de Dios. La palabra 'serafín' indica asombro, y significa "uno que arde".
Los serafines son seres con personalidad: tienen rostro, pies, manos, sienten, piensan y hablan. Se caracterizan por su constante disponibilidad para servir al Dios grande y creador de todas las cosas. Cuando Dios los envía a cumplir un encargo urgente, vuelan rápidamente. Siempre se mantienen delante del trono de Dios, para escuchar sus órdenes y ejecutarlas con toda fidelidad. Los serafines arden con el fuego del amor a Dios, con el celo por su gloria y con el odio hacia el pecado. Su está en tener abundancia no solo de luz del conocimiento de Dios, sino del ferviente amor a su santo nombre.
¿De qué nos habla todo esto? ¿Qué lecciones aprendemos de los serafines en la visión de Isaías? Nuestra principal respuesta a Dios no es nuestra habilidad, sino nuestra disponibilidad. ¿Permitiremos que Dios nos use como él quiera y desee? ¿Venimos a él y nos postramos ante su trono a su entera disposición? ¿Deseamos conocer la voluntad de Dios para cumplirla? Dios revela su voluntad para que la cumplamos.
Los serafines nos hablan de la disponibilidad. Están listos, están disponibles. Una de las pruebas de la fe genuina es estar listos para obedecer a nuestro Dios y servirlo en el momento en que él nos llame. Los serafines son humildes y reverentes delante de Dios. Cubren sus rostros y sus pies. Cada uno de nosotros debe presentarse delante de Dios con la misma humildad. No hay lugar para la arrogancia y el orgullo en su presencia.
Todo esto habla de actividad incesante al servicio de Aquel que está sentado en el trono. Este es el marco en que cada creyente debe vivir todos los días. El cristiano debe tener una disposición a gastarse, a consumirse, siempre y para siempre, por amor a su Rey y Señor. Debe tener un sentido de asombro y reverencia ante Aquel que nos salvó del pecado.
Junto con el apóstol Pablo, repitamos las siguientes palabras: «Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas» (2 Cor. 12:15).
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
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Contempla al Señor en su trono
En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.
Isaías 6:1
Llegué al hospital con mucha preocupación. Varios interrogantes surgían en mi mente. «¿Cuál será su actitud? ¿Me dirá que siempre confía en Dios? ¿Estará desanimada?» Había llegado allí para visitar a una de los miembros de mi iglesia, quien había recibido un impacto de bala en el pecho mientras viajaba en el vehículo junto a su jefa. Cuando me vio desde su cama después de la intervención quirúrgica, me saludó con una sonrisa de gozo y gratitud y me dijo: «Pastor, estoy agradecida a mi Padre celestial. El médico me dijo que la bala pasó a un centímetro del corazón. ¡Fíjese qué bueno es Dios! Me salvó de morir».
¿Qué es lo único que puede sostener a un creyente en medio del dolor y la aflicción? Lo único que lo sostendrá será la imborrable impresión de un encuentro con Dios. Si centramos nuestra fe en Dios, todo pesar, todo problema, se resolverá. Tal vez no en el exterior, pero sí en nuestro corazón. El encuentro con Dios siempre nos transforma. No podremos ser las mismas personas después de encontrarnos con él.
La muerte del rey Uzías dejó una silla vacía. Además, supuso un gran impacto para Isaías, y dejó un hueco en el corazón del profeta, que consideraba al rey su amigo personal. Precisamente en esa época, Isaías tuvo una visión de Dios, de ese Dios más alto que sus mismas circunstancias. En ese momento de crisis, vio la gloria del Señor.
Para muchos de nosotros hay una silla vacía en la tierra. Dios nos permite pasar por el dolor con el propósito de hacernos ver su trono en el cielo. La vida tiene su modo natural de vaciar sillas principales, ¿verdad? Padres, amigos, seres queridos, desaparecen. Repentinamente, una silla queda vacía en el trabajo, en casa, en la iglesia. Alguien se ha ido. Ese es el momento de seguir el consejo bíblico «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col. 3:2).
Dios puede intervenir en los momentos de crisis, cuando nos sentimos perdidos; para mostrarnos el camino. En medio de las tinieblas nos dará su luz. Cuando las lágrimas corran por nuestras mejillas, él las enjugará. Cuando todo parezca perdido, él nos sostendrá. Cuando ya no haya solución, él encontrará una salida. La imposibilidad humana es la posibilidad divina. Sí, en medio del pesar y del dolor, alza tus ojos, y mira «al autor y consumador de la fe» (Heb. 12: 2). Él es la solución.
En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.
