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¿Alguna vez ha deseado revivir el pasado para tener la posibilidad de en­mendar las palabras que lastimaron a otros; corregir los errores que cometió y las decisiones equivocadas que tomó; y borrar los momentos en que se sintió desalentado y abandonado por el Señor?
Si algo hay que sea cierto es que es imposible volver atrás en el tiempo y revivir lo que ya hemos vivido. Pero, si pudiéramos, ¿haríamos lo mismo? La verdad es que muchos no cambiaríamos: cometeríamos los mismos errores, lastimaríamos a las personas y tomaríamos decisiones equivocadas. ¿Por qué? Porque somos así, es nuestra naturaleza. Pero Jesús vino para ayudarnos a cam­biar nuestra vida de manera sobrenatural.

Jesús dijo: "Bienaventurados los que lloran", es decir: "Bienaventurados los que se sienten tristes, no por lo que les ha ocurrido, sino por cómo trataron a los de­más". Me he dado cuenta de que, para mí, es más natural ser orgulloso y egoísta que humilde y amable. Incluso es posible que diga que lo lamento sin lamentarlo en absoluto. Es lo mismo que pisar el pie de alguien y, de manera mecánica, decir: "Lo siento", al tiempo que se piensa: "No fue culpa mía.Tú te pusiste en mi camino".
Si reacciono así me entristezco. A veces me gustaría gritar: "¡Dios, sé pro­picio a mí, pecador!" (Luc. 18:13). Creo que esto es lo que Jesús quiso decir con: "Bienaventurados los que lloran". Si no reconozco lo mucho que necesito a Jesús seré siempre lo que fui: un pecador que comete siempre los mismos errores.
El dolor genuino implica que admitimos nuestra necesidad. Cuando el Es­píritu Santo nos convence de pecado, nuestro corazón llora. Llorar significa que cada día nos damos cuenta de que necesitamos a Jesús. El único que puede quitar la mancha de! pecado es Jesús.
A menos que lloremos por nuestros pecados, los cometeremos una y otra vez. Sin embargo, Jesús nos ha prometido que él nos consolará. No podemos volver a vivir el pasado, pero sí podemos proseguir a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro (Fil. 3:14). Quizá suene extraño, pero esta bienaventuranza nos recomienda que nos entristez­camos, el único modo de recibir consuelo.

                                        Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2012, del Pr.Richard Offil
  Que  cada día podamos ser transformados por el amor de Dios para así evitar errores  y palabras propias de nuestra naturaleza humana. Solo el poder de Dios nos hará diferentes.
JOHN CARLOS SOTIL LUJAN
                                                          DIRECTOR DEL WEB BLOG "REFLEXIONES PARA VIVIR"

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