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Archive for junio 2010

El verso bíblico de reflexión para hoy, dice: ¡No hagan daño ni a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente de los siervos de nuestro Dios! 
(Apocalipsis 7: 3).


EN LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA HISTORIA de la Tierra, habrá una gran crisis para el pueblo de Dios. Esta crisis llevará a los fieles seguidores del Señor al límite de su capacidad de resistir. El libro de Apocalipsis nos dice que habrá una lucha universal de la Bestia y su imagen contra Cristo y su pueblo. En el capítulo 13 de este libro, se menciona que el Dragón, a través de la Bestia y su imagen, promoverá la adoración de la Bestia y sus seguidores, lo que llevará al establecimiento de una marca que sirva para distinguir entre los que adoran a la Bestia y los que se nieguen a hacerlo: «Además logró que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, de modo que nadie pudiera comprar ni vender, a menos que llevara la marca, que es el nombre de la bestia o el número de ese nombre» (Apoc. 13: 16, 17). Esta marca constituirá la señal de lealtad y sumisión a la Bestia.

En contraste, el mismo libro nos dice que los que se mantengan fieles a Dios en medio de esta crisis de lealtades, recibirán también una marca que se llama el sello de Dios. La crisis de los últimos días será una crisis de lealtad y fidelidad. El Apocalipsis nos deja intuir que la crisis final involucrará, de alguna manera, la observancia de los mandamientos de Dios: «¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamien­tos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!» «Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testi­monio de Jesús» (14: 12; 12: 17). Ser fieles a Dios ahora, es vital para pre­pararnos para esa crisis colosal.

Pero luego de esta crisis, vendrá el reino con sus sábados de regocijo eterno: «Sucederá que [... j de un sábado a otro, toda la humanidad vendrá a postrarse ante mí —dice el Señor—» (Isaías 66: 23).
Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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La reflexión de hoy se encuentra en el Libro de Éxodo, capitulo 5, versículo 17 ; nos dice: " Haraganes, haraganes- exclamó el Faraón - Eso es lo que son, por eso andan diciendo: Déjanos ir a ofrecerle sacrificios al Señor".

AYER LES PREGUNTE SOBRE ESTE NUEVO elemento redentor que aparece en la repetición de la ley en Deuteronomio: «Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con gran despliegue de fuerza y de poder. Por eso el Señor tu Dios te manda observar el día sábado» (Deut. 5: 15).

Lo que más resalta en este pasaje es que Dios apela a la obediencia del cuarto mandamiento desde su condición de Señor compasivo, que ama y cuida a su pueblo, y que se preocupó de la situación triste en la que se encontraban cuando eran esclavos en Egipto. Les dice que deben corresponder a este amor con obediencia. Les pide que sean obedientes como expresión de gratitud por lo que hizo por ellos. Es decir, que su obediencia debe nacer del amor que tienen para él, que los amó primero.

Sin embargo, hay otros elementos que se vinculan con la liberación de la esclavitud egipcia, y que tienen que ver directamente con la observancia del sábado. Hay cierta evidencia que cuando Moisés llegó a Egipto desde Madián, enviado por Dios para libertar al pueblo, les señaló la necesidad de cumplir con la orden divina de observar el sábado; cosa que, aparentemente, por lo menos algunos israelitas comenzaron a observar. Esta es la razón por la que el faraón, en dos ocasiones, los acusó de estar ociosos: «Pero sigan exigiéndoles la misma cantidad de ladrillos que han estado haciendo. ¡No les reduzcan la cuota! Son unos holgazanes» (Éxo. 5: 8). Poco después, al inicio de su viaje, cuando Dios les comenzó a proveer de maná, se les recordó la necesidad de guardar el sábado (Éxo. 16:29, 30). Por lo tanto, los israelitas sabían que en traron en conflicto con sus opresores por guardar el séptimo día, por eso Dios los liberó. No deben ahora, que gozan de libertad, hacer menos. El Dios al que sirven es el Redentor del mundo.

La reflexión bíblica para hoy se basa en el siguiente versículo: " Acuérdate que fuiste esclavo en Egipto, cumple, pues, fielmente esto preceptos" ( Deuteronomio 16:12)

EL SÁBADO NOS RECUERDA a Dios como Creador, y es el recordatorio de la creación por excelencia. Esto se debe a que se da en referencia al fin de la creación. No solo el capítulo dos de Génesis, sino también el capítulo veinte de Éxodo señalan en esta dirección.

