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Archive for julio 2011

El ascensor era lo suficientemente amplio, y tenía capacidad para varias personas. Sin embargo, Clayton prefirió tomar las escaleras, a pesar del maletín pesado; es que Lauro estaba en el elevador, y Clayton no deseaba ha­blar con él. Nadie entendía la situación, porque ambos habían sido amigos hacía mucho tiempo. Lo peor es que los dos se sentían mal con esa situación. Entonces, surgió la presencia de Juana, que sirvió de mediadora para reconciliarlos. Los tres se abrazaron. A partir de aquel día, Clayton y Lauro volvieron a sonreír. 

No sé si percibiste que, cuando estás disgustado con alguna persona, no tienes paz en el corazón. Esa era la situación del ser humano después de caer en el pecado. Recuerda que lo primero que hicieron Adán y Eva, después de la desobediencia, fue huir y esconderse de la presencia de Dios. Esa situación tampoco dejaba feliz a Dios, porque amaba al ser humano y sufría al verlo huyendo de su amor. ¿Qué hacer? El texto de hoy enseña que la iniciativa de la reconciliación fue divina. "Todo esto proviene de Dios", aclara Pablo. El ser humano no se salva por­que quiera salvarse, sino porque Dios quiere hacerlo: es Dios quien lo busca, incansablemente, hasta encontrarlo. A fin de que su presencia gloriosa, de santidad y de pureza, no destruya al pobre pecador, Dios se vale de un Mediador; y ese mediador es Cristo. "Quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo". Aquí, encontramos la idea de que había una distancia enorme entre Dios y el hombre, y Cristo se cons­tituyó en el puente a través del cual podemos tener otra vez acceso al Padre. Con su naturaleza divina el Señor Jesús toma la mano del Padre, y con su naturaleza humana extiende su otra mano en dirección al hombre caído, a fin de rescatarlo. Y, de esta manera, reconcilia al hombre con Dios.Todo lo que necesitas hacer es aceptar que Jesús te tome de la mano. Y hoy puede ser ese gran momento, porque cada mañana es siempre una nue­va oportunidad. No salgas, sin saber que "todo esto proviene de Dios, quien nos reconci­lió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación"(2 Corintios 5:18).
                                  Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón

