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Un mal universal

La calumnia es un mal universal. William Shakespeare le dedicó uno de sus mejores libros, Otelo, a las consecuencias de la calumnia en el alma humana. No pasa de moda, porque es efectiva. Semejante al aceite, siempre deja una mancha.

Se adjudica al filósofo francés Voltaire una frase tristemente célebre en las relaciones humanas: “Calumniad, calumniad, que algo quedará”. Tal es el poder de la calumnia que podrán cerrarse las heridas, pero no las cicatrices.

Es conocido el relato de un hombre que calumnió a un amigo por envidia, y luego visitó a un sabio para pedirle consejo de qué hacer para redimir su culpa. El sabio le dijo: “Toma un saco lleno de plumas pequeñas y espárcelas dondequiera que vayas”. El hombre, muy contento por lo fácil de la tarea, tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día había terminado la tarea. Entonces, volvió al sabio para decirle: “Ya he cumplido con mi deber”. Pero recibió esta respuesta: “Esa era la parte fácil de tu labor. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que desparramaste por las calles. Ve y búscalas”.

Tal es el poder de este pecado que la tradición judía considera al calumniador alguien que niega la existencia de Dios. Negamos a Dios con nuestros labios.

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? [...] El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Salmo 15:1, 3.

La palabra de esta oración que quema nuestros labios como sopa caliente es calumnia, traducida del verbo hebreo ragal, cuyo eco escuchamos cuando el apóstol Santiago habla de los efectos mortíferos de la lengua (Sant. 3:2-11). El calumniador no habitará con Dios.

El texto termina diciendo que el que pretende ser amigo de Dios no “hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino” (Sal. 15:3). Es decir, no calumnia ni admite calumnia.

Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia. ¡Bendita oración, que nos refugia en la hora de la injusticia! La oración templa el espíritu para soportar la tormenta y dejar que pase el tiempo, que, como juez justo, siempre da su veredicto.

Oración: Señor, que no salga palabra ociosa de mi boca.

Tomado de: LAS ORACIONES MÁS PODEROSAS DE LA BIBLIA
Ricardo Bentancur.