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Aquella tarde me encontraba sentado en la tribuna de uno de los estadios más populares de Buenos Aires (Argentina). Debo confesar que, hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo que el fútbol representa para esta cultura. Pero, poco a poco, las gradas se fueron poblando de aficionados ataviados con los colores del equipo local. Lo curioso es que, sin saberlo, yo estaba sentado justo en la zona del grupo más radical. Pronto el estadio comenzó a vestirse de "trapos”, como la gente llama a las banderas que cuelgan sobre las cercas que están junto al campo, y empezaron a escucharse los cantos. 

Cuando llegó el grupo al son de tambores, cantos y silbatos, la marea humana se fue abriendo espacio para hacerle sitio. A partir de ese momento, los aficionados no dejaron de apoyar a su equipo (y eso que el juego dejó bastante que desear) hasta que finalizó el partido. He de confesar que pocas veces he visto semejante compromiso en favor de un icono: la vestimenta, la actitud, los cantos, el fervor, la pasión, la lealtad. Todos ellos son elementos religiosos. Incluso, por momentos, la gente se puso a saltar sobre las gradas en medio de una excitación bastante peculiar, a la que yo me tuve que unir bajo la intimidatoria mirada de quienes me rodeaban.

Un compromiso de este tipo es una especie de obligación irracional para favorecer algún elemento, aunque no se le entienda ni lo merezca. Simplemente, se hace para canalizar una parte fundamental de la naturaleza humana: la necesidad de adquirir un compromiso. Lo interesante es que hoy se insiste en que la gente no quiere asumir compromisos. Pero lo cierto es que tiene grandes deseos de comprometerse con algo. No obstante, no se quiere comprometer con las instituciones tradicionales, como la iglesia o el matrimonio, sino con elementos tan fugaces como la camiseta de un equipo de fútbol, un popular grupo musical o una figura del mundo de la farándula. Es más práctico pensar que estos elementos tienen atributos sobrenaturales o merecen la devoción personal. Pero eso no es más que el reflejo de una sociedad hambrienta de compromiso.

Dios nos creó con la necesidad de establecer compromisos y rendir nuestra lealtad a algo que merezca la pena. Así no hemos de temer a comprometernos con él, ya que su promesa es: "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
Pide hoy al Señor que te dé el valor de establecer compromisos que edifiquen tu carácter.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal.

"El Señor vigila las sendas de la justicia, y preserva el camino de sus fieles" (Proverbios 2:8)


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En cierta ocasión, una niña de tres años le preguntó a su padre:
-Papá, ¿me puedes dar un caramelo?
-No, no has comido aún -respondió el padre.
-Pero sí voy a comer -insistió la niña.
-Ya te dije que no. No insistas.
-¡Anda, dame un dulce! -dijo en tono más airado.
-No me levantes la voz -contestó el progenitor.
-¡Dame un caramelo o si no, lloro! -amenazó la chiquilla.
-Si lloras, tampoco te lo daré después de comer -fue la respuesta final.
La niña dejó de insistir y se marchó. Más adelante el padre se quedó pensando sobre la manera en que su hija le había exigido el caramelo, y especialmente su frase final: "¡Dame un caramelo o si no, lloro!"

El llanto es una de las principales armas que usan los niños para manipular a los padres. Aunque no lo parezcan, son grandes observadores de la conducta de los adultos y van midiendo la tolerancia de los mayores a sus berrinches y pataletas. De modo que saben perfectamente hasta dónde pueden llegar; pero al menor titubeo de parte de los padres, los niños se preparan para ejercer la manipulación para obtener lo que desean: juguetes, dulces, programas de televisión, entre otros. Al ceder a sus caprichos, los padres se convierten en siervos de sus majestades los niños, quienes gobiernan a placer la voluntad de sus progenitores, bajo la amenaza de romper en llanto ante la menor negativa.

La sobreprotección de los niños favorece la manipulación de estos hacia los padres. Y eso es un antecedente muy malo en la formación del carácter de los infantes. En el futuro serán personas sumamente egoístas que no sabrán convivir con los demás ni cooperar en diversas actividades; es muy probable que sean una verdadera carga para sus futuros cónyuges y compañeros de trabajo. Por eso es muy importante ponerles un tope a los hijos y enseñarles el sentido del límite. De esa manera, los estaremos preparando para ser mejores personas en este mundo.