Tenemos, sin embargo, otro énfasis en relación con el cuarto mandamiento que lo hallamos en el libro de Deuteronomio. Allí, como sabemos, se repiten los Diez Mandamientos dados por Dios a Moisés. Notemos lo que dice el cuarto: «Observa el día sábado, y conságraselo al Señor tu Dios, tal como él te lo ha or denado. Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero observa el séptimo día como día de reposo para honrar al Señor tu Dios [...]. De ese modo podrán descansar tu esclavo y tu esclava, lo mismo que tú. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con gran despliegue de fuerza y de poder. Por eso el Señor tu Dios te manda observar el día sábado» (Deut. 5: 12-15).
La fraseología del cuarto mandamiento que hallamos aquí resulta interesante, porque en lugar de aludir al poder creador de Dios como razón para su observancia, se da otra causa: Que Dios sacó a su pueblo de la esclavitud egipcia. Ya no se enfatiza que Dios es Creador, sino que es Redentor. La reden ción recibe el énfasis en esta forma de enunciar el cuarto mandamiento de la ley de Dios.

De allí podemos concluir que el sábado no solo nos recuerda a un Creador, sino que nos habla también de un Redentor. La pregunta que inmediatamente surge en nuestras mentes es: ¿Por qué el sábado nos habla de redención? Esto lo considaré mañana.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Día de Servicio.
Sigan mis decretos, obedezcan mis leyes y observen mis sábados como días consagrados a mí, como señal entre ustedes y yo, para que reconozcan que yo soy el Señor su Dios (Ezequiel 20: 19, 20).

DIOS ADEMÁS de reposar en el séptimo día para darnos ejemplo, también lo bendijo y lo santificó. Santificar el sábado es apartarlo para un uso santo; es consagrarlo al Señor. Pero ocurre algo interesante cuan­do consagramos este día al Señor. Notemos: «Diles lo siguiente a los israelitas: "Ustedes deberán observar mis sábados. En todas las generaciones veni­deras, el sábado será una señal entre ustedes y yo, para que sepan que yo, el Señor, los he consagrado para que me sirvan"» (Éxo. 31: 13).

Cuando nos­otros santificamos el sábado, este acto nos santifica a nosotros. Observamos el sábado para santificarlo, es decir, para reconocerlo como santo; esto, a su vez, nos santifica, pues nos consagramos a servir al Señor. Dios nos regresa el acto de santificación. Como resultado, él nos consagra a su servicio. Llegamos a ser como un instrumento dedicado a Dios. Al observar el sábado, él nos concede el estatus de sacerdotes, pues nos dedica a su servicio.

La razón de esto es muy sencilla: Puesto que hemos decidido ser leales a Dios, nos toma y consagra a quienes queremos ser, sus servidores. Al revelar por la observancia del sábado que respetamos y obedecemos a Dios, él nos convierte en sus ministros. De este modo, nuestra consagración al sábado, se torna en consagración a Dios; y la consagración a él nos hace sus siervos. Por eso es que el sábado se convierte en una señal de santificación. Santificamos el sábado, y el sábado nos santifica, nos aparta, para uso del Señor.

La observancia del sábado nos pone aparte, nos distingue de los demás, nos señala como adoradores de Dios. Meditemos: «El sábado ha de ser siempre la señal que distinga a los obedientes de los desobedientes. Satanás ha trabajado con poderosa maestría para anular el cuarto mandamiento y conse­guir con ello que se pierda de vista la señal de Dios» (Consejos sobre la salud, p. 232).

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Día de compañía.
Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer. (Deuteronomio 5:13).

DIOS PENSÓ EN NUESTRO bienestar cuando ideó hacer una sema­na que incluía un día de descanso. De este modo, formó el patrón presentado en el cuarto mandamiento de seis días de labor y uno de descanso. Este es el origen de nuestra semana. No se puede hallar en ninguna otra parte. Podríamos decir que es el esquema divino. Dios lo hizo así, porque él lo quiso. Todo lo que él hace tiene un propósito, resulta evidente que la semana debe haber tenido también un propósito. Podría ser que el patrón de seis por uno es el que se adapta mejor a la constitución natural del ser humano, y que por eso Dios formó la semana de esa manera.

