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Archive for mayo 2010

Dioses sutiles
Entonces Jacob dijo a su familia y a quienes lo acompañaban: «Desháganse de todos los dioses extraños que tengan con ustedes, purifiqúense y cambíense de ropa» (Génesis 35:2).


LA MAYORÍA DE LOS CRISTIANOS NO TIENEN la tentación de adorar ídolos, como los pueblos de la antigüedad. Satanás ha introducido dio­ses más sutiles para apelar a la mentalidad moderna. Una manera fácil de violar el mandamiento de no tener dioses ajenos, es llevar al exceso lo que en sí es bueno: «Cuando llevamos hasta el exceso lo que en sí mismo es bue­no, nos convertimos en idólatras [...]. Cualquier cosa que separe nuestros afec­tos de Dios, y disminuya nuestro interés en las cosas eternas, es un ídolo» (A fin de conocerle, p. 321).

Podemos caer en la idolatría al tener ideas y procurar aficiones: «Es igual­mente fácil hacer un ídolo de ideas u objetos acariciados como fabricar dio­ses de madera o piedra» (Exaltad a jesús, p. 137). Sí, hay otros dioses más sofis­ticados que los que adoraron los antiguos. El apóstol Pablo nos dice: «Su des­tino es la destrucción, adoran al dios de sus propios deseos y se enorgulle­cen de lo que es su vergüenza. Solo piensan en lo terrenal» (Fil. 3: 19). «Por­que el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algu­nos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores» (1 Tim. 6: 10).


Muchos no tenemos tiempo para estudiar la Biblia, ni para orar o para asis­tir a los cultos, porque gastamos gran cantidad de tiempo en practicar depor­tes, ver televisión o asistir a reuniones sociales. Nos olvidamos fácilmente que Dios debe ser el primero en nuestra vida. Algunos trabajan mucho, tal vez horas extras, o consiguen un segundo trabajo, y no tienen tiempo para orar y estudiar la Biblia con la familia. Trabajar, jugar y socializar son cosas importantes, pero si nos quitan el tiempo que debemos dedicar a Dios, se convierten en otro dios. Se nos dice: «Todo lo que sea objeto de pensamientos y admiración indebidos, que absorba la mente, es un dios puesto por encima del Señor» (Hijos e hijas de Dios, p. 58).


Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Contemplación y dignidad
Por tanto, mis queridos hermanos, huyan de la idolatría
(1 Corintios 10: 14).


LA DIGNIDAD HUMANA se rebaja por el poder de la contemplación de dioses falsos. Fuimos creados a imagen del Señor, y solo podemos conservar esa imagen si contemplamos al Dios verdadero. A través de la adoración, nos elevemos a él. Se nos dice: «Es una ley del espíritu huma­no que nos hacemos semejantes a lo que contemplamos. El hombre no se ele­vará más allá de sus conceptos acerca de la verdad, la pureza y la santidad. Los adoradores de falsos dioses revestían a sus deidades de cualidades y pasiones humanas, y rebajaban así sus normas de carácter a la semejanza de la huma­nidad pecaminosa. Como resultado lógico se corrompieron» (Patriarcas y profetas, pp. 79, 80).

En el monte Sinaí, el Señor hizo un pacto con su pueblo: él sería su Dios y ellos serían sus hijos (Éxo. 19: 1-8). El énfasis de este mandamiento se debía a que en Egipto ellos se habían acostumbrado a la idolatría, y esta los había in­capacitado para adorar a Dios. En realidad, la familia de Abraham en Meso-potamia no había adorado al verdadero Creador como debieran haberlo he­cho. La religión que practicaron era muy perniciosa: Mezclaron el culto a Dios con costumbres religiosas paganas. Esta mezcla del culto pagano hacía que la familia de Abraham en Mesopotamia tuviera una religión idólatra.


Cuando Jacob regresaba de Padan-aram, hizo un pacto con su familia pa­ra deshacerse de todo vestigio de idolatría: «Entonces Jacob dijo a su fami­lia y a quienes lo acompañaban: "Desháganse de todos los dioses extraños que tengan con ustedes, purifiqúense y cambíense de ropa. Vamonos a Betel. Allí construiré un altar al Dios que me socorrió cuando estaba yo en peligro, y que me ha acompañado en mi camino". Así que le entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían, junto con los aretes que llevaban en las orejas, y Jacob los enterró a la sombra de la encina que estaba cerca de Siquem» (Gen. 35: 2-4). Esto revela cuan perniciosa y sutil es la idolatría.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Idolatría

Así dice el Señor: «¿Qué injusticia vieron en mí sus antepasados, que se alejaron tanto de mí? Se fueron tras lo que nada vale, y en nada se convirtieron» (Jeremías 2:5).