¿Acaso te molestas cuando tus padres no ceden a tus deseos? ¿Imaginas que no te quieren porque no cumplen tus caprichos? ¿Alguna vez has pensado que están tratando de protegerte? Pero también es cierto que hay jóvenes que manipulan a sus padres amenazándolos con irse de la casa, abandonar los estudios o dejar la iglesia si no ceden a sus caprichos. Ese camino conduce a la ruina. Y más adelante, durante la relación con sus cónyuges, el mal hábito de manipular a otros resurgirá para amargar las vidas de quienes estén a su lado, especialmente esposos e hijos.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal.

“Corrige a tu hijo, y vivirás tranquilo, y a ti mismo te dará grandes alegrías" (Proverbios 29:17).
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Año tras año es la misma historia. Cientos de padres se esfuerzan para que sus hijos estudien en "una buena escuela” o, más bien, una "superescuela". Y claro, aparece una diversidad de ofertas educativas. Hay para todo tipo de clientes: desde las que ofrecen los aprendizajes tradicionales, como idiomas extranjeros, deportes, música, religión, hasta las que aseguran "inyectar” en los niños aptitudes de liderazgo empresarial.

En el fondo del tema de la educación se encuentra un asunto verdaderamente estremecedor: muy pocos padres están dispuestos a cumplir con sus responsabilidades educativas. El Dr. Ben Carson lo dice de la siguiente manera: "Hay demasiados padres y madres biológicos que han renunciado a su función -de cuidadores, protectores, rectores, instructores, inspiradores, alimentado- res y guías- y que delegan todo eso a las niñeras, las iglesias, los grupos de padres, los medios de comunicación o la sociedad en general. Esa irresponsabilidad pone a sus hijos en riesgo, y también el futuro de ellos" (Ben Carson, Corre el riesgo, Miami: Editorial Vida, 2009, p. 198). Carson toca una fibra muy sensible que resulta sumamente incómoda en este tiempo. ¿Acaso toda la responsabilidad educativa descansa únicamente en la escuela? ¿Qué sucede con la familia, por ejemplo?

Elena de White dijo hace varios años que la familia representa "el mayor agente educativo", ya que es ahí donde el niño aprenderá lecciones de respeto, obediencia, reverencia y dominio propio, entre otras, que habrán de conducirlo el resto de su vida (Consejos para los maestros, p. 103). El problema es que hoy millones de padres -ya sea por motivos de trabajo, por escasez de recursos económicos, por ignorancia, por sus desastrosas condiciones emocionales, entre otras- se niegan a reconocer su función como agentes educadores. ¡Si para eso están las escuelas! ¡Por eso los enviamos a excelentes instituciones educativas! Lo cierto es que ninguna escuela, ni aun aquellas que se cobijan bajo el paraguas de la fe cristiana, puede sustituir a unos padres responsables.

¿Qué hay de ti? ¿También estás buscando una superescuela que te garantice un buen futuro? Es muy cómodo depositar toda la responsabilidad en una escuela (especialmente si es cristiana), pero eso no es justo. La indiferencia, la rebeldía o las malas actitudes de tu parte desactivan los mejores esfuerzos de tus maestros para facilitar el aprendizaje. Ahí es donde elementos como el respeto, la obediencia y el dominio propio marcan la diferencia en la adquisición de conocimientos. Y eso lo aprendes en tu casa.
Este día ruega al Señor que te ayude a dar lo mejor en tus estudios.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal.


"El temor del Señor infunde plena confianza, y da esperanza a nuestros hijos" (Proverbios 14:26).


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En " El cartero de Neruda ", el escritor chileno Antonio Skármeta explica el poder de las palabras en un ser humano. Mario Jiménez es un joven que vive en Isla Negra, una apartada provincia en la costa de Chile. Un día consigue un empleo como cartero para llevar la correspondencia al único personaje alfabetizado de su zona: Pablo Neruda. 

Cada día, Mario monta en su bicicleta y entrega al poeta cartas, telegramas y paquetes que le llegan de diversos lugares. Así nace una amistad entre ambos y, en Mario, una profunda admiración hacia el hombre de letras. El poeta le enseña a elaborar metáforas y contemplar la naturaleza. Desde entonces, el muchacho pasa horas leyendo libros y meditando en las enseñanzas de su perínclito maestro. Al poco tiempo, Mario se enamora de Beatriz González, hija de una viuda propietaria de un modesto mesón. Pero ahora, la lengua del humilde cartero es un espada que atraviesa corazones. La chica no resiste el bombardeo de poemas y cartas de amor del arrojado mancebo. La reacción de la viuda es de preocupación, molestia y rabia. Está decidida a actuar contra el encargado del correo. Ante tal situación, Mario le dice a Neruda: "Poeta y compañero: Usted me metió en este lío, y usted de aquí me saca. Usted me regaló sus libros, me enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas (sellos). Usted tiene la culpa de que yo me haya enamorado”.

