Hace ya varios
años, el mundo fue sacudido por la noticia de dos desquiciados adolescentes que
asesinaron a sus propios compañeros de estudio. La tragedia ocurrió en
Colorado, Estados Unidos.
Cuentan los
sobrevivientes que esa trágica mañana los asesinos disparaban a sangre fría
contra todo lo que se
movía, mientras reían a carcajadas. Primero sembraron el terror en el primer
piso de la institución. Luego subieron a la biblioteca, donde estaba una joven
estudiante, de nombre Valeen, con su mejor amiga, escondida debajo de una de
las mesas. En cuestión de segundos, inundaron el lugar con una lluvia de balas.
La amiga de Valeen murió en el acto. Ella, por su parte, fue alcanzada por
varios proyectiles. Agobiada por el dolor, la joven comenzó a quejarse: «¡Dios
mío! ¡Dios mío!».
Cuando los asesinos escucharon mencionar el nombre de Dios, caminaron en
dirección al lugar de donde provenía el clamor.
—¿Dijiste Dios? —preguntó uno de ellos—. ¿De verdad crees en Dios?
—Sí, creo —respondió con valentía la muchacha.
—¿Y por qué crees en Dios? —preguntó el pistolero, mientras recargaba el
arma.
—Porque así me criaron mis padres, y porque yo lo creo.
No se sabe por qué no la mataron. Se cree que después de su valiente testimonio, Valeen se desmayó y la dieron por muerta. Al final de la sangrienta jornada, los dos adolescentes habían asesinado a doce estudiantes y a un profesor. Luego ellos mismos se quitarían la vida. Pero Valeen sobrevivió para contar por qué dijo sí, consciente de que esa respuesta podía costarle la vida.
No se sabe por qué no la mataron. Se cree que después de su valiente testimonio, Valeen se desmayó y la dieron por muerta. Al final de la sangrienta jornada, los dos adolescentes habían asesinado a doce estudiantes y a un profesor. Luego ellos mismos se quitarían la vida. Pero Valeen sobrevivió para contar por qué dijo sí, consciente de que esa respuesta podía costarle la vida.
«Cuando esos dos muchachos me preguntaron si creía en Dios, sentí tantos
deseos de decir "no". [...]. Pero decir "no" era una falta
de respeto a mí misma y a Dios. Por eso los miré directamente y les dije lo
único que podía decirles: "Sí, creo"» (Bruce Porter, The Martyr's
Torch [La antorcha del mártir], pp. 6-8).
Quizás nunca te encontrarás en una situación tan dramática para
demostrar tu fe, pero no necesitas que una pistola te apunte a la cabeza para
demostrar tu lealtad a Dios. Por medio de las pequeñas pruebas de cada día
estás diciendo: «Sí, creo en Dios». O de lo contrario: «No creo».
Son los hechos, no las palabras,
los que cuentan.Hoy puedes demostrar que sí crees en Dios. Hoy puedes
representarlo con dignidad en todo lo que hagas. ¿Estás dispuesto a hacerlo?
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente - Por Fernando Zabala.
¿Crees tú en el Hijo del hombre?
Juan 9:35.
JOHN CARLOS SOTIL LUJAN
DIRECTOR DEL WEB BLOG - REFLEXIONES PARA VIVIR