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En " El cartero de Neruda ", el escritor chileno Antonio Skármeta explica el poder de las palabras en un ser humano. Mario Jiménez es un joven que vive en Isla Negra, una apartada provincia en la costa de Chile. Un día consigue un empleo como cartero para llevar la correspondencia al único personaje alfabetizado de su zona: Pablo Neruda. 

Cada día, Mario monta en su bicicleta y entrega al poeta cartas, telegramas y paquetes que le llegan de diversos lugares. Así nace una amistad entre ambos y, en Mario, una profunda admiración hacia el hombre de letras. El poeta le enseña a elaborar metáforas y contemplar la naturaleza. Desde entonces, el muchacho pasa horas leyendo libros y meditando en las enseñanzas de su perínclito maestro. Al poco tiempo, Mario se enamora de Beatriz González, hija de una viuda propietaria de un modesto mesón. Pero ahora, la lengua del humilde cartero es un espada que atraviesa corazones. La chica no resiste el bombardeo de poemas y cartas de amor del arrojado mancebo. La reacción de la viuda es de preocupación, molestia y rabia. Está decidida a actuar contra el encargado del correo. Ante tal situación, Mario le dice a Neruda: "Poeta y compañero: Usted me metió en este lío, y usted de aquí me saca. Usted me regaló sus libros, me enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas (sellos). Usted tiene la culpa de que yo me haya enamorado”.

La lengua tiene más poder del que te imaginas. En cierto sentido, tiene razón Antonio Skármeta cuando dice -en labios de Mario Jiménez- que la lengua tiene usos más elevados que únicamente pegar estampillas. En realidad, la lengua es el instrumento básico de la comunicación humana. Eso es lo que nos ha hecho especiales respecto al resto de las especies de este mundo. La lengua es un patrimonio construido durante siglos, no solamente por escritores, eruditos y académicos, sino por personajes anónimos que la han ido enriqueciendo. Y es que la lengua tiene un poder que muchos desestiman. Somos lo que hablamos. Las palabras transforman nuestra vida. A lo largo de ella aprendemos palabras, las practicamos, transmitimos y reciclamos. Nuestras propias expresiones llegan a convencernos de ilusiones infundadas o de verdades gloriosas que le dan sentido a la existencia.

En las manos de Dios, el lenguaje sigue siendo una de las armas más poderosas para transformar vidas, tanto del transmisor como del receptor.
Hoy pide al Señor que te ayude a usar el lenguaje de la mejor manera para comprender, compartir y proclamar su Palabra.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal

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