Isaías 6:1
Llegué al hospital con mucha preocupación. Varios interrogantes surgían en mi mente. «¿Cuál será su actitud? ¿Me dirá que siempre confía en Dios? ¿Estará desanimada?» Había llegado allí para visitar a una de los miembros de mi iglesia, quien había recibido un impacto de bala en el pecho mientras viajaba en el vehículo junto a su jefa. Cuando me vio desde su cama después de la intervención quirúrgica, me saludó con una sonrisa de gozo y gratitud y me dijo: «Pastor, estoy agradecida a mi Padre celestial. El médico me dijo que la bala pasó a un centímetro del corazón. ¡Fíjese qué bueno es Dios! Me salvó de morir».
¿Qué es lo único que puede sostener a un creyente en medio del dolor y la aflicción? Lo único que lo sostendrá será la imborrable impresión de un encuentro con Dios. Si centramos nuestra fe en Dios, todo pesar, todo problema, se resolverá. Tal vez no en el exterior, pero sí en nuestro corazón. El encuentro con Dios siempre nos transforma. No podremos ser las mismas personas después de encontrarnos con él.
La muerte del rey Uzías dejó una silla vacía. Además, supuso un gran impacto para Isaías, y dejó un hueco en el corazón del profeta, que consideraba al rey su amigo personal. Precisamente en esa época, Isaías tuvo una visión de Dios, de ese Dios más alto que sus mismas circunstancias. En ese momento de crisis, vio la gloria del Señor.
Para muchos de nosotros hay una silla vacía en la tierra. Dios nos permite pasar por el dolor con el propósito de hacernos ver su trono en el cielo. La vida tiene su modo natural de vaciar sillas principales, ¿verdad? Padres, amigos, seres queridos, desaparecen. Repentinamente, una silla queda vacía en el trabajo, en casa, en la iglesia. Alguien se ha ido. Ese es el momento de seguir el consejo bíblico «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col. 3:2).
Dios puede intervenir en los momentos de crisis, cuando nos sentimos perdidos; para mostrarnos el camino. En medio de las tinieblas nos dará su luz. Cuando las lágrimas corran por nuestras mejillas, él las enjugará. Cuando todo parezca perdido, él nos sostendrá. Cuando ya no haya solución, él encontrará una salida. La imposibilidad humana es la posibilidad divina. Sí, en medio del pesar y del dolor, alza tus ojos, y mira «al autor y consumador de la fe» (Heb. 12: 2). Él es la solución.
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Consejos para la adoración
Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya.
Salmo 150:6
Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya.
Salmo 150:6
El Salmo que lleva el número 150 constituye una magnífica conclusión de todo el libro de los Salmos. Es un llamamiento a la adoración tan poético y vibrante que no tiene parangón en toda la literatura. Cada versículo es una invitación a la alabanza, instruyéndonos dónde, por qué, cómo y por quién debe expresarse la alabanza a Dios.
Primero: Si preguntamos en qué lugar se debe adorar, la respuesta es: en su santuario y en los cielos: «Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento». Según esta afirmación, el cielo y la tierra se unen; ángeles celestiales y seres humanos terrenales unen sus voces para cantar y alabar al Creador.
Segundo: A la pregunta «¿Por qué debemos adorar? ¿Por qué alabamos a Dios?», el salmista responde: «Por sus proezas». Los poderosos actos de Dios despiertan en el corazón del creyente una alabanza llena de gozo. Los poderosos actos son su bondad al crearnos y redimirnos. No es posible la pasividad, la indiferencia o el silencio en el cristiano frente a las obras maravillosas de nuestro gran Dios. El mensaje es: No te quedes callado. Abre los labios; alaba al Señor. ¿Imaginas cómo es la suprema alabanza de los ángeles y los seres que nunca cayeron? ¿Te imaginas cómo serían nuestros cultos si todos cantáramos, como dice Pablo, «con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Col. 3:16)?
Tercero: El salmista nos enseña que, cuando adoramos al Señor, deben tocarse todos los instrumentos concebibles. Los hijos de Dios deben traer a su casa todo instrumento y talento que posean. Deben consagrar todo talento a la alabanza al Creador, junto con los ángeles, por sus poderosas obras y sus continuos milagros en nuestro favor. ¿Sabes tocar algún instrumento? ¿Lo usas para embellecer la alabanza a Aquel que pagó el precio de tu salvación?
Cuarto: Si preguntamos quién debe adorar, la respuesta es: «Todo lo que respira alabe a Jehová». Esta declaración indica que todo ser viviente, según su capacidad, incluso solo con su existencia, es una alabanza para el Creador. El salmista tiene en mente fundamentalmente a la especie humana cuando habla así.
Piensa hoy en el privilegio que Dios nos concede de alabarlo. No solo es un privilegio, sino un deber. Únete a la alabanza en el culto público. Únete al coro, a los instrumentos. Transpórtate más allá. Únete a los ángeles y a toda la hueste celestial en alabanza al Creador.