Pero no se trataba solo de descanso físico. El cuarto mandamiento deja claro que hay otra razón por la cual él diseñó el descanso semanal: Para que tuviéramos tiempo de dedicárselo a él. Dice: «Un día de reposo para honrar al Señor tu Dios». Ya decíamos que, como seres humanos creados a su imagen, necesitamos a Dios para satisfacer nuestras necesidades espirituales. Sin un compañerismo con la divinidad, nunca podremos satisfacer esa necesidad que tenemos arraigada profundamente en nuestra alma. Por lo tanto, Dios nos dio un día entero para profundizar nuestra intimidad con él. También tenemos necesidad de descansar físicamente, y él debe haber pensado en ello, pero el sábado es primordialmente para el descanso espiritual. No podríamos tener el tiempo necesario para crecer en nuestra relación con Dios, si tuviéramos que continuar con nuestra rutina de trabajo diario.

Eso implica que si solo dejáramos nuestras actividades físicas, pero no dedicáramos ese descanso a Dios, no cumplimos con el plan divino para nuestro bienestar. Si no trabajamos, pero a su vez no atendemos en el día de descanso nuestras necesidades espirituales, no observamos el cuarto mandamiento de la ley como el Señor lo requiere y planeó.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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El nombre y la fidelidad.
Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no tenía a nadie superior por quien jurar, juró por sí mismo. (Hebreos 6: 13).


ESTE MANDAMIENTO TAMBIÉN PROHIBÍA jurar en falso. En la antigüedad, el juramento involucraba poner al Señor como testigo de lo que se afirmaba. Notemos: «Teme al Señor tu Dios y sírvele. Aférrate a él y jura solo por su nombre» (Deut. 10: 20). No decir la verdad era tomar el nombre de Dios en vano.Lo mismo si se hacía un voto sin tener la intención de cumplirlo: «No juren en mi nombre solo por jurar, ni profanen el nombre de su Dios. Yo soy el Señor» (Lev. 19: 12).

También se violaba este mandamiento si se usaba el nombre del Señor de una manera frivola o descuidada. Hoy se nos amonesta: «Deshonramos a Dios cuando mencionamos su nombre en la conversación ordinaria, cuando apelamos a él por asuntos triviales, cuando repetimos su nombre con frecuencia y sin reflexión. "Santo y terrible es su nombre" (Sal. 111:9). Todos debieran meditar en su majestad, su pureza y su santidad, para que el corazón comprenda su exaltado carácter; y su santo nombre se pronuncie con respeto y solemnidad» (Patriarcas y profetas, p. 314). Inclusive cuando oramos a Dios, debiéramos tener cuidado con la forma como nos referimos a él: «Mientras oran, muchos emplean expresiones irreverentes y descuidadas que agravian al tierno Espíritu del Señor y motivan que sus peticiones no lleguen al cielo» (Primeros escritos, p. 70). El uso frecuente de interjecciones descuidadas, y sin pensar lo que se dice, como: «¡Dios mío!» «¡Santo Dios!», etcétera, revelan poca reverencia por la persona de Dios.

Este mandamiento también prohibía usar el nombre de Dios en forma mágica o para fines de encantamientos. Era costumbre entre los antiguos pueblos paganos invocar el nombre de sus dioses para esos fines. Aun entre los judíos, algunos usaban el nombre Yahweh, o algún modo apocopado de este, como fórmulas mágicas para expulsar demonios o sanar a personas poseídas. Se pensaba que se podía manipular a Dios. Eso era una ofensa para su nombre.


Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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La verdad no se cambia.Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador, quien es bendito por siempre. Amén (Romanos 1:25).



DURANTE LA TEMPRANA Edad Media se introdujo en la fe cristiana, primero, la adoración de imágenes, y después, el culto a los mártires y santos. Es muy difícil que se pueda justificar tal cosa delante de los dos primeros mandamientos.