SATANÁS HA TRATADO DE SUPLIR EL CULTO al verdadero Dios, que es lo que satisface genuinamente la necesidad espiritual del ser humano, a través de una enorme cantidad de dioses y señores. Es el deseo de Dios que su pueblo se aparte de ese culto idolátrico, porque es un invento satánico y no satisface la verdadera necesidad espiritual del hombre. Su culto conlleva engaños y elementos sutiles, que tienen la finalidad de apartar a la gente del verdadero Dios. Como es inspirado por Satanás, implica la adora­ción de los demonios. Pablo escribió: «¿Que el sacrificio que los gentiles ofre­cen a los ídolos sea algo, o que el ídolo mismo sea algo? No, sino que cuando ellos ofrecen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios, y no quie­ro que ustedes entren en comunión con los demonios» (1 Cor. 10: 19, 20).
Un elemento que se halla en la misma raíz de la idolatría y tiene que ver con el poder de la contemplación. Este principio nos dice que «nos transfor­mamos de acuerdo con lo que contemplamos» (Cada día con Dios, p. 92). El salmista, escribió de la futilidad de la idolatría, decía: «Semejantes a ellos son sus hacedores, y todos los que confían en ellos» (Sal. 115: 8).
La adoración de dioses paganos era mayormente una adoración objetiva, pero también implicaba una adoración mental. Sus adoradores, a través de la contemplación visual y el pensamiento, inconscientemente se asemejaban a sus dioses. No podemos elevamos más allá de lo que contemplamos y de lo que adoramos. Lo que convertimos en objeto de admiración y contemplación, se vuelve nuestro modelo de acción. A través de Oseas, Dios dijo: «Cuando encontré a Israel, fue como hallar uvas en el desierto; cuando vi a sus ante­pasados, fue como ver higos tiernos en la higuera. Pero ellos se fueron a Baal Peor y se entregaron a la vergüenza; ¡se volvieron tan detestables como el ob­jeto de su amor!» (Oseas 9:10). ¡Tengamos cuidado con lo que contemplemos!

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Dioses falsos
Pero cuanto más lo llamaba, más se alejaba de mí. Ofrecía sacrificios a sus falsos dioses y quemaba incienso a las imágenes .(Oseas 71: 2).
LA NECESIDAD ESPIRITUAL que tienen los seres humanos debe ser sa­tisfecha, como lo son las demás necesidades, tanto físicas como emo­cionales. Satanás conoce bien esto, y ha ideado muchas maneras fal­sas de satisfacerla. La manera legítima de hacerlo es a través de la comunión con el Creador. En la búsqueda del compañerismo con el Dios verdadero ha­llamos satisfacción espiritual.
Pero, después de la caída de nuestros primeros padres, Satanás procuró que esa necesidad fuese satisfecha a través de diferentes dioses inventados por él. Fue así como condujo a mucha gente a adorar a los astros y las constela­ciones: El sol, la luna y las estrellas llegaron a ser dioses favoritos de muchos. Otros fueron llevados por el astuto enemigo a adorar los fenómenos de la naturaleza, como el relámpago, la lluvia, las nubes, el fuego, la vegetación, el mar, los ríos, etcétera. Todavía hoy millones de personas se congregan junto a los ríos de la India, pues creen que son dioses que deben ser adorados.

Los antiguos egipcios adoraron a diferentes deidades encarnadas en ani­males e insectos, como el chacal, el cocodrilo, el buey, el escarabajo, etcétera. Nada de esto satisfizo su necesidad de Dios.
Los griegos y los romanos adoraban dioses en forma humana, y también tenían semidioses que eran el resultado de la unión de dioses con seres hu­manos. Cuando su adoración se volvió demasiado burda para su crecimiento intelectual, terminaron idealizándolos como virtudes y actividades humanas. De este modo adoraron a Zeus (la razón), Afrodita (el amor), Marte (la gue­rra), Esculapio (dios de la medicina), Castor y Pólux (patrones de la na­vegación), Hermes (mensajero de los dioses).