La lengua tiene más poder del que te imaginas. En cierto sentido, tiene razón Antonio Skármeta cuando dice -en labios de Mario Jiménez- que la lengua tiene usos más elevados que únicamente pegar estampillas. En realidad, la lengua es el instrumento básico de la comunicación humana. Eso es lo que nos ha hecho especiales respecto al resto de las especies de este mundo. La lengua es un patrimonio construido durante siglos, no solamente por escritores, eruditos y académicos, sino por personajes anónimos que la han ido enriqueciendo. Y es que la lengua tiene un poder que muchos desestiman. Somos lo que hablamos. Las palabras transforman nuestra vida. A lo largo de ella aprendemos palabras, las practicamos, transmitimos y reciclamos. Nuestras propias expresiones llegan a convencernos de ilusiones infundadas o de verdades gloriosas que le dan sentido a la existencia.

En las manos de Dios, el lenguaje sigue siendo una de las armas más poderosas para transformar vidas, tanto del transmisor como del receptor.
Hoy pide al Señor que te ayude a usar el lenguaje de la mejor manera para comprender, compartir y proclamar su Palabra.

Tomado de : ¡RENUÉVATE! de Alejandro Medina Villarreal
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William Shakespeare escribe sobre el amor al dinero y las dimensiones del odio en El mercader de Venecia. Shylock es un judío usurero que no goza del aprecio de la sociedad. Su trabajo le ha dado una respetable fortuna. Sin embargo, pierde su razón de vivir después de que su hija escapa con su novio robándole buena parte de su fortuna. Ahora ya no tiene razón de vivir y, cegado por el odio y espíritu de venganza, solamente quiere vivir para matar a Antonio, un mercader venido a desgracia que alguna vez despreció al judío, a quien prestó tres mil ducados a condición de que si no los pagaba, cortaría una libra de su carne más cercana al corazón, todo para vengar las actitudes despectivas del mercader. A pesar de lo absurdo de la paga, se establece el trato y se firma ante un notario. Antonio pierde todas sus inversiones y no puede pagar. Entonces, el usurero exige la paga tal como dice el contrato. Pero incluso a pesar de que se le ha ofrecido pagarle el doble de la suma, Shylock está tan lleno de rabia que su propia necedad lo hace quedarse al final sin la vida de Antonio, sin su fortuna y sin su hija.

Es increíble cómo hay personas que viven para destruir la vida de otros. No les importa mentir, injuriar o calumniar a los demás; no se detienen ante ningún obstáculo con tal de aplastar a quienes consideran sus enemigos; andan buscando dónde canalizar sus odios y frustraciones. El hecho de haber sufrido una desgracia no justifica las acciones agresivas hacia otras personas. Vivir para destruir al prójimo no vale la pena. "Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás, y solo puede reportar mal a quien lo abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo, es el verdadero secreto de la bendición” (Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 19).

El apóstol Pablo dice: "No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: 'Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor’" (Romanos 12:19). No permitas que el odio se apodere de tu corazón. Deja que el amor de Dios sane tus heridas y llénate de su Palabra. El Señor dará a cada uno de acuerdo con su justo juicio.

Pide hoy al Señor que elimine los rencores de tu corazón.

"Nunca digas: '¡Me voy a vengar!'Mejor deja que el Señor lo haga por ti” 
(Proverbios 20:22).


Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.

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Francisco J. Briz Hidalgo, autor español, escribió un cuento titulado Los tres perezosos, donde un padre muy enfermo mandó llamar al notario para redactar su testamento. El anciano confesó al funcionario que solo tenía un burro y quería dejárselo al más perezoso de sus hijos. Al poco tiempo, murió. Entonces, el notario reunió a los herederos para leer el testamento. 

¿Pero cómo saber cuál era el más holgazán de sus tres hijos?
Así que explicó a los chicos la última voluntad de su padre y les pidió pruebas de su pereza, amenazándolos con meterlos a la cárcel si no se apresuraban a hablar. 

El primero comentó que un día se le había metido una brasa ardiendo dentro del zapato, pero aunque se estaba quemando le dio pereza moverse; lo bueno fue que unos amigos se dieron cuenta y la apagaron. 

El segundo relató que un día había caído al mar, pero aunque sabía nadar le dio pereza mover los brazos y las piernas, así que empezó a ahogarse; pero se salvó gracias a que unos pescadores lo vieron y lo rescataron. 