Entonces, ¿cómo es posible que se aceptara tal violación de estos mandamientos a la luz de la Palabra de Dios, en la cual la fe cristiana se fundaba? Tuvo que comenzar de una manera paulatina e inocente. Los grandes errores han comenzado así.
La adoración de imágenes fue finalmente instituida en el segundo concilio de Nicea, en 787 d.C. Notemos: «El culto de las imágenes [...] fue una de esas corrupciones del cristianismo que se introdujeron en la iglesia furtivamente y casi sin que se notaran. Esta corrupción no se desarrolló de un golpe, como aconteció con otras herejías, pues en tal caso habría sido censurada y condenada enérgicamente, sino que, una vez iniciada en forma disfrazada y plausible, se adquirieron nuevas prácticas una tras otra de modo tan paulatino que la iglesia se vio totalmente envuelta en idolatría no solo sin enérgica oposición, sino sin siquiera protesta resuelta alguna; y cuando al fin se hizo un esfuerzo para extirpar el mal, resultó este por demás arraigado para ello [...]. La causa de dicho mal hay que buscarla en la propensión idolátrica del corazón humano a adorar a la criatura más bien que al Creador» (El conflic­to de los siglos, p. 738).

Los teólogos católicos han justificado esta práctica alegando que hay una diferencia entre adoración y veneración. Dicen que a Dios se lo "adora", pero que a las imágenes y a los santos se los "venera". Sabemos que en la práctica es imposible distinguir la una de la otra.


Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Sinceridad en la adoración.El día que el Señor les habló en Horeb, en medio del fuego, ustedes no vieron ninguna figura. Por lo tanto, tengan mucho cuidado de no corromperse haciendo ídolos o figuras que tengan alguna forma o imagen de hombre o de mujer.
(Deuteronomio 4: 15, 16).

EN EL SIGLO IV DE NUESTRA ERA, la religión cristiana llegó a ser la religión oficial del Imperio Romano. El emperador Constantino el Grande se convirtió a la fe cristiana e hizo que sus subditos paganos se con­virtieran en masa. Pero estas conversiones no fueron sinceras, sino que se realizaron por conveniencia política.


Notemos estas palabras que nos dicen lo que pasó: «Para dar a los convertidos del paganismo algo que equivaliera al culto de los ídolos y para animarles a que aceptaran nominalmente el cristianismo, se introdujo gradualmente en el culto cristiano la adoración de imágenes y de reliquias» (El conflicto de los siglos, p. 56).

Muchos sinceros cristianos protestaron por estas medidas que estaban en contra de los mandamientos de Dios, pero «la mayoría de los cristianos con­sintieron al fin en arriar su bandera, y se realizó la unión del cristianismo con el paganismo. Aunque los adoradores de los ídolos profesaban haberse convertido y unido con la iglesia, seguían aferrándose a su idolatría, y solo habían cambiado los objetos de su culto por imágenes de Jesús y hasta de María y de los santos. La levadura de la idolatría, introducida de ese modo en la iglesia, pro­siguió su funesta obra. Doctrinas falsas, ritos supersticiosos y ceremonias idolátricas se incorporaron en la fe y en el culto cristiano. Al unirse los discípulos de Cristo con los idólatras, la religión cristiana se corrompió y la iglesia perdió su pureza y su fuerza» (El conflicto de los siglos, p. 47).

Nuestro Señor lo dijo muy claro cuando habló de la forma de adorarle: «Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Juan 4: 23, 24).



Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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El Dios inconfundible.Después de buscar consejo, el rey hizo dos becerros de oro, y le dijo al pueblo: «¡Israelitas, no es necesario que sigan subiendo a Jerusalén. Aquí están sus dioses, que los sacaron de Egipto» (1 Reyes 12:28).


EL SEGUNDO MANDAMIENTO CONDENA la transferencia de ideas, conceptos e imágenes de otros dioses a la persona del Creador. Así como Dios no desea que se lo represente con imágenes, tampoco desea que se lo confunda con dioses falsos.
Los israelitas sucumbieron a la tentación del sincretismo religioso no solo en el Sinaí, también en el tiempo de Jeroboam I. Después de la división del reino de Israel en dos partes, las tribus del norte nombraron a Jeroboam como su rey. Este quiso impedir que sus ciudadanos fueran al sur a adorar al templo de Jerusalén. Había razones políticas de por medio, pero comprometió la religión del pueblo, y ordenó que se erigieran dos becerros para que fueran adorados en nombre del Dios de Israel, uno en Dan y el otro en Betel. De este modo, asoció una vez más el culto del Creador con el culto de Apis, con el cual se familiarizó durante su estancia en Egipto.

