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Todo camino hacia la intimidad se inicia con la amistad. La amistad es el primer paso hacia el establecimiento de relaciones humanas significativas, duraderas y eternas. Cuando niños jugamos entre grupos de vecinos, compañeros de escuela, primos, familiares, entre otros. Esta es una perspectiva doméstica de la amistad. Este “proceso” relacional sufre una transformación cuando avanzamos en el camino de la vida hacia la adolescencia, en que asumimos roles “especializados”. Pensamos distinto y llevamos adelante relaciones humanas basadas en la profundidad del conocimiento mutuo.

Pensemos en la experiencia de Juanito que a pesar de ser maltratado por un niño mayor, desea ser su amiguito. Lo busca, lo escucha y permite ser utilizado por el niño mayor. Esta es una experiencia pueril de la amistad. Cuando Juanito madura, se da cuenta de las intenciones de los demás y decide seguir en su rol de utilizado o avanzar hacia un rol más independiente. Somos seres humanos fascinantes y deseamos cubrir una necesidad básica, según Maslow.

La necesidad de afecto y pertenencia social. 
Muchos seres humanos claman por ello y se asocian en grupos humanos  peligrosos con tal de llenar el vacío de sus vidas.
La regla para tener muchos amigos es mostrarse amigo. Uno puede llegar a ser una persona muy atractiva en la medida en que se auto regule y tome decisiones sabias para auto construirse. 
Uno de los aspectos en los que debemos ser sumamente cuidadosos es en lo que respecta a nuestra propia autoestima.

La autoestima es la conciencia del valor personal que uno se reconoce. Este valor debió haber sido cultivado por los padres en la infancia, lo que se pudo haber dado por el tiempo que nos brindaron, por el cariño expresado de la manera en que cuando niños lo entendíamos (regalos, tiempo de calidad, contacto físico saludable, palabras de afecto o actos de servicio), y así formar una conciencia de auto amor, por el amor que nos manifestaron. 

La autoestima se forma desde afuera de uno. Cuando los padres, los amigos, el medio social, reconoce nuestras habilidades, desde que somos pequeños, entonces crecemos seguros de ellas, y buscamos juntarnos con gente saludable que nos aprecie.

Somos lo suficientemente maduros como para reconocer nuestras limitaciones, que no nos descalifican, sino que nos hacen diferentes y valiosos en nuestras habilidades y virtudes. Buscamos grupos que nos quieran. Pero ojo. El querer no necesariamente tiene que ver con que nos acepten a su manera, sino que nos aprecien de manera saludable. 
Existe una manera de mostrar aprecio saludable y otras que no. Si nuestro grupo de amigos nos maltrata verbalmente, entonces nuestro grupo y nosotros nos quedamos en la infancia, en la época de la niñez que quiere demostrar su hombría a través del maltrato. 
Esto se da generalmente entre los varones, quienes han llegado ha hacer de la agresión verbal, un sinónimo de aprecio y aceptación. Solo observe los sobrenombres que tienen sus amigos jovencitos para evidenciar esto. Apelativos como: perro, burro, chato, enano, rata, chacal, son denigrantes, pero a ellos los varones responden con sonrisas y gestos de aprecio. Lo cual no se da entre las damas.

Esta violencia verbal, aunque aceptada por el status quo masculino, deja sus secuelas en la vida y relaciones del individuo así afectado, ya que este se proyectará a los demás desde esa misma perspectiva a menos que decida elaborarse y ser mejor.

La autoestima debe ser alimentada por el grupo humano que nos rodea. No estoy hablando de lisonjas, sino de gestos de verdadera camaradería y respeto. Admiración y afecto entre amigos es lo que garantizará una real y poderosa autoestima. Pero ¿Qué sucede si mis padres o grupo social no trabaja de manera positiva? Entonces no debo echar la culpa a nadie y decidir cambiar de grupo social. Quizá no de familia, porque es muy difícil, pero sí de amigos y compañeros. A esto le llamo ser actor en tu propia vida y no un mero paciente que ve pacivamente como sucede todo a tu alrededor sin tener la iniciativa de querer cambiarlo para algo mejor. La iglesia en este aspecto se convierte una aliada estratégica para trabajar la autoestima de las personas. Cuando los niños y adolescentes cantan, dirigen programas, van a campamentos, ejercen liderazgo, es decir, cuentan con experiencias que difícilmente tendrían en otros marcos humanos, los ayuda a crecer seguros y rodeados de un grupo humano que (se espera sea) sea saludable.
TOMADO de : El SEXO NO VIENE SOLO de Yván Balabarca.

                                                         JOHN CARLOS SOTIL LUJAN
                                  DIRECTOR DEL WEB BLOG REFLEXIONES PARA VIVIR
                                                www.facebook.com/reflexionesparavivir


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