Hay personas que jamás olvidamos: el tiempo pasa, la juventud se va, las arrugas aparecen, como surcos que abre el tiempo; pero, el recuerdo de ellas perdura. Su influencia es semejante a un perfume que insiste en quedar impregnado en la piel. Creo que Pedro era una de esas personas. Los últimos años de su vida, la gente seguía colocando lechos y camas con la idea de que, al pasar el apóstol, "a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos".
Me emociona leer esto, porque este Pedro que las personas seguían por todos lados era el mismo que, una noche oscura y fría de invierno, había negado al Señor Jesús. En aquel momento, después de que el gallo cantara por tercera vez, el derrotado Pedro corrió desesperado, rumbo a las tinieblas de su propia consciencia. El martilleo de la culpa lo golpeaba, inclemente: había traicionado a su Maestro; lo había abandonado en el momento en que el Señor más lo necesitaba.
El rayar de un nuevo día encontró a un hombre hecho pedazos. El enemigo le susurraba: "Tú ya no vales nada, ¿por qué no te ahorcas, como lo hizo Judas?" En el silencio del alba, sin embargo, recordó aquella mirada de Jesús, al cruzar el patio del Templo. Humillado, azotado, burlado, el Maestro le expresó, en aquella mirada: "Tú, Pedro, lo arruinaste todo. Pero, yo vine para hacer todo de nuevo. Confía en mí; yo te sigo amando". Fue aquella mirada lo que lo animó a creer que era posible levantarse. Y se levantó. Cayó de rodillas, pidiendo perdón, y se irguió. Antes de levantarte, es necesario caer arrodillado, y reconocer que tú no puedes. El poder de Dios solo se manifiesta en el alma contrita y humilde.
Poco tiempo después, encontramos a Pedro ordenando al paralítico: "No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesús te digo, levántate y anda". Y el hombre salió, saltando como un niño.
Sí, algunas personas van y vienen. Pero otras, como Pedro, llegan a tu vida y, a partir de ese momento, jamás eres el mismo: su influencia marca, impresiona e inspira.
Haz de este día un día de inspiración. Utiliza tu influencia para el bien. Pide a Dios que, por donde fueres, las personas deseen estar a tu lado, aunque sea para recibir tu sombra. Que tu vida y tu influencia sean como las de Pedro: "Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su  sombra cayese sobre alguno de ellos".(Hechos 5:15)
                                 Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón
Para meditar hoy: "No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad?" Nahum 3:19
El sol de mediodía castiga la carretera con la fuerza del verano. Un hombre humilde carga un saco de papas sobre sus hombros. Todos lo conocen, en la ciudad, por su espíritu de servicio y su fidelidad a Dios. Al cruzarse en el camino con un muchacho incrédulo, oye la voz socarrona:
-¿Cómo sabes que eres salvo?
El cristiano sigue unos pasos adelante, y deja caer la carga. Entonces, dice:
-¿Cómo sé que se me cayó el bulto? No he mirado atrás.
-No -replica el muchacho-, no has mirado atrás, pero ya no sientes el peso.
-¡Exactamente! -respondió el hombre-. Es por esa misma razón que sé que soy salvo: ya no siento la carga de pecado y de tristeza, y he encontrado paz y satisfacción en el Señor.
El texto de hoy habla de una imposibilidad: "No hay medicina para tu quebradura", afirma el profeta. Se está refiriendo al pecado: cuando el pecado toca una vida, la anula poco a poco. Los estragos del pecado no aparecen intempestivamente; en la mayoría de los casos, no. Son como los efectos que causa la lepra: en los tiempos bíblicos, el leproso solo percibía su mal cuando su carne empezaba a caer en pedazos; entonces, ya era demasiado tarde. El pobre hombre tenía que abandonar a la familia, a los amigos, el trabajo, en fin. Su futuro era confinarse, con los otros enfermos, en el valle de los leprosos.
En aquellos tiempos, no había remedio para la lepra. Hoy, ayer y para siempre, nunca habrá remedio humano para el pecado. No es solo un asunto de conducta o de comportamiento: es un asunto del corazón. Acompaña al pecador por dondequiera que vaya. La única solución es Jesús. Y él no empieza trabajando por fuera; la fachada es lo último que él restaura. Su maravilloso trabajo de salvación empieza donde está el nido del pecado: en la mente. Él te brinda una nueva mente, nuevas motivaciones, nuevos horizontes. Las cosas pasadas quedan enterradas para siempre, y la vida empieza a partir del encuentro con Jesús.
Recuerda bien esto, a lo largo del día. Y piensa en el planteo del profeta: "No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable".
                           Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón
Para Meditar Hoy: "Seis días trabajarás, y harás toda tu obra"(Éxodo 20:9)
.Fue un sacudón en mi cerebro. Jamás lo hubiese imaginado. El cuarto Mandamiento de la Ley de Dios, registrado en el capítulo 20 de Éxodo, no tiene que ver solamente con el reposo en el séptimo día, sino también con el trabajo en los seis días restantes.
El trabajo fue establecido por Dios como un instrumento de felicidad. Desdichadamente, entró el pecado, y trastocó las cosas bellas de la creación. Al trabajo se añadieron los elementos del cansancio y de la fatiga. Lo transformaron en un fardo.
Pero, el trabajo continúa siendo una bendición. Y, cuando Jesús llega a tu vida, llega para transformarte en un hombre productivo; la mediocridad y el conformismo no combinan con el cristianismo. No puedes vivir esperando a las oportunidades; necesitas buscarlas. Cada problema que encuentres en el camino debe transformarse en el desafío de buscar una solución; cada desierto, la posibilidad de un oasis.
No te quejes de la vida. Los únicos obstáculos de verdad son tus propios temores y preconceptos. Pero, con Jesús, mira hacia arriba; por encima de la intolerancia humana.
Lo difícil no es llegar a la cumbre, sino jamás dejar de ascender. ¡Sube! Mientras vivas, sube. El día que dejes de subir, dejarás de vivir. A partir de ese momento, no valdrá más la pena continuar viviendo.
Pero, por lo que más quieras, no midas la ascensión comparándote con los demás. Deja que los otros sigan su camino; tú, sigue el tuyo, el que Dios preparó para ti desde cuando estabas en el vientre de tu madre. Levántate de mañana, acuéstate tarde... en fin, "suda la camiseta"; no te quedes parado, viendo la pelota correr en los pies de los demás. No te acomodes en la galería, a contemplar el desfile de los vencedores: sé tú uno de ellos.
Dios te dio talentos: ejercítalos, cultívalos y trabájalos, consciente de que, un día, el Señor te preguntará qué hiciste con las capacidades que recibiste de sus manos.
Hoy puede ser un día diferente; será un día diferente. No porque te hayas propuesto que así sea; si lo intentas, solo caerás en el terreno del humanismo. El humanismo te enseña a depender solo de ti y de tus fuerzas. Pero tú, corre a los brazos de Jesús y deja que él te conduzca por los caminos del trabajo y te corone de gloria. No lo olvides: "Seis días trabajarás y harás toda tu obra".
                                     Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón           