En tiempos de Noé ocurrió lo mismo: «No todos los hombres de aquella generación eran idólatras en el sentido estricto de la palabra. Muchos profesaban ser adoradores de Dios. Alegaban que sus ídolos eran imágenes de la Deidad, y que por su medio el pueblo podía formarse una concepción más clara del Ser divino [...]. Al tratar de representar a Dios mediante objetos materiales, cegaron sus mentes en lo que respectaba a la majestad y al poder del Creador; dejaron de comprender la santidad de su carácter, y la naturaleza sagrada e inmutable de sus requerimientos» (Patriarcas y profetas, pp. 82, 83). Dios no quiere que se lo confunda con imágenes que rebajan su dignidad y promueven el deterioro de la moral humana. Al usar conceptos semejantes, se confunde la santidad de Dios y se desorienta a las personas.


Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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El Dios invisible.
Demasiado pronto se han apartado del camino que les ordené seguir, pues no solo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de becerro, sino que se han inclinado ante él, le han ofrecido sacrificios, y han declarado: «Israel, ¡aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto!»
(Éxodo 32: 8).

EL SEGUNDO MANDAMIENTO prohibe la elaboración de imágenes de Dios. La razón de esta prohibición se basa en el hecho de que las imágenes son creación de los hombres, y consecuentemente rebajan la grandeza y la santidad de Dios. Esta es la razón por la que el Señor no se ha dejado ver por los seres humanos. No podríamos soportar esa visión, y por lo tan­to cualquier representación de él no haría justicia a su grandeza y majestad.

Eso, a su vez, nos haría tener una idea equivocada del Creador. Con una idea distorsionada de Dios, el culto que le ofreceríamos sería igualmente defor­mado. Un culto así, traería engaño, y este la perdición. De allí que la prohi­bición de imágenes del Creador es lógica y razonable.
También se quería evitar que conceptos, objetos e imágenes usados para otros dioses se usaran para el Creador. En un mundo donde había tantos dioses y señores, el sincretismo religioso era una gran tentación. De acuerdo al testimonio bíblico, los israelitas no escaparon a esa tentación cuando, al pie del monte Sinaí, pidieron a Aarón que les hiciera un becerro y que proclamara que ese era el dios que los había sacado de Egipto (Éxo. 32). Obviamente esta era una figura del dios egipcio Apis, con quien los israelitas se relacionaron durante su estancia en Egipto. No era que de pronto se habían convertido en adoradores de ese dios, sino que usaron esa imagen para adorar a Jehová, el Dios creador de los hebreos. El segundo mandamiento condenaba esa práctica que era común en aquella época. Dios no debía confundirse con dioses paganos en el culto y la adoración israelita.

¿Por qué Dios no deseaba esta confusión? Lo leerá mañana con detenimiento.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Las imágenes rebajan a Dios
No se hagan ídolos, ni levanten imágenes ni piedras sagradas. No coloquen en su territorio piedras esculpidas ni se inclinen ante ellas. Yo soy el Señor su Dios (Levítico 26: 1).

HAY UNA RELACIÓN muy estrecha entre el primer mandamiento y el segundo. Así que amerita preguntarse: ¿Por qué deben considerarse como dos mandamientos? ¿Son diferentes en algún respecto? En el primer mandamiento, el Creador prohibe la adoración de otros dioses. El segundo mandamiento condena la elaboración de imágenes, escultu­ras y objetos que representen a la Deidad. ¿Por qué es asi? Aparentemente, al­guien podría decir que elaborar imágenes u objetos para representar al Crea­dor no estaría prohibido. Se concluiría que adorar esos objetos no involucra­ría ninguna idolatría.

Ese era el problema de la gente en la antigüedad. Se le dificultaba adorar a sus dioses solo con la mente. Durante su permanencia en Egipto, los israe­litas se acostumbraron a las representaciones materiales de la Deidad. Tanto se incapacitaron para desarrollar un culto espiritual, que tenían la tentación de representar al verdadero Dios mediante imágenes y objetos. El segundo mandamiento se distingue del primero en: Condenar la elaboración de imá­genes del mismo Creador. Ya con mencionar que no deberían adorar otros dio­ses, el primer mandamiento prohibía la adoración de imágenes de esos dioses, pero no tocaba el aspecto de la elaboración de imágenes del Creador como objetos de culto. Esto se prohibe en el segundo mandamiento.