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Pasar el punto sin retorno
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque, cuando haya resistidola prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
Santiago 1:12
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque, cuando haya resistidola prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
Santiago 1:12
El mensaje del texto de hoy es para ti. Quizá te sientas desventurado por todas las tentaciones y pruebas que tienes que afrontar. ¿Qué es la tentación? ¿De qué está hablando aquí Santiago? Tentación es sinónimo de prueba. Es decir, cualquier situación que ponga a prueba la fe o el carácter. Peirasmós, la palabra griega que se traduce como "tentación", también incluye aflicciones como las enfermedades, la pobreza o las calamidades, y también, por supuesto, la insinuación directa del pecado. Nuestro texto de hoy hace hincapié en la bendición que acompaña a una resistencia firme y que capacita a una persona para salir ilesa de sus pruebas (véase Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 525).De modo que las tentaciones no siempre son incitaciones a violar la ley de Dios, sino a dejar la lucha, abandonar el camino, ceder al desaliento y desconfiar de Dios. El cristiano sufre con frecuencia ese tipo de tentaciones. El apóstol dice que si soporta la tentación y resiste la prueba es «bienaventurado», es decir, dichoso y feliz.Quizá estés siendo probado. Quizá tu fe está bajo el fuego de la tentación. ¿Pobreza, quizá? ¿Problemas en el trabajo? ¿Salud quebrantada? ¿Problemas en el hogar, en la familia, en el matrimonio? Muchos cristianos fieles luchan con muchos problemas en la vida familiar. Los problemas no siempre son culpa nuestra. Muchos sufren profundo dolor por problemas que no provocaron y que no pueden comprender, y menos aún resolver. Nuestro texto de hoy dice que quien resiste esta «prueba», es «bienaventurado».Luego añade el hermano del Señor: «Porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida». Vale la pena resistir la prueba, soportar la tentación. El cristiano que es tentado y vence la tentación se puede comparar con el oro que pasa por el crisol y sale mejor de lo que estaba antes. El cristiano victorioso en las pruebas es una honra para Dios y un testimonio para los demás. Vale la pena resistir la tentación. Vale la pena sufrir lo que sea necesario para salir victoriosos en la lucha de la fe cristiana.No debemos olvidar que la recompensa de los que soportan la tentación y resisten la prueba es la «corona de la vida». Es decir, la corona que es vida o la contiene. La vida eterna será recompensa de la paciencia fiel en medio de los problemas de la vida. Este don de la vida eterna es la corona o don supremo de todas las dádivas.Pide hoy a Dios que te dé su gracia para soportar las tentaciones y resistir las pruebas.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Enemigos gratuitos
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley
Gálatas 5:22,23
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley
Gálatas 5:22,23
Tienes algún enemigo? Si tu respuesta es negativa, entonces la mayor parte de la Biblia no se te aplica. Desde el momento en que decidiste aceptar a Jesús como Señor y Salvador, declaraste la guerra a todos las huestes de las tinieblas. Tu principal enemigo anda buscándote «como león rugiente», pues iniciaste una guerra «contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe. 6: 12). ¿Tienes enemigos?Pero no solo tienes enemigos espirituales, sino también de carne y hueso. Santiago lo dijo con claridad: «¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Sant. 4: 4). No hay neutralidad posible. Si eres amigo y servidor de Dios, entonces eres, irremediablemente, enemigo del mundo, y de su príncipe, Satanás.En el momento de aceptar a Cristo, los cristianos se ganan un enemigo: el diablo. ¿Se volvieron contra ti tus amigos y familiares cuando aceptaste a Cristo? El apóstol Pablo dijo con acierto: «Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Tim. 3: 12). Juan sabía muy bien lo que era tener enemigos. Uno de ellos lo hirvió en un caldero de aceite hirviendo. Pero como Juan no se coció, lo envió a la solitaria isla de Patmos para que muriera. La Biblia nos dice: «Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece». Ser bueno y piadoso, como Abel, es peligroso; suscita la enemistad de los malos (1 Juan 3:13).Es posible que haya quien se burle de ti por seguir a Cristo con frases de la guisa de «Ahí viene el santurrón. Ahí viene el tipo que lee la Biblia todo el día». De hecho, ser cristiano y no padecer un cierto grado de persecución es sospechoso, según nuestro Señor (Luc. 6: 26). Juan sabía, y nosotros también debemos saber, que todos los ataques de nuestros enemigos son contra Dios, no contra nosotros. Él debe encargarse de nuestros enemigos, no nosotros.Pidamos a Dios esta mañana que nos llene del Espíritu Santo para tener los frutos del Espíritu a pesar de los ataques del enemigo. Y no olvides el mandato del Señor: «Amad a vuestros enemigos» (Mat. 5:44). Nuestra oportunidad y nuestra misión es convertir a nuestros enemigos gratuitos en amigos, a través de nuestro ejemplo piadoso.