«De todo lo que él ha creado, el hombre, la obra máxima de su creación, es el que más tremendamente lo ha deshonrado. En el juicio, los seres humanos aparecerán delante de Dios avergonzados y condenados, porque aunque se les dio inteligencia, raciocinio y la facultad del habla, no obedecieron la ley del Altísimo» (Alza tus ojos, p. 292).


Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Los principios divinos
Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes (Deuteronomio 30: 16).


COMENZARÉ UN ESTUDIO de los principios contenidos en la ley de Dios. Es muy importante que, al haber estudiado cómo Dios quiere salvarnos y llevarnos al cielo a vivir con él, ahora me dedicaré a refle­xionar en esos principios que él quiere grabar en nuestras vidas. Como sabe­mos, dichos principios están contenidos en los Diez Mandamientos, graba­dos en tablas de piedra por el dedo de Dios. Al estudiarlos podemos enten­der mejor cómo es Dios, y prepararnos para estar dispuestos a cederle nues­tra voluntad y pedirle que grabe esos principios en nuestra conciencia. Al mismo tiempo, nos ayudan a recordar que el Señor quiere obediencia. Aun­que no somos salvos por ella, sin embargo, es una manera de recordarnos que pide nuestra voluntad y nuestro consentimiento, para intervenir en nuestra vi­da y grabar su carácter en nosotros.
Es necesario que recordemos que los Diez Mandamientos, tal como los dio el Señor en el monte Sinaí, no son necesariamente diez principios. Estos prin­cipios que Dios quería que los hijos de Israel obedecieran e incorporaran a sus vidas, fueron adaptados en leyes que tenían significado en aquellas cir­cunstancias históricas. Así que los Diez Mandamientos, como los conocemos ahora, son adaptaciones de ciertos principios divinos a la vida de su pueblo en la antigüedad.

A su vez, estos Diez Mandamientos, que ya eran adaptaciones, sirvieron de base para muchas otras leyes que fueron dadas al pueblo, como mencioná­bamos anteriormente: leyes civiles, sanitarias, ceremoniales, etcétera. Todas ellas eran derivaciones y extensiones de esos Diez Mandamientos. Los rabinos, que contaban todas las leyes que Dios había dado a su pueblo, creían que había 613 leyes en total. Todas ellas eran leyes de Dios, pero no todas eran perma­nentes. Algunas fueron dadas para regular la estancia en el desierto, y otras para la vida citadina. Muchas consistían en regulaciones de un culto transito­rio, y otras tenían un carácter permanente que abarcaba la vida aquí en la tie­rra. Pero lo importante es que fueron dadas por Dios, y eso les daba un carác­ter solemne y las hacía dignas de respeto y obediencia.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Semejantes a Dios
Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes
(Ezequiel 36: 27)

LA OBEDIENCIA QUE CONDUCE a la santificación consiste precisa­mente en que Dios promete grabar su ley en el corazón humano. La única manera como podemos crecer en santidad, es permitir que Dios grabe en nuestra conciencia los principios de su carácter. Esto es lo que ha­ce que nuestra naturaleza se transforme, que el viejo hombre poco a poco mue­ra y una nueva criatura se forme.

Pero esto solo es posible mediante el poder de Dios. Todo lo que podemos hacer, humanamente hablando, es rendir una obediencia externa. Sin embar­go, esa clase de sujeción no nos prepara para vivir con Dios. La obediencia externa sirve solo para este mundo, pero no para el mundo venidero.

Dios no puede llevar a su reino celestial a personas que solo rindan obe­diencia humana, porque no es de corazón, no nace naturalmente. Cuando permitimos que el Espíritu de Dios grabe sus leyes en nuestra conciencia, entonces ya no necesitamos códigos escritos ni leyes grabadas en piedra. La ra­zón se debe a que nos regimos por principios no por reglamentos. En la tie­rra nueva no habrá necesidad de escribir las leyes de Dios, porque estarán escri­tas en la mente de sus ciudadanos. Allí, los redimidos cumplirán la voluntad de Dios. Entonces seremos semejantes a él, pues sus leyes, es decir, su carác­ter, será el nuestro. Por lo mismo, la rebelión contra él nunca más se levantará otra vez, porque estaremos en armonía con él.

