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Cuando era niño, imitaba a los superhéroes de las tiras cómicas. Cuando llegué a la adolescencia, comencé a imitar a los deportistas famosos. Y ya de adulto, he tenido que resistir la tentación de ser como algunos pastores y profesionales de éxito.
¿Hay algo malo en desear ser como otros? No hay nada malo en las fantasías infantiles de imitar a los héroes. Y mucho menos en imitar los buenos hábitos y las buenas acciones de los adultos que nos rodean. El problema se presenta cuando nos sentimos inconformes con lo que somos y comenzamos a copiar a la gente que admiramos: vestir como Carlos, caminar como Isabel, hablar como Alejandro; un cuerpo como el de Julia, un físico como el de Roberto; un peinado como el de Cintia.
Al querer parecernos a otros, en el fondo estamos admitiendo que hay algo malo con lo que somos; es decir, estamos perdiendo de vista el hecho de que Dios nos creó de manera única, con características y talentos que no se repiten en ningún otro. Los atributos de Carlos, Julia, Alejandro, Isabel, y de tantos otros, son sus atributos. Pero cada individuo tiene características distintivas, que hacen de él o ella una persona especial, diferente de todas las demás. ¿Porque entonces tratar de ser como los demás?
¿Te imaginas qué triste había sido si Josué, el héroe bíblico, hubiera intentado copiar a Moisés, a quien reemplazó en la posición de líder del pueblo de Dios? La tentación tiene que haber sido muy grande para Josué, por cuanto Moisés había sido un líder respetado y admirado. Pero no era el plan de Dios que Josué fuera otro Moisés. Ni que realizaran la misma obra. La tarea de Moisés fue sacar al pueblo de Egipto; la de Josué, introducirlo en la Tierra Prometida.
No es el plan del Señor que tú seas una réplica de otro. Eres especial, y tu Padre celestial tiene una misión para ti. Cúmplela en el nombre de Dios, con su poder y para su gloria. Él ha prometido que estará contigo.
 Padre celestial, gracias por ser lo que soy, y por los talentos que me diste.
Recuerda, la palabra de Dios nos dice: “Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo estaré contigo así como estuve con Moisés” (Josué 1:5).

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente - Por Fernando Zabala

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