¿Por qué Dios no quería que se lo representara con imágenes y escultu­ras? Reflexionemos en estas palabras del apóstol Pablo ante el areópago de Atenas: «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. Por tanto, siendo descendien­tes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano» (Hech. 17: 24, 25, 29). Las imágenes rebajan a Dios.

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No te harás imágenes
No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones (Éxodo 20: 4-6).


LOS INTERPRETES JUDÍOS CONSIDERARON estas palabras como el se­gundo mandamiento, del mismo modo como lo consideran la mayo­ría de los protestantes y la Iglesia Ortodoxa Oriental. Sin embargo, en cierta tradición judía, el segundo mandamiento era parte del primero, porque la introducción a los mandamientos: «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo» (vers. 2), la ponían como el primer man­damiento. Pero estas palabras no parecen ser ningún mandamiento, sino más bien una introducción del Creador de estos mandamientos.

A partir del siglo V de nuestra era, especialmente por la influencia de Agustín, se consideró que estas palabras eran parte del primer mandamiento: «No ten­drás dioses ajenos ni te harás ninguna imagen». Es obvio que el segundo man­damiento está muy relacionado con el primero, y dio pie a considerarlo como parte de él. Pero esto reducía los mandamientos a nueve. Puesto que el Penta­teuco dice que los mandamientos eran diez, para no romper ese número, el décimo fue dividido en dos, ya que ninguno de los otros mandamientos se prestaba para dividirlo en dos. La división del décimo en dos no resultó muy natural, porque el tema del décimo mandamiento es la codicia, y no es lógico separar «no codiciar la mujer del prójimo» de «no codiciar las cosas del prójimo».

Aparentemente, no hubo, al principio, la intención premeditada de evi­tar un mandamiento específico contra la adoración de imágenes cristianas, porque entonces no existían, pero a la postre, sirvió a ese propósito. Sin em­bargo, ¿cuál es la diferencia entre el primer mandamiento y el segundo? Eso lo leerá mañana.

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¿Adulterio?
Josué replicó: «Desháganse de los dioses ajenos que todavía conservan. ¡Vuélvanse de todo corazón al Señor, Dios de Israel!» (Josué 24:23).


RESULTA INTERESANTE E ILUMINADOR que en la Palabra de Dios se considere la idolatría como un adulterio espiritual. La analogía es apropiada, porque de acuerdo a la Biblia, Dios es el esposo de su pueblo, que es la iglesia. El matrimonio es considerado como una ilustración de la relación de Dios con su pueblo. Por eso, cuando el cristiano busca otros dioses, se considera que ha cometido adulterio espiritual. Dios dijo de Judá: «¡Adúltera! Prefieres a los extraños, en vez de a tu marido» (Eze. 16: 32).

El problema básico de la idolatría espiritual es semejante a la idolatría li­teral. Ambas destruyen la relación con Dios, y hacen que las personas que la cometen terminen en la ruina espiritual. No son pocos los que participan de este pecado. Notemos lo siguiente: «Muchos de los que hoy hacen gran alarde de ser cristianos, al igual que los israelitas, acarician en el corazón algún ídolo secreto. A menos que se quite ese ídolo, finalmente anulará toda la vida cristiana y determinará la ruina del alma» (Comentario bíblico adventista, t. 2, p. 297).

La Biblia dice que en los últimos días habrá una gran crisis que girará en torno de la adoración (Apoc. 13 y 14). Quienes no hayan aprendido el secreto de ser fieles a Dios ante los avances idolátricos modernos, difícilmente po­drán resistir la presión de un culto falso en los últimos días. El Apocalipsis nos dice: «El mundo entero, fascinado, iba tras la bestia y adoraba al dragón porque había dado su autoridad a la bestia. También adoraban a la bestia y decían: "¿Quién como la bestia? ¿Quién puede combatirla?" [...] A la bestia la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no han sido escritos en el libro de la vida, el libro del Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo» (Apoc. 13: 3, 4, 8). Por otro lado, Dios invitará al mundo a que lo adore: «Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales» (Apoc. 14: 7). El Señor nos ayude a ser leales a él hasta el fin.


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