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El gran tesoro del ser humano.

Julián Slim llegó a México con tan solo catorce años procedente de Líbano a principios del siglo XX y sin saber hablar español. Su enorme valor y espíritu de lucha lo ayudaron a salir adelante en medio de una sociedad completamente ajena a la realidad que él había vivido. Así, junto con sus hermanos logró prosperar económicamente en plena Revolución mexicana. Para el año de 1921, La estrella de oriente, el negocio de la familia, ya tenía mercancía superior a los cien mil dólares y Julián había adquirido once propiedades en el centro de la Ciudad de México.


En 1926, Julián se casó con Linda Heló. De ese matrimonio nacería Carlos, un niño muy inquieto desde pequeño. Según cuenta el propio Carlos, cuando todavía era muy pequeño, su padre se le acercó, le puso un billete de gran valor en la mano y le dijo:
-Hijo, ¿ves este billete? Vale mucho. Pero lo importante no es lo que vale, sino lo que tú harás con él.
El niño miraba fijamente a su padre, quien siguió diciéndole:
-¡Claro! Tú puedes hacerlo.
-¿Qué harás con el dinero, hijo? Puedes gastarlo en golosinas, puedes guardarlo en un cajón o puedes duplicarlo.
-¿De verdad? -le preguntó el niño con los ojos chispeantes de la emoción.



Carlos tomó el dinero y fue a comprar unas cuantas bolsas de golosinas. Después las vendió entre sus amigos y, al poco tiempo, ¡había duplicado la cantidad que su padre le había dado! Entonces, se dio cuenta de lo que podía hacer con el dinero. A partir de ese día, empezó a adquirir su propio capital, ¡siendo apenas un niño!



Conocí a Carlos Slim Helú durante unas conferencias celebradas en la Ciudad de México cuando él era uno de los hombres más ricos del mundo. Al brillante empresario le gustaba hablar especialmente a los jóvenes estudiantes para fomentar en ellos la perseverancia, el espíritu emprendedor y una saludable actitud hacia el dinero. A pesar de ser inmensamente rico, era una persona que revelaba una enorme sencillez. No puedo olvidar sus palabras al animarnos a enfrentarnos a la vida: "No tengáis miedo de las crisis económicas, muchachos. En todo momento hay oportunidades para prosperar, incluso en estos escenarios".



¿Te parece que vives en un lugar con grandes desventajas económicas? ¿Consideras que estás condenado a la pobreza a causa de tus orígenes sociales? Deja a un lado esas actitudes, invita al Señor a ser parte de tu vida laboral y asume una actitud diligente.
¡Seguramente pronto verás grandes resultados!



"El indolente no cocina ni su presa; ¡el gran tesoro del hombre es la diligencia!"
(Proverbios 12:27).

Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.