Tomado del Libro de Meditaciones 2009 "Siempre gozosos , experimentando el amor de Dios" del Pastor Juan O. Perla, Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com/
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Huir de la tentación
Y ella lo asió por su ropa, diciendo: «Duerme conmigo». Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.
Génesis 39:12
Y ella lo asió por su ropa, diciendo: «Duerme conmigo». Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.
Génesis 39:12
Es fácil percibir que en esta época ya no hay temor de Dios ni respeto por su santa ley. Muchísima gente considera que todo es relativo, que todo depende de las circunstancias, que no existe nada que sea pecado. Es posible que los jóvenes del mundo consideren tonto a José por haber "desperdiciado" una buena "ocasión". Algunos consideran a José un cobarde, o algo peor, por haber huido de la esposa de Potifar.Pero José fue muy inteligente y sabio al tomar la decisión de huir de la tentación. La mejor respuesta a la tentación es huir de ella. Alejarse de cualquier situación comprometedora es crucial para mantener un sólido carácter cristiano. Sin embargo, huir de la tentación no es fácil. Solo es posible con la ayuda de Dios. Además, no es huir una vez. De una manera u otra, hoy o mañana, la vieja tentación volverá. El tentador nunca se dará por vencido, y nos buscará mientras tenga la esperanza de vencernos. Recuerda que a Jesús lo persiguió, y lo tentó, desde el pesebre hasta el Calvario, con la esperanza de vencerlo haciéndolo pecar.Huye de la tentación, pero no pienses que ahí termina todo. La Biblia aconseja huir de la tentación: «Huye también de las pasiones juveniles» (2 Tim. 2: 22). «Huye de estas cosas» (1 Tim. 6:11). «Habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo» (2 Ped. 1: 4). Pero, más que huir, el consejo divino es estar firmes. «Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo» (Efe. 6: 11). A través del poder del Espíritu Santo, los creyentes pueden vencer a Satanás y hacerlo huir.¿Qué haces cuando eres tentado a pecar? Hay muchas cosas que puedes hacer, pero lo más importante es recordar que no puedes resolver tú solo el problema de la tentación. En el corazón humano está el deseo de hacer el mal; es engañoso, centrado en sí mismo. La tentación es un problema que solo Dios puede resolver. Para solucionar ese problema, necesitamos a un Salvador experto que ya fue tentado en todo, «pero sin pecado» (Heb. 4: 15). Por nosotros mismos no podemos ganar la guerra contra la tentación. Pero Jesús nos ofrece su victoria, y «es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb. 2:18).Sigue hoy el método y el ejemplo de José. Huye de la tentación, y aférrate a Cristo para poder vencer al tentador.
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Siempre hay una salida de la tentación
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
1 Corintios 10:13
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
1 Corintios 10:13
Aunque la tentación no es pecado, es muy peligrosa. Por eso no debemos detenernos frente a ella, ni siquiera por un momento. Como José, hay que huir inmediatamente. El que decide permanecer en el terreno de la tentación corre el peligro de ser su víctima. No dialogues con ella, no fijes tus ojos en ella, no te acerques a ella.Cuando estudiaba en la Universidad Adventista de Centroamérica, trabajaba en el campo con otros compañeros. Un día, mientras limpiábamos el terreno de malezas, descubrimos una enorme serpiente. Decidimos rodearla, para que no escapara. La serpiente se enrolló y se quedó tranquila. Uno de los compañeros decidió acercarse al peligroso reptil. Tomó un palo en su mano y comenzó a moverla. La serpiente se encogía y se estiraba. Algunas veces se levantaba y luego caía de nuevo a tierra. El joven estaba muy feliz y disfrutaba mucho del espectáculo presentado por el animal. El joven perdió el miedo y se aproximó un poco más. De pronto, la serpiente atacó como un rayo y clavó los colmillos en el brazo del joven incauto. Ahí terminó la "fiesta". Buscamos ansiosamente una ambulancia para conducirlo al hospital, donde ingresó al borde de la muerte.Así es la tentación. Aparece en cualquier lugar y en cualquier momento. No te acerques, ni juegues con ella. Si lo haces, te morderá. Pero la promesa divina es que cuando llega la tentación, Dios «dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar». Esta promesa es muy cierta. Siempre se presentarán obstáculos para no ceder a la tentación. Antes de encontrar el canal en el televisor para ver una película que degrada la mente y enferma el espíritu, encontrarás un canal donde se presenta la Palabra de Dios. Justo cuando decides detener el automóvil frente a un lugar de reputación dudosa, sonará el teléfono con una llamada de tu esposa, que te dirá: «Te amo muchísimo y estoy segura de que tú también me amas». Cuando sientes la tentación de insultar al conductor que entró en tu carril de forma imprudente, ves una calcomanía en la parte trasera del auto, que dice: «¿Qué haría Jesús?»Siempre será difícil pecar. Es una terca oposición a todas las advertencias divinas y a todos obstáculos que Dios nos pone para que tengamos tiempo para reflexionar. Cuídate hoy.