Este proceso de grabar las leyes de Dios en nuestra vida comienza aquí en la tierra. A través del poder del Espíritu Santo nos hacemos semejantes a él. Si este proceso no comenzara aquí en la tierra, se revelaría que la persona no está cediendo a la influencia del Espíritu, y por lo tanto no desea ser como Dios. Sin embargo, este proceso debe continuar durante toda la vida del cris­tiano, hasta que, por la resurrección o la transformación en ocasión de la se­gunda venida de Cristo, seamos totalmente renovados a la semejanza de Dios.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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La ley y la gracia
El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros
(1 Samuel 15: 22)

EN LA ANTIGÜEDAD DIOS ENFATIZÓ mucho la obediencia. En el Antiguo Testamento hallamos muchos reglamentos y leyes dados por Dios con el propósito de que se convirtieran en normas de conducta y comportamiento. La razón obvia era que el Señor quería preparar a su pueblo para algo mejor.

Cuando sacó a Abraham de Ur de los caldeos, lo hizo con el propósito de que dejara su vida pasada y se preparara para una nueva. Quedarse en Ur no era lo mejor para Abraham. Así que Dios le ordenó que saliera a fin de llevarlo a una vida mejor. Dios demandó de Abraham obediencia para lograr su objetivo. La Escritura testifica del patriarca: «Porque Abraham me obedeció y cumplió mis preceptos y mis mandamientos, mis normas y mis enseñanzas» (Gen. 26: 5). Su obediencia demostró que Abraham tenía fe en Dios.


Pero los descendientes de Abraham fueron a parar a Egipto, y allí se acostumbraron a vivir a la manera egipcia. La idolatría los contaminó. Se olvidaron de los preceptos que el Señor había dado a Abraham, y se rigieron por los preceptos del mundo que los rodeaba.


Dios en su gracia y misericordia los sacó de Egipto, al hacer poderosos milagros para persuadirlos a abandonar un mundo que no era el que Dios tenía para ellos. Pero antes de introducirlos en la tierra prometida, les dio mandamientos y leyes que debían guardar. No se nos olvide: Dios primero los redimió de la esclavitud, y luego les dio leyes y reglamentos. Primero es la gracia, luego la ley. Primero somos salvos, luego se nos dice cómo debemos vivir. Primero es la redención, luego la obediencia. No somos salvos por guardar las leyes de Dios, sino que guardamos sus leyes porque somos salvos.


Meditemos en esto: «Dios requiere obediencia, no con el propósito de mostrar su autoridad, sino para que podamos ser uno con él en carácter» (Alza tus ojos, p. 345).

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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La obediencia
Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia
(1 Pedro I: 14).

EL ASUNTO DE LA SANTIFICACIÓN ESTÁ ÍNTIMAMENTE relacionado con la obediencia. Esta es la disposición del justificado a seguir las indicaciones de su Señor. El que ha recibido la justicia de Cristo, se convierte en su seguidor. El discípulo debe seguir las enseñanzas y los caminos de su Maestro. Muchos textos de los Evangelios muestran que Jesús siempre invitaba a quienes sanaba o perdonaba, a que lo siguieran. Así, los que hemos sido justificados nos convertimos en seguidores de Jesús.

Imitar a Jesús implica seguir sus indicaciones. El discípulo está dispuesto a cumplir los mandatos de su Maestro. No se esperaría que fuese de otra manera, especialmente por el hecho de que hemos decidido seguir a Jesús voluntariamente y no a la fuerza. Es la misma razón por la que Pablo le ordenaba ciertas cosas a Filemón, quien era su discípulo, confiado en que las haría: «Te escribo confiado en tu obediencia, seguro de que harás aun más de lo que te pido» (File. 21).
Cuando seguimos a Jesús, lo hacemos porque nos ha salvado; al redimirnos, se convierte en nuestro Líder y Maestro; al ser nuestro Guía, lo seguimos gustosamente. Por eso, el discípulo es una persona que sigue con placer a su Maestro; sus órdenes no son una imposición, sino una manera de guiar en el camino.

Pero Jesús no es un maestro que requiera sumisión y no esté dispuesto a darla. Él mismo ha demostrado cómo ser obediente. El apóstol nos dice: «Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte", ¡y muerte de cruz!» (Fil. 2: 8). Jesús fue obediente a su Padre. Nos dice que cuando le obedecemos, en realidad nos sometemos a la voluntad del Padre. Él nos señaló que el camino de la obediencia es el mejor a seguir.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Justicia impartida
Busquen al Señor, todos los humildes de la tierra [...]. Busquen la justicia, busquen la humildad; tal vez encontrarán refugio en el día del Señor (Sofonías 2: 3)

LA SANTIFICACIÓN, fruto de la justificación, es un proceso que dura toda la vida. A la justificación comúnmente se la llama la "justicia imputada", mientras que a la santificación se le da el nombre de "justicia impartida". Elena G. de White lo dijo de esta manera: «La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo» (Mensajes para los jóvenes, p. 32).

