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En esta vida, todo pasa. Pasa el tiempo, el verano, la época de las lluvias, las palabras... en fin. Un día, te miras en el reflejo del agua, y descubres que la juventud también pasa.
El otro día, alguien me dijo: "Siempre me decían joven. Joven para aquí; joven para allá... Hasta que un día me sorprendí cuando una buena señora, en el mercado, me llamó señor. Entonces corrí a casa, me miré en el espejo, y descubrí, espantado, que la señora tenía razón. ¡Yo había dejado de ser un joven! Me había vuelto un señor".
Desdichadamente, cuando se es joven, da la impresión de que la juven­tud es eterna; que las oportunidades estarán siempre allí, al alcance de las manos. Tal vez por eso, un poeta renegado escribió: "La juventud es un don precioso que se desperdicia en la mano de los jóvenes".
¿Qué hacer para que, al llegar a los años maduros, puedas mirar para atrás y saber que valió la pena haber vivido? El versículo de hoy trae la res­puesta. ¿Quieres frutos? ¿Plenitud de frutos? ¿Frutos abundantes? Entonces, recuerda que "Yo soy la vid", dice Jesús; tú solo eres la rama. Una rama se­parada de la vid está condenada al fuego; para nada sirve. Pero, una rama conectada a la vid recibirá vida, y el resultado será fruto abundante en todas las áreas.
La palabra que destaca en el versículo de hoy es el verbo "permanecer". Expresa continuidad, durabilidad, persistencia; lo contrario a fugacidad o intermitencia. El secreto de una vida plena es la permanencia. "Permaneced en mí" indicó Jesús. ¿Cómo se permanece en Jesús? Buscándolo todos los días, abriéndole el corazón cada mañana y diciéndole: "Señor, yo no sé vivir solo. Necesito de ti. Enséñame a caminar por los caminos de victoria". Esto significa renuncia del propio yo y dependencia de Jesús. Una dependencia que, lejos de llevarte a la esclavitud o al servilismo, te conduce a la realiza­ción y a la vida llena de significado.
Hoy puede ser la media vuelta de tu vida. Si hasta aquí sientes que tus esfuerzos son infructuosos; si trabajas con ahínco, pero nada da resulta­do, conéctate a Jesús. Aprende a depender de él, y prepárate para los frutos abundantes, porque él dijo: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer"(Juan 15:5).
                                    Tomado del Libro de Meditaciones Matinales 2011, del Pr. Alejandro Bullón

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