Entonces, llegó el turno del tercer hijo, quien mirando al escribano, le dijo con firmeza: "Señor notario, a mí lléveme a la cárcel y quédese con el burro porque yo no tengo ninguna gana de hablar". El notario le respondió: "El burro es para ti, ya que sin duda eres el más perezoso de los tres".

"Hay un remedio para la indolencia; consiste en desechar la pereza como un pecado que conduce a la perdición, y dedicarse al trabajo usando con resolución y vigor la capacidad física que Dios nos ha dado. La única cura para una vida inútil y eficiente es el esfuerzo resuelto y perseverante. No se nos ha dado la vida para que la dediquemos a la ociosidad y la complacencia propia; grandes posibilidades hay colocadas delante de nosotros. En su capital de fuerza, se ha confiado un precioso talento a los hombres para que trabajen. Es de más valor que cualquier depósito bancario y debe ser apreciado altamente; porque mediante las posibilidades que ofrece para habilitar a los hombres a vivir una vida feliz y útil, se le puede hacer rendir interés, e intereses compuestos" [La educación cristiana, p. 317).

Pide hoy al Señor que te ayude a ser una persona trabajadora y servicial.

 "Perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo? ¿Cuándo vas a despertar de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de soñar, un poco de cruzarse de brazos para descansar, y así vendrán tu necesidad y tu pobreza: como un vago, como un mercenario"
(Proverbios 6:9-11)

Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.
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Julián Slim llegó a México con tan solo catorce años procedente de Líbano a principios del siglo XX y sin saber hablar español. Su enorme valor y espíritu de lucha lo ayudaron a salir adelante en medio de una sociedad completamente ajena a la realidad que él había vivido. Así, junto con sus hermanos logró prosperar económicamente en plena Revolución mexicana. Para el año de 1921, La estrella de oriente, el negocio de la familia, ya tenía mercancía superior a los cien mil dólares y Julián había adquirido once propiedades en el centro de la Ciudad de México.


En 1926, Julián se casó con Linda Heló. De ese matrimonio nacería Carlos, un niño muy inquieto desde pequeño. Según cuenta el propio Carlos, cuando todavía era muy pequeño, su padre se le acercó, le puso un billete de gran valor en la mano y le dijo:
-Hijo, ¿ves este billete? Vale mucho. Pero lo importante no es lo que vale, sino lo que tú harás con él.
El niño miraba fijamente a su padre, quien siguió diciéndole:
-¡Claro! Tú puedes hacerlo.
-¿Qué harás con el dinero, hijo? Puedes gastarlo en golosinas, puedes guardarlo en un cajón o puedes duplicarlo.
-¿De verdad? -le preguntó el niño con los ojos chispeantes de la emoción.



Carlos tomó el dinero y fue a comprar unas cuantas bolsas de golosinas. Después las vendió entre sus amigos y, al poco tiempo, ¡había duplicado la cantidad que su padre le había dado! Entonces, se dio cuenta de lo que podía hacer con el dinero. A partir de ese día, empezó a adquirir su propio capital, ¡siendo apenas un niño!



Conocí a Carlos Slim Helú durante unas conferencias celebradas en la Ciudad de México cuando él era uno de los hombres más ricos del mundo. Al brillante empresario le gustaba hablar especialmente a los jóvenes estudiantes para fomentar en ellos la perseverancia, el espíritu emprendedor y una saludable actitud hacia el dinero. A pesar de ser inmensamente rico, era una persona que revelaba una enorme sencillez. No puedo olvidar sus palabras al animarnos a enfrentarnos a la vida: "No tengáis miedo de las crisis económicas, muchachos. En todo momento hay oportunidades para prosperar, incluso en estos escenarios".



¿Te parece que vives en un lugar con grandes desventajas económicas? ¿Consideras que estás condenado a la pobreza a causa de tus orígenes sociales? Deja a un lado esas actitudes, invita al Señor a ser parte de tu vida laboral y asume una actitud diligente.
¡Seguramente pronto verás grandes resultados!



"El indolente no cocina ni su presa; ¡el gran tesoro del hombre es la diligencia!"
(Proverbios 12:27).

Tomado de: ¡RENUÉVATE!, de Alejandro Medina Villarreal.
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La calumnia es un mal universal. William Shakespeare le dedicó uno de sus mejores libros, Otelo, a las consecuencias de la calumnia en el alma humana. No pasa de moda, porque es efectiva. Semejante al aceite, siempre deja una mancha.