Lo de imputada se refiere al hecho de que es una declaración de justicia que se acredita al pecador, y por lo tanto es instantánea. Lo de impartida alude a la idea de proceso, de desarrollo, y por lo tanto es algo que dura y se extiende. A la primera se la define como nuestro derecho al cielo. Ese derecho lo ganó Jesús al morir por nosotros. Es nuestro boleto de entrada al reino de Dios. Sin embargo, no es algo que compramos, sino que se nos da gratuitamente.
A la segunda se la define como nuestra idoneidad para el cielo. Esta es la que requiere un poco más de consideración, pues tiene la posibilidad de ser entendida erróneamente. Si es nuestra idoneidad para el cielo, puede ser que alguien piense que no podrá ir al cielo a menos que sea completamente idóneo. Pero no es así, ya que la santificación se define como proceso y desarrollo, lo cual hace que la idoneidad para entrar al cielo también esté en proceso.

Cuanto más vivamos en este mundo, experimentemos la justificación y si permaemos en Cristo, más avanzados estaremos en el proceso de la santificación. Este avance dura toda la vida en esta tierra, porque la lucha con la carne y el mundo es incesante. Hay que recordar que en Cristo somos completamente idóneos para estar delante de Dios.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Vivir sin ley
¿No les ha dado Moisés la ley a ustedes? Sin embargo, ninguno de ustedes la cumple.
(Juan 7: 19).

OTRO DE LOS GRANDES RIESGOS en el que se incurre durante la proclamación del evangelio, es el asi llamado "antinomianismo". ¿Qué es el "antinomianismo"? En forma simple, es despreciar los mandamientos de Dios en aras de la fe. Este riesgo lo corren quienes enfatizan mucho la doctrina de la justificación por la fe. a tal grado que se van al extremo opuesto del legalismo. Este y el antinomianismo son posiciones extremistas de la proclama del evangelio. Pareciera que no es fácil mantenerse en el centro. Los seres humanos tendemos a irnos a un extremo o al otro. Cuando queremos combatir un error extremo, inconscientemente nos vamos al limite opuesto. Asi sucede con los predicadores que tratan de combatir el legalismo. Si no se cuidan, desembocan en el desprecio de las buenas obras.

Básicamente, el antinomianismo dice: Cree en Cnsto y vive como quieras. Es Justo decir que esta declaración encierra algo de verdad. Puede haber un momento en el desarrollo de la vida espiritual que algunos de nuestros deseos, gustos y ambiciones coincidan con los de Dios. El Espiritu de Dios que trabaja en la mente del cristiano, lo va transformando a la semejanza divina. Entonces, tener fe en Dios y vivir como uno quiere, teniendo este nuevo querer implantado por el Espintu Santo, puede reflejar esa nueva realidad. Pero encierra el engaño sutil de que se puede llegar al punto de creer que todos nuestros deseos, gustos y pasiones coincidan con los de Dios. Esto no es verdad, ya que no importa cuánto tiempo seamos cristianos, queremos cosas que no están en armonía con la voluntad de Dios. A pesar de todo, tenemos que decir «Señor, hágase tú voluntad y no la nuestra». En este mundo nunca podremos llegar al punto donde nuestra voluntad coincida plenamente con la voluntad de Dios. Esto será una realidad en la tierra nueva, cuando Dios desarraigue el mal de nuestra vida. En este mundo tenemos que luchar y ser vigilantes No podemos vivir como queramos Hay que procurar la voluntad de Dios.

Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
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Vivir sin reflejar fe
Con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio (Colosenses 1: 23)


SANTIAGO TENIA en mente a una clase de personas que pretendían tener fe pero que la negaban, porque sus vidas no reflejaban esa fe. Basado en esto, Santiago entiende, en forma practica, que si no hay obras no hay fe. Él no toca ningún otro problema. Por ejemplo, él no tiene en mente que puede haber personas que tengan buenas obras, pero sin fe. Este no era un problema de su comunidad, y por lo tanto, no lo toca. Pero esto no quiere decir que no hubiera tales personas.