Para meditar Hoy:"Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos. (Deuteronomio 1: 42)
Sandro se da vuelta en la cama; las horas pasan, y no duerme. En la penumbra de su mente, se abrazan los recuerdos y los olvidos; se encadenan sus miedos con sus fracasos. Y aquellas luchas internas parecen besar al niño escondido en lo recóndito de sus temores.
Sandro llora el dolor del fracaso. Su mundo se ha derrumbado en pedazos; sus sueños se han transformado en pesadillas. Él se consideraba un águila que surcaba el espacio azul; el cielo infinito era su límite. Tal vez por eso, su caída fue estrepitosa. Quién sabe, tal vez por eso su orgullo sangra, como herida abierta.
El Señor lo advirtió muchas veces, pero parecería que la criatura insiste en no aprender: "No subas ni pelees, si rio estoy contigo. No te atrevas a enfrentar los desafíos que la vida te presenta, si no tienes la convicción de que estoy a tu lado".
Sandro fue a la "guerra" solo. Al principio, parecía que las cosas le iban bien; que no necesitaba de Dios. Repentinamente los vientos favorables de la economía empezaron a soplar en dirección contraria, y el joven promisorio percibió que su embarcación se iba a pique.
Luchó con todas sus fuerzas; como un león hambriento, buscando la supervivencia. Todo falló. El barco se hundió definitivamente, y ahora Sandro llora el error de haber salido en solitario a enfrentar las batallas de la vida.
El otro día, un hombre incrédulo me preguntó:
-¿Cuál es la ventaja de tener a Dios en los negocios? ¿No crees que Dios tiene mucho trabajo, como resolver el problema de millones de niños que mueren de hambre todos los días? ¿Para qué colocar sobre sus hombros el trabajo que yo puedo hacer?
Sí, Dios se preocupa con los niños hambrientos. Pero, se preocupa también por ti, y desea participar de tus sueños. Sandro no es la única persona que llora la tragedia de haber querido triunfar solo. Miles de cadáveres yacen en la historia del éxito, como hojas secas llevadas por el viento del fracaso.
Por eso, ten en cuenta el consejo divino: "No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos".

                                 Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón           

"En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él"(Eclesiastés 7:14).