Se adjudica al filósofo francés Voltaire una frase tristemente célebre en las relaciones humanas: “Calumniad, calumniad, que algo quedará”. Tal es el poder de la calumnia que podrán cerrarse las heridas, pero no las cicatrices.

Es conocido el relato de un hombre que calumnió a un amigo por envidia, y luego visitó a un sabio para pedirle consejo de qué hacer para redimir su culpa. El sabio le dijo: “Toma un saco lleno de plumas pequeñas y espárcelas dondequiera que vayas”. El hombre, muy contento por lo fácil de la tarea, tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día había terminado la tarea. Entonces, volvió al sabio para decirle: “Ya he cumplido con mi deber”. Pero recibió esta respuesta: “Esa era la parte fácil de tu labor. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que desparramaste por las calles. Ve y búscalas”.

Tal es el poder de este pecado que la tradición judía considera al calumniador alguien que niega la existencia de Dios. Negamos a Dios con nuestros labios.

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? [...] El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Salmo 15:1, 3.

La palabra de esta oración que quema nuestros labios como sopa caliente es calumnia, traducida del verbo hebreo ragal, cuyo eco escuchamos cuando el apóstol Santiago habla de los efectos mortíferos de la lengua (Sant. 3:2-11). El calumniador no habitará con Dios.

El texto termina diciendo que el que pretende ser amigo de Dios no “hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino” (Sal. 15:3). Es decir, no calumnia ni admite calumnia.

Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia. ¡Bendita oración, que nos refugia en la hora de la injusticia! La oración templa el espíritu para soportar la tormenta y dejar que pase el tiempo, que, como juez justo, siempre da su veredicto.

Oración: Señor, que no salga palabra ociosa de mi boca.

Tomado de: LAS ORACIONES MÁS PODEROSAS DE LA BIBLIA
Ricardo Bentancur.

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"Nunca abandones a tus amigos ni a los amigos de tu padre. Nunca vayas con tus problemas a la casa de tu hermano. Más vale vecino cercano que hermano lejano" (Proverbios 27:10, DHH).

Hay mucho que se puede decir sobre la amistad. Pero en el versículo de hoy, Salomón nos recuerda tres grandes verdades para cultivar buenas amistades:

1. No abandones a tus amigos ni a los amigos de tu padre. La vida da muchas vueltas. Todos pasamos por momentos difíciles que requieren la mano consoladora de un buen amigo. Cuando las tragedias de la vida golpean a tus amigos, ¿dónde estás tú? ¿O acaso los abandonas cuando la vida comienza a sonreírte y crees que ya no te resultan indispensables? Conservar las amistades es una importante señal de madurez. Además, el versículo hace referencia a consolidar las amistades que tus padres cultivaron y que te conocen desde que eres niño. Ellos representan una parte importante de tu vida. No dejes de visitarlos, llamarlos por teléfono o enviarles un mensaje por correo electrónico. Los buenos amigos nunca estorban.

2. Nunca vayas con tus problemas a la casa de tu hermano. Todos tenemos problemas y circunstancias adversas. Y para eso están los amigos, ya se trate de dificultades económicas, crisis amorosas o aprietos en la escuela. Pero hay que aprender a ser cuidadosos y no recurrir a ellos solo en caso de las supuestas tragedias de nuestras vidas. ¿Quién quiere ser amigo de una persona que se pasa el tiempo rumiando sus problemas y no se le cae la queja de la lengua? Asumir el papel de víctimas no favorece la consolidación de amistades verdaderas. Despertar la lástima de tus amigos terminará por cansarlos y alejarlos de ti.

3. Más vale vecino cercano que hermano lejano. Es muy importante tener amigos. Cuando Dios creó al ser humano, dijo: "No está bien que el hombre esté solo" (Génesis 2:18). Los amigos son un verdadero bálsamo cuando vives a miles de kilómetros de tus familiares. El punto es que todos necesitamos personas que estén cerca de nosotros para compartir con ellos nuestras vidas. De ahí la importancia de no alejarse de los demás y tratar de cultivar amistades en el sitio donde vives. Por lo tanto, esta ha de ser una prioridad en la vida.
Una de las grandes tragedias de este tiempo es la ausencia de buenos amigos en la vida de millones de personas. No obstante, estas tres recomendaciones de Salomón te ayudarán a encontrar, consolidar y mejorar tus amistades.

Pide hoy al Señor su poder para implementar estos consejos en tu vida.

Alejandro Medina Villarreal.

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