Por otro lado, tenemos a Pablo. Él enfrentaba a personas que decían que la fe en Cristo era nada si no se guardaba la ley de Moisés Tu creencia en Cristo de nada sirve si no estas circuncidado Pablo se dio cuenta que esta era una de­claración superficial de un asumo mas profundo: Cómo se salva el hombre, o en qué se basa la salvación del ser humano Él podría haber dicho: «Este es un asunto ceremonial que compete a los judíos solamente; los gentiles no tienen por qué hacerlo.
Pero él sabia que el principio sostenido iba mas allá y atacaba la raíz misma del evangelio. El hombre se salva por fe en lo que hizo Jesucristo. No hay otra manera Si la hubiera, se desvirtúa el evangelio y se lo neutraliza. De allí las declaraciones contundentes de Pablo de que el hombre se salva por La fe en Cristo solamente, sin las obras de la ley Pero como vimos antes. Pablo creía que una vez que hemos sido redimidos por la gracia de Cristo, empezamos a dar el fruto de la santificación, que es el producto de la obra del Espíritu en el corazón La declaración de Santiago era de naturaleza práctica; la de Pablo, profundamente teológica. Ambos tenían razón, pero atacaban diferentes frentes.

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Fe sin obras
De igual manera, ¿no fue declarada justa por las obras aun la prostituta Rahab, cuando hospedó a los espías y les ayudó a huir por otro camino? (Santiago 2: 25).


A CAUSA DE QUE LAS BUENAS OBRAS son el fruto de la fe. sería muy difícil que alguien se salvara sin buenas obras (véase Fe y obras, p.l 14) Pero eso no significa que las buenas obras logren la salvación de los que se salven. Suponemos que habrá algunos, como el buen ladrón de la cruz, que se salvarán sin tener la oportunidad de hacer buenas obras. A los tales, sin embargo, les habría sido imposible no poseerlas de haber tenido mas tiempo de vida.

Sin embargo, alguien podría preguntar: ¿No dice la Epístola de Santiago, que obviamente fue inspirado como lo fue Pablo, que las obras son parte de la justificación? Veamos las declaraciones de Santiago: «Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? [...1 Asi también la fe por si sola, si no tiene obras, está muerta .... Sin embargo, alguien dirá: "Tú tienes fe. y yo tengo obras". Pues bien, muéstra­me tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras (.. .. ¿Quierescon­vencerte de que la fe sin obras es estéril? ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo ...). Como pueden ver, a una persona se le declara justa por las obras, y no solo por la fe [... 1. Pues como el cuerpo sin el espíritu está muerto, asi también la fe sin obras está muerta» (Sani. 2: 14-26)

Como resulta obvio por los pasajes citados, en tiempos de Santiago habla unas personas que alegaban que tenían fe, pero Santiago les dijo que era una fe falsa, porque no tenían obras Como las buenas obras son el fruto de la fe. era imposible que alguien reclamara tener fe sin las obras correspondientes San­tiago defendía la idea de que toda fe verdadera debe producir naturalmente buenas obras.

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Fe y obras
Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley (Romanos 3:20).


CREER QUE UNO SE SALVA POR LA FE y las buenas obras, es un tipo de legalismo sutil. La Palabra de Dios nos dice repetidas veces, como lo hemos visto en reflexiones anteriores, que la salvación es solo por la fe. Las obras, por buenas que sean, no forman parte de la razón por la que somos salvos.

El apóstol dice con claridad meridiana: «Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige» (Rom. 3: 28). • Porque por gracia ustedes han sido salvados medíame la fe. esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte» (Ele 2: 8. 9). El legalista sutil que cree que se salva por la fe y las obras, con el tiempo termina creyendo que se salva por las obras La fe desaparece del mapa porque se da por sentada. Lo que ocurre es que se pierde de vista que es lo que significa la fe. La fe se despersonaliza. convirtiendola en un mero asentimiento mental o confianza en un conjunto de doctrinas. Como ya vimos, la fe es confianza en una persona. Jesús; paticucularrnente, lo que esa persona hizo en nuestro lugar Una fe sin Cristo no tiene ningun valor a los fines de la salvación .

El legalista sutil normalmente tiene la visión de la vida cristiana como representada por un bote de dos remos, donde uno representa la fe y el otro las obras La única manera de llegar al puerto correcto es accionando ambos remos Si solo se acciona el remo de la fe, no se llega a ninguna parte, como tampoco si solo se acciona el de las obras Tienen que accionarse ambos para que el bote se dirija correctamente De este modo, solo llegaremos al reino de Dios por la fe y las obras. ¿Armoniza esta ilustración con lo que la Biblia enseña de la relación entre la fe y las obras?
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