Lo vi sin querer. Sentado en la escalinata de la estación del tren. Alto, cabello castaño hasta los hombros, ojos pardos. Estaba desecho. Jamás habría podido reconocerlo, si él no hubiese gritado mi nombre.
Me contó la triste historia de su vida. Había fracasado, en los negocios y en la vida. Dos matrimonios deshechos; tres hijos que se avergonzaban del padre, esclavo del alcohol, en fin... El típico ser humano destruido por las circunstancias.
Todo empezó, me confió, con la muerte de su hijo en un accidente: "No estaba preparado para el dolor", balbuceó mientras bajaba la mirada, como si el dolor volviese sin querer.
¿Sabes? Nadie está preparado para la adversidad. Pero, el consejo del sabio es: "En el día de la adversidad, considera". Otras versiones traducen "reflexiona". Reflexionar es el acto de detenerse y pensar. Pensar ¿en qué? En que Dios hizo tanto el bien como la adversidad. ¿Cómo?
En el texto de hoy, el escritor atribuye a Dios el bien y el mal. Eso es típico de la literatura hebrea; en realidad, es típico del ser humano. Finalmente, todo lo que sucede en este mundo se atribuye a Dios porque, al fin de cuentas, él es Dios. Nada sucede debajo del sol sin su consentimiento. Él podría evitar que el dolor tocase la vida de sus hijos; pero, muchas veces, no lo impide porque es la única manera de hacernos crecer.
Recuerdo cuando era joven y me gustaba el deporte. Las horas de entrenamiento eran terribles y dolorosas, pero era la única manera de adquirir fortaleza física para el momento del partido.
Esta vida es una lucha permanente entre el bien y el mal. El campo de batalla es el corazón del ser humano. El enemigo hará todo lo que pueda para apoderarse de tu corazón; y, para eso, echará mano del dolor. Le gusta ver sufrir a los hombres. Sabe que cada vez que sufres él está tocando el corazón de Dios. Pero, el Señor permite que, a pesar de eso, tú atravieses por el valle del sufrimiento.
Por otro lado, saldrás más maduro; como la piedra bruta que fue pulida y se transformó en un bello diamante.
Por eso, hoy, no te desanimes si hay nubes en tu cielo o si el sol pareciera haberse ocultado. Tómate de la mano de Jesús, y enfrenta las dificultades. "En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él"(Eclesiastés 7:14).
                              Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón           

Se va el sol, anaranjado, asfixiado e insistente, en el horizonte. Desde la terraza de mi hotel, en Río de Janeiro, veo a la "ciudad maravillosa", muriendo a las alegrías del día para renacer a los "encantos" de la noche.
¡Ah, Río de Janeiro! Dios te hizo tierra linda; paisaje encantador, donde el mar y la montaña coquetean, en un juego de amor imposible. Pero, los hombres desfiguraron tu corazón. Te hicieron violenta, y llenaron tus calles nocturnas de pasiones perversas.
"¿Qué es pecado?", pregunta el hombre. "Cada uno sabe lo que es bueno o lo que es malo", concluye.
¡Mentira! El texto de hoy pone en evidencia la insensatez de la humanidad. Después del pecado, Dios determinó que el ser humano debía salir del Edén porque era conocedor del bien y del mal. Ahora bien, no hay nada de errado en saber lo que es bueno o malo; antes de pecar, Adán y Eva ya sabían que obedecer a Dios era bueno y desobedecerle era malo. ¿Qué es lo que Dios quiso decir, entonces?
La palabra "conocedor", en el versículo de hoy, en el original hebreo es yadá; que, entre otras acepciones, significa decidir, determinar, llegar a la conclusión. El motivo por el cual el Creador indicó que no era bueno que el hombre continuase en el Edén, fue que él se había apropiado del derecho de decidir lo que es bueno o lo que es malo.
Ese derecho solo pertenece a Dios. La criatura puede aceptar o rechazar lo que Dios determina, pero no puede usurpar el lugar de Dios. No obstante, el hombre, desde el Edén hasta hoy, se siente en el derecho de decir: "La vida es mía. Nadie tiene que decirme lo que debo hacer; yo decido lo que es bueno o malo para mí".
De todas las actitudes rebeldes, esta es la más perniciosa, porque expresa el atrevimiento de un corazón que decide ser su propio dios. En el texto de hoy, Dios afirma, con referencia al hombre: "Se ha hecho como uno de nosotros". ¿En qué sentido? En el sentido de establecer: "Yo no necesito de Dios para decirme lo que tengo que hacer. Yo soy mi propio dios".
Haz de este un día de humildad y de entrega. Confia tu vida a Dios; sométele tus caminos; déjate llevar de la mano por él. Y recuerda el texto bíblico para hoy : "Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre"(Génesis 3:22)
                               Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón           

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