William Shakespeare escribe sobre el amor al dinero y las dimensiones del odio en El mercader de Venecia. Shylock es un judío usurero que no goza del aprecio de la sociedad. Su trabajo le ha dado una respetable fortuna. Sin embargo, pierde su razón de vivir después de que su hija escapa con su novio robándole buena parte de su fortuna. Ahora ya no tiene razón de vivir y, cegado por el odio y espíritu de venganza, solamente quiere vivir para matar a Antonio, un mercader venido a desgracia que alguna vez despreció al judío, a quien prestó tres mil ducados a condición de que si no los pagaba, cortaría una libra de su carne más cercana al corazón, todo para vengar las actitudes despectivas del mercader. A pesar de lo absurdo de la paga, se establece el trato y se firma ante un notario. Antonio pierde todas sus inversiones y no puede pagar. Entonces, el usurero exige la paga tal como dice el contrato. Pero incluso a pesar de que se le ha ofrecido pagarle el doble de la suma, Shylock está tan lleno de rabia que su propia necedad lo hace quedarse al final sin la vida de Antonio, sin su fortuna y sin su hija.
Es increíble cómo hay personas que viven para destruir la vida de otros. No les importa mentir, injuriar o calumniar a los demás; no se detienen ante ningún obstáculo con tal de aplastar a quienes consideran sus enemigos; andan buscando dónde canalizar sus odios y frustraciones. El hecho de haber sufrido una desgracia no justifica las acciones agresivas hacia otras personas. Vivir para destruir al prójimo no vale la pena. "Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás, y solo puede reportar mal a quien lo abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo, es el verdadero secreto de la bendición” (Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 19).
El apóstol Pablo dice: "No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: 'Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor’" (Romanos 12:19). No permitas que el odio se apodere de tu corazón. Deja que el amor de Dios sane tus heridas y llénate de su Palabra. El Señor dará a cada uno de acuerdo con su justo juicio.
Pide hoy al Señor que elimine los rencores de tu corazón.
"Nunca digas: '¡Me voy a vengar!'Mejor deja que el Señor lo haga por ti”
(Proverbios 20:22).
Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.