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Dios luchará por nosotros
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 4:15
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 4:15
La tentación no tiene favoritos. Todos los seres humanos son su objetivo: hombres y mujeres, adultos y niños, pastores y laicos, casados y solteros. Incluso el Hijo de Dios fue tentado en todas las cosas. Jesús siempre entendió las intenciones del enemigo y nunca permitió que lo apartara de la fidelidad y el amor de su Padre.Jesús es nuestro ejemplo supremo. Él nos enseña cómo luchar contra la tentación y nos promete el poder para vencerla. Experimentó en carne propia lo que significa ser tentado. Se hizo semejante a nosotros, sujeto a las mismas debilidades que nosotros; por lo tanto, entiende perfectamente cómo nos sentimos bajo el peso de la tentación. Los fieros ataques del enemigo nunca lo vencieron, y pudo decir: «Viene el príncipe de este mundo, y no tiene nada en mí».La tentación no es pecado, pero sí una amenaza. Al luchar contra la tentación debemos recordar algunos principios que nos ayudarán a salir victoriosos:
Primero: No confrontes solo la tentación. Jesús ha prometido estar siempre a tu lado. Manten a Jesús en tu mente y todo pensamiento pecaminoso huirá.
Segundo: Asegúrate de tener siempre puesta la armadura de Dios. Solo venceremos con las armas del Todopoderoso.
Las armas son seis:
• El cinturón de la verdad, que es la integridad.
• La coraza de justicia, que es la justicia practicada.
• Las sandalias, que significan el evangelio de la paz, el gozo de sentirse seguro en Cristo.
• El escudo de la fe, que es la firme adhesión a la verdad revelada.
• El yelmo de la salvación, que significa la seguridad de la salvación presente y futura.
• La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.En el cielo se le dará a cada redimido un manto blanco y un arpa. Pero eso será en el cielo. Mientras tanto, aquí se le da una armadura de soldado para el combate, para luchar contra la tentación.
Tercero: Nunca puedes sorprender a Dios. Él sabe de antemano qué harás, qué decisiones tomarás, el pecado que cometerás, y, aun así, te ama.Vive hoy como un vencedor. Jesús está contigo. En su fuerza serás victorioso. Puedes decir «No» a la tentación porque él está en tu corazón. Ocupa tu lugar como hijo de Dios y reclama su fuerza y su victoria.
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Julio 9
Dios luchará por nosotros
En aquel mismo día tomo Josué a Maceda, y la hirió a filo de espada, y mató a su rey; por completo los destruyó, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo al rey de Maceda como había hecho al rey de Jericó.
Josué 10:28
Dios luchará por nosotros
En aquel mismo día tomo Josué a Maceda, y la hirió a filo de espada, y mató a su rey; por completo los destruyó, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo al rey de Maceda como había hecho al rey de Jericó.
Josué 10:28
La conquista de Canaán fue una epopeya realizada con la intervención directa de Dios. En la batalla con la confederación de cinco reyes ocurrieron hechos verdaderamente asombrosos. La batalla se alargaba. Los enemigos estaban a punto de entrar en la ciudad fortificada de Maceda. Pero, por razones que no entendemos, era necesario terminar la batalla ese día. Dios y sus ángeles intervinieron en la batalla (Jos. 10: 11). Sin embargo, como no alcanzaba el tiempo y el sol estaba declinando, Dios obró un portento: «Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero» (10:13). Finalmente, la batalla terminó, como siempre, con una gloriosa victoria de Dios y su pueblo. Siempre se asombra uno cuando lee estas declaraciones: «Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por Israel» (Jos. 10:14).Esta es una repetición de la promesa que Moisés, en nombre de Dios, hizo al pueblo de Israel cuando temblaban de miedo, arrinconados frente al mar, y con el ejército del faraón, con toda su furia, a sus espaldas, decidido a destruirlos. Él dijo: «No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éxo. 14:13,14).¡Qué maravillosa promesa es esta para nuestras luchas diarias contra Satanás y la tentación! Cada vez que el enemigo lanza sus ataques contra nosotros, Jesús se halla a nuestro lado en las trincheras. Lo único que pide es que nos escondamos detrás de su manto y permitamos que sea él quien pelee las batallas por nosotros. Por eso Pablo nos recuerda: «Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas» (2 Cor. 10: 4).Dios no solamente pelea las batallas por nosotros, sino que nos da también en Jesucristo el equipamiento necesario para vencer. Jesús está ahora en el santuario celestial peleando batallas por cada uno de sus hijos. Dios anhela que nosotros confiemos plenamente en su perdón, que es el arma más efectiva para derrotar al enemigo. Toma hoy la decisión. Confía en Aquel que pelea todas tus batallas y que jamás perderá una sola. Cualquier batalla que entables hoy podrás ganarla si decides aferrarse al gran Capitán divino.
REFLEXIONES PARA VIVIR --
¿Dónde acampas?
Abraham habitó en la tierra de Canaán, pero Lot habitó en medio de las ciudades del valle del Jordán, muy cerca de Sodoma.
Génesis 13:12
Abraham habitó en la tierra de Canaán, pero Lot habitó en medio de las ciudades del valle del Jordán, muy cerca de Sodoma.
Génesis 13:12
¿A qué distancia de Sodoma acampas? Al decir esto, en realidad quiero preguntar: ¿Cuánto te acercas al pecado? Cuando Lot escogió el valle del Jordán -para instalar su campamento, escogió lo que le parecía más cómodo y más provechoso. Es admirable el carácter de Abraham. No escogió el primero el lugar para poner su campamento, privilegio que le correspondía por su edad y por su posición. Magnánimamente, permitió que Lot escogiera primero. Lo acostumbrado en la cultura de ese tiempo era que Lot, que era el más joven, permitiera que Abraham escogiera primero la tierra donde habitaría.Abraham permitió que Lot escogiera primero, y este decidió vivir lo más cerca posible de Sodoma. Sabemos que la decisión de Lot terminó en una tragedia para él y su familia. Acabó viviendo dentro de Sodoma, lugar donde se toleraban y hasta se promovían todos los pecados imaginables. En la historia de Génesis 19 aprendemos que Lot escapó del castigo divino por una intervención directa de los ángeles de Dios. No pudo rescatar ninguna de las posesiones de su casa y en la precipitación de la huida terminó perdiendo a su propia esposa.No cabe duda de que la tentación actúa así. Primero decidimos acercarnos. Pero pronto, sin darnos cuenta, estamos en medio de ella, como Lot viviendo dentro de Sodoma. Llega un momento en que nos encontramos tan enredados que no podemos salir, salvo por una intervención de Dios.Notemos, en cambio, la reacción opuesta de Abraham. El patriarca decidió alejarse del valle de aquella ciudad pecaminosa. Una vez que estuvo lejos, edificó un altar a Dios. ¡Qué hombre más sabio! No es extraño que Dios se llevara tan bien con Abraham y lo bendijera tanto. En cambio, Lot, lo único que encontró fue un montón de problemas, y lo que único que salvó fue la vida. La pregunta para nosotros hoy es dónde viviremos nuestra vida. ¿Acamparemos lo más cerca posible de la tentación, o viviremos delante del altar, lejos del valle de la tentación?El pecado siempre comienza con un simple coqueteo con la tentación. Pero después termina amarrándonos para vivir dentro de sus muros, hasta que la ira de Dios se pronuncia.¿Cuan cerca de Sodoma acampas? La decisión está en tus manos hoy. Dios quiera que nuestra respuesta sea: «¡Tan lejos que ni siquiera la pueda ver a la distancia!»
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Ataca cuando las defensas parezcan debilitarse
Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino el tentador, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».
Mateo 4:2,3
Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino el tentador, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».
Mateo 4:2,3
El enemigo sabe perfectamente cuáles son los momentos cuando las defensas del cristiano son más débiles o en que tiene las mayores probabilidades de vencerlo. No vino para tentar a Jesús en su primer día de ayuno; vino después de que el Señor ya llevaba cuarenta días sin probar alimento. Lo atacó cuando el hambre era más intensa. En el momento de mayor necesidad le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».Es probable que, cuando Satanás mencionó la palabra 'pan', los ojos de nuestro Señor vieran en aquellas piedras algo parecido al delicioso pan que su madre horneaba en Nazaret. No olvidemos que él era como nosotros. El hambre era real, y la tentación, muy fuerte. Una fuerte tentación para Jesús era que él podía convertir cualquiera de aquellas piedras redondas en un verdadero pan. Solamente se necesitaba la orden de Jesús para que aquellas piedras se convirtieran en aquello que más deseaba.No obstante, aunque tenía el poder de hacerlo, no quiso ejercerlo, porque habría sido dudar de Dios, hacer algo en beneficio propio y probablemente aceptar la autoridad de Satanás. Para nosotros no habría sido una tentación, pero para Jesús sí lo fue. Jesús no cedió, por muchas razones. Una de ellas era que su misión consistía en derrotar a Satanás donde Adán había fracasado: la satisfacción del apetito.Sí, el enemigo sabe cuándo es el mejor momento para atacarnos. Hace propuestas apetecibles para que aceptemos sus insinuaciones. Precisamente cuando tienes un salario que no te alcanza para cubrir los gastos, te ofrece un gran empleo, pero tienes que trabajar los sábados. Cuando los lazos conyugales comienzan a debilitarse, aparece alguien que te presenta atrayentes insinuaciones. Cuando el presupuesto no alcanza para cubrir los gastos de la educación cristiana de tus hijos, te susurra al oído: «Usa los diezmos. Tus hijos son más importantes que las necesidades de la iglesia». Incluso te recuerda versículos como «El que no provee para los suyos, es peor que un infiel y ha negado la fe». En el momento de un accidente, o de un diagnostico médico que te informa de una enfermedad terminal, se presenta para destruir tu fe y tu confianza en Dios.Cuando sientas que tus defensas se debilitan, ataca valerosamente poniéndose bajo las alas de tu Defensor. Decide hoy mantenerte firme junto a Jesús. Pídele que te ayude a vencer tus apetitos, tus deseos y cualquier oferta que el maligno te ofrezca.
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Satanás pregunta por ti
Dijo también el Señor: «Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo».
Lucas 22:31
Dijo también el Señor: «Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo».
Lucas 22:31
Que alguien pregunte por nosotros puede ser agradable o desagradable. Depende de quién sea la persona y de cuáles sean sus motivos. Si es un amigo, nos sentimos felices. Si es nuestro enemigo y sabemos que tiene malas intenciones, nos preocuparemos. Quien preguntó por Pedro es el peor enemigo que puede existir. Es el más grande ladrón, el mayor destructor, el peor asesino.¿Puedes imaginarte a Pedro escuchando a Jesús decirle: «Satanás os ha pedido», «Satanás pregunta por ti específicamente», «El diablo pregunta personalmente por ti, Pedro» ? Ponte en los zapatos de Pedro por un momento. Si eso no te congela la sangre, entonces no hay cosa que pueda hacerlo.Gracias a Dios, Jesús animó a Pedro para que no se llenara de pánico. «Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte» (Luc. 22: 32). En otras palabras, Cristo está diciendo a su aterrorizado discípulo que, a pesar de que el mismo jefe de los demonios pregunta por él, no tiene por qué atemorizarse: sus oraciones lo fortalecerán; su brazo omnipotente lo sostendrá.Jesús está con nosotros para ayudarnos a enfrentar la tentación. Él ruega por nosotros constantemente. Saber y creer esto fortalece la fe del creyente. Si estamos al lado del Salvador de forma resuelta, Satanás no puede llegar a nosotros si antes no se enfrenta con Jesús. El texto indica que Satanás primero vino a pedirle permiso a Jesús para probar a Pedro. Él no puede hacer nada en la vida de sus hijos sin que Dios se lo permita. Dios vigila sobre cada unos de sus hijos amados. «He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel» (Sal. 121: 4).¿Por qué el diablo fijó su vista en Pedro? Simplemente, porque era un poderoso instrumento en las manos de Dios. Hoy hace lo mismo. Apunta sus armas contra los dirigentes. Por esa razón debemos orar constantemente a favor de nuestros dirigentes, porque ellos siempre están bajo el ataque de Satanás.Cualquier cristiano que aporta algo en favor del reino de Dios es un candidato para los ataques de Satanás. Si Dios te está usando para llevar personas a los pies de Jesús, el diablo trabajará incansablemente hasta derribarte si te descuidas. ¿Te sientes bajo el fuego del enemigo? ¿Estás enfrentando fieras tentaciones? No te aterrorices: Jesús ora por ti, como lo hizo por Pedro.
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Julio 5
Cuando el dedo te señala
Entonces dijo Natán a David: «Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: "Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl"».
2 Samuel 12:7
Cuando el dedo te señala
Entonces dijo Natán a David: «Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: "Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl"».
2 Samuel 12:7
David, el rey de Israel, hombre brillante e inteligente, cometió un grave error. Un hombre bueno, en un momento de debilidad, fue al lugar equivocado, en el momento equivocado, fijó su mirada en el sitio equivocado y, como era de esperar, fracasó. Cometió adulterio y posteriormente un asesinato.Una mirada, un pensamiento malo, un deseo, un adulterio, un crimen. Así es el pecado. De la inocencia a la depravación. De un poquito, hasta la inmersión total. Desde un inicio, en el que dominamos, hasta un final, en el que terminamos dominados. Quien se inicia en el sendero del pecado no se imagina hasta dónde llegará.Dios amaba a David y envió a Natán para amonestarlo, para señalarle su pecado, para apartarlo del camino que solo tiene un final: la muerte eterna. Dios sabe que el pecado destruye; por eso es lo aborrece con odio mortal.El fracaso es algo que todos los seres humanos compartirnos. Es cierto que hay pecados que no salen a la luz. Nadie sabe de ese aborto que indujimos. Nadie sabe de esos devaneos amorosos a los que nos entregamos. Nadie sabe de ese negocio deshonesto que emprendimos. Nadie sabe de lo que estaba viendo en la pantalla de la computadora a avanzadas horas de la noche. Nadie sabe de esos vídeos para "adultos" que se ven cuando se está solo. Nadie sabe de esos pensamientos impuros que amenazan con salirse del ámbito de las ideas y hacerse realidad. Nadie sabe de esos engaños. Nadie conoce esas mentiras del pasado, o del presente.Nuestros fracasos nunca son el final de nuestra relación con Dios. A pesar de nuestros errores, no hay cortocircuito en nuestra relación con el Señor. Abraham mintió, pero ese no fue su final. Dios dijo que era su profeta y le pidió que orara por Abime-lec. David falló pero eso no fue el final para él. Todo pudo haberse perdido, pero no se perdió. Para Dios nuestros fracasos no son el final. No importa cuan malos, cuan equivocados, o cuan avergonzados nos sintamos. Dios está ahí. Su presencia no nos abandona, ni siquiera en el más estrepitoso de los fracasos. La presencia de Dios siempre está con nosotros para ayudarnos. Nos lleva de la mano.Dios puede enviar a Natán para hacernos saber que nada está oculto a sus ojos. Como David, necesitamos volvernos a Dios y decirle: «Contra ti, contra ti solo he pecado; dame un corazón nuevo».
REFLEXIONES PARA VIVIR --
Julio 4
Cuando Dios se demora, sométete a su autoridad
Dijo Jesús: «Quitad la piedra». Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:«Señor, hiede ya, porque es de cuatro días».
Juan 11:39
Cuando Dios se demora, sométete a su autoridad
Dijo Jesús: «Quitad la piedra». Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:«Señor, hiede ya, porque es de cuatro días».
Juan 11:39
Cuando Dios tarda en responder a nuestras peticiones, no solo debemos mostrar confianza en su amor, sino someternos a su autoridad. Él no solo es el Salvador; es también el Señor, y sus seguidores deben reconocer su autoridad en todo.Jesús ordenó que se quitase la piedra del sepulcro donde Lázaro había sido sepultado. Marta y María tenían razón. Los cuerpos se descomponen después de tanto tiempo en el sepulcro: «Señor, hiede ya, porque es de cuatro días» (Juan 11: 39). Pero Jesús había dado la orden, y ellas debían obedecer el mandato de su Señor. Este es un cuadro de sumisión y obediencia.Cuando Dios guarda silencio y no contesta inmediatamente tus peticiones, recuerda que él te ama con amor eterno. Confía en él, deposita toda tu confianza en su cuidado amoroso. Pero además de eso, debes mostrar absoluta y total sumisión a su autoridad.Nuestro problema no son las cosas que desconocemos, sino aquellas que, pese a conocerlas muy bien, no estamos dispuestos a obedecer. Hay muchas cosas que sabemos que Dios ha ordenado que se hagan, pero que son difíciles de aceptar, como la orden de quitar la piedra. Como Creador soberano, Dios tiene toda la autoridad y ha dado órdenes que deben cumplirse. ¿Vives una vida de total obediencia a lo que Dios ha ordenado? Dios espera que obedezcas y te sometas a su voluntad. No temas, porque todo lo que Dios manda es para nuestro bien. Debemos obedecerlo, porque es lo que más nos conviene.Hace tiempo, una joven miembro de iglesia me dijo: «Pastor, tengo treinta y tres años de edad, y durante más de doce años he esperado pacientemente encontrar un hombre digno para que sea mi esposo. He orado todos estos años para que Dios actuara, y nada ha sucedido. No puedo esperar más. Estoy decidida a aceptar lo que venga. Incluso a tener cualquier aventura amorosa fuera del matrimonio. Si Dios no actúa, actuaré yo».Es una experiencia difícil. Pero tomar esa decisión es lanzarse por el camino de la rebelión. Lo que el cristiano debe saber es que, independientemente de lo que Dios se "demore", es mejor esperar pacientemente la revelación de su voluntad.Dile a Dios esta mañana: «Señor, haz lo que quieras con mi vida. Maneja las cosas conforme a tu voluntad. Me someto a tu autoridad. Tú me amas y estoy seguro de que obrarás